Miércoles, 14 de enero de 2009 | Hoy
MUSICA › BABEL ORKESTA, UNA MIXTURA DE RITMOS FOLCLORICOS
Concebidas como síntesis entre música y teatro, las presentaciones del grupo en la Ciudad Cultural Konex son collages de melodías que desconocen tanto la distancia con el espectador como las fronteras entre las culturas que se invocan.
Por Sebastián Ackerman
Un miniconventillo rodante con su terraza con calefón e inodoro, pieza con ventana y antena de alambre acerca a la banda al escenario; es el comienzo del show. Y también eso es Babel Orkesta: una mixtura de ritmos folklóricos donde el chamamé y el merengue, el vals y la cumbia, la balcánica y el rock se dan la mano. “Babel es una síntesis entre música y teatro, sin ser una cosa u otra totalmente. Es un collage, así como las distintas músicas que se tocan. El nombre es la representación de lo que se hace, de las personas e historias de las que cada uno viene. Es una mezcla de todo”, define Laura Alonso, una de las actrices. Y Pablo Maitia (guitarra y banjo) y Diego Brizuela (actor) coinciden en que “es una compañía musical o música actuada. Es la representación en acciones de música, que te haga acordar tu infancia, o un recuerdo lindo, algo que viviste”, explican sobre el espectáculo que se presenta todos los jueves a las 19.30 en la Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131).
La propuesta de la banda es que el encuentro se convierta en “una fiesta”, donde la frontera entre escenario y platea se vaya desdibujando a medida que transcurre el recital. Para Alonso, “lo que se planteó en un comienzo fue hacer una agrupación ambulante, donde los instrumentos dieran la posibilidad del movimiento de los músicos. Meterse en el público, sin escenario y platea, donde todos somos todo. De a poco nos vamos a ir dando el permiso de usar más el espacio y entrar más en la gente, porque el Konex es gigante”, confiesa. Y los actores, si bien tienen un guión base, improvisan a partir de la respuesta de los espectadores, a los que mueven a participar. “Intentamos que sea una fiesta en el que todos tienen el mismo derecho a divertirse, músicos, actores y el público”, analiza Brizuela. “Somos un poco los actores los que trazamos ese recorrido entre la música y el divertimento general, porque movemos un poco a la gente y entra con más confianza”, señala.
Esos actores, que acuerdan en definirlos como “de ningún tiempo en especial”, son un aporte distintivo de Babel, que había comenzado como un grupo tradicional. “Primero apareció lo musical y después pensamos que estaría bueno hacer una propuesta que no fuese sólo para escuchar, y empezamos a probar cosas, improvisar a partir de la música y desde un lenguaje teatral que a nosotros nos interesa mostrar, que tiene que ver con personajes raros, que forman parte de la estampa que representa el grupo”, recuerda Alonso, y Maitia afirma que se dieron cuenta de que estaban probando un “nuevo lenguaje”. “Lo interesante de esta mezcla de proyecto musical-actoral no se terminó nunca. Esto que estamos haciendo es un gran plato que estamos preparando, que empezó con ajo, cebolla y morrón, y le fuimos agregando carne, condimentos, y es un plato que siempre está rico pero también sigue creciendo. Hay una gran libertad para proponer y hacer cosas”, ejemplifica.
Ese espíritu festivo fue lo que animó desde el comienzo a Babel, un grupo de amigos que tenían ganas de tocar juntos y que recorrieron espacios tan disímiles como la Feria del Libro, el patio de la AMIA, las fiestas Bubamara, las costas uruguayas y clubes barriales. “Ibamos haciendo los shows y viendo qué funcionaba y qué no. Está bueno porque las cosas que aparecían, aparecían en función, de manera espontánea”, cuenta Maitia, y asume que “esa frescura es distinto a cuando uno planea algo específico para hacer. Las fotos, el vals surgieron en el momento, no fueron planeados desde el principio”, y Alonso sostiene que “eso está bueno del grupo: hay situaciones que están armadas, pero básicamente se basa en la espontaneidad de lo que sucede ahí. La fiesta se arma siempre distinta, y eso es lo que la gente percibe, la cosa sincera sin pose”, se entusiasma.
A partir de los distintos orígenes artísticos de los integrantes de Babel es que pudo crearse esta nueva experiencia, también para todos ellos. Y aseguran que eso les permitió crecer en lo suyo e incursionar en espacios nuevos: a Maitia le permite aglutinar su parte histriónica, “que antes no podía haber sido proyectada”. “Y también me genera mucha emoción que la banda toque temas que escribí yo, esa sensación es algo inigualable”, se enorgullece; a Brizuela cada presentación le sirve para pensar el próximo show, ya que “la propuesta se transforma todo el tiempo y los lugares también te dan cosas para hacer. No es lo mismo tocar en la Feria del Libro que en la AMIA, donde el público tiene un promedio de 70 años. Todo el tiempo estás pensando qué hacer, qué sirve para sorprender a la gente”, compara.
Alonso afirma que crece como actriz, ya que le aporta “experiencia, improvisar, estar con la gente y como haciendo teatro callejero, y adaptación a los distintos sitios: hay que bailar en tierra, adoquines, pasillos. Y para mí también fue conocer mucha música. Nos retroalimentamos con los músicos”, explica. Esa mixtura de ritmos del mundo, sin embargo, no los hace perderse del lugar al que pertenecen: siempre recuerdan que Argentina es su origen. Y allí ven una fuente de recursos musicales y estéticos: el conventillo es uno de los orígenes fundadores de “la argentinidad”, un saber popular que aglutina conocimientos –sostienen– tan diversos como la Biblioteca de Babel.
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