MUSICA › ABEL PINTOS, DE JOVEN PROMESA A COMPOSITOR DE SUS CANCIONES
“Esto suma otro desafío”
Creció y cambió la voz en público, y debió atravesar las etapas que van del padrinazgo de Gieco y Heredia a una carrera en la que, con el disco Reflejo real, debuta en la composición.
Por Karina Micheletto
Siete años atrás, Abel Pintos era un chico del interior que soñaba con ser músico, como tantos otros. El golpe de suerte, ese instante que a veces aparece para torcer destinos imaginables, se materializó cuando Raúl Lavié fue a actuar a Ingeniero White, donde él vivía, y aceptó su casete grabado en forma casera. Ocurrió que Lavié no sólo escuchó el casete mientras volvía a Buenos Aires, sino que también reparó en la voz de aquel nene de trece años. Y ocurrió que le pasó la cinta a León Gieco y que León Gieco se convirtió en padrino de ese nene que todavía no había cambiado la voz pero que, evidentemente, tenía algo especial. Hoy Abel Pintos tiene 21 años, cinco discos grabados y reconocimientos como el doble premio obtenido el año pasado en el tradicionalmente hostil festival chileno de Viña del Mar. Y ahora va por más: con su reciente disco, Reflejo real, intenta buscar un camino como autor y compositor, además de intérprete.
Pintos no dio el salto televisivo que dieron otros representantes del llamado “folklore joven” como Soledad o Luciano Pereyra. En lugar de eso, se concentró en escribir sus propios temas, en buscar nuevas formas de decir. O, en sus palabras, en “seguir descubriéndose”. “Si antes venía en camino de lograr eso que es tan difícil, un estilo propio en la interpretación, ahora se suma la composición. Es un lindo desafío”, dice él con naturalidad. La totalidad de las canciones de su nuevo CD, Reflejo real, son de su autoría. Por eso, el joven whitense habla de este como “el disco más personal” de su carrera. “Fue parido de forma especial: está tocado por la banda de siempre, producido por mi hermano Ariel, que es arreglador de mis canciones desde hace diez años y coautor de algunos temas. Hay una gran conexión”, explica el músico. En la dirección musical está el múltiple Afo Verde, con una labor que Pintos define como “de base de datos”: “Cuando fuimos a la escucha nos marcó tres cosas, pequeñeces de volúmenes, que terminaron siendo vitales. Fue como tener a mano una base de datos completísima”, halaga Pintos.
–¿Cómo encara esta nueva etapa como autor?
–Todavía no tengo muy desarrollado el oficio de escribir. Se me torna difícil salir de historias que no sean mías. No tengo método, y siempre escribo sobre lo que me pasa a mí. Me falta ampliar la temática.
–Teniendo en cuenta que tiene 21 años y comenzó su carrera a los 17, no parece algo dramático.
–Es verdad, supongo que también tiene que ver con la práctica y con el tiempo, pero uno siempre mira lo que le falta. Escribo mucho en movimiento, caminando, en los taxis, en las combis, de gira. También escribo en otros momentos, los de la calma más mágica. Tuve ayudas valiosas, como las de Víctor Heredia y Teresa Parodi, ellos me ayudaron mucho con esto de la composición y la autoría. Me pasaron postas.
–¿Cómo cuáles?
–Víctor machacó con la importancia de la lectura. Una vez, hace tiempo, me dijo: “Va a llegar un momento en que vas a tener muchas cosas para decir y pocas palabras para expresarlo”. Y tal cual, ese momento llegó. Yo tenía muy poca gimnasia de lectura, el primer libro que agarré después de ese consejo fue El padrino. Un libro poco nutritivo... ¡pero por lo menos gordo! Teresa me enseñó un ejercicio para la composición que funciona: si se te ocurre una melodía, la tarareás todo el día y te vas a dormir sin grabarla ni escribirla. Si al otro día te la acordás, es tuya.
–¿Qué otra gente lo aconsejó, además de Heredia, Parodi y su padrino León Gieco?
–Ufff... Muchos. Andrés Giménez de A.N.I.M.A.L., Lito Vitale, Mercedes Sosa... Mercedes recibió mi disco. Con sólo saber que lo tiene, para mí es una ayuda.
–Atravesó el cambio de voz en plena exposición pública. ¿Cómo lo manejó?
–Fue un momento de mayor temor para los demás que para mí. Es decir, había más expectativa en el público y la prensa que en mí. No fue nada fatal ni antinatural. El único recaudo que tomé fue trabajar menos, para no lastimar las cuerdas vocales, que en ese momento de cambio están más sensibles. Hice un trabajo técnico, con un profesor de canto y una fonoaudióloga. No fue ni más ni menos complicado que tener que cambiar un día los tonos de las canciones, porque me quedaban agudas, y ya.
–¿Cuáles son los momentos especiales que rescata en estos años de carrera?
–El más extraño fue en 2003, cuando estaba de gira por el Sur, en Puerto San Julián. Antes de un show me llamaron y me avisaron que había fallecido mi productor (Pity Yñurigarro, quien fue manager de León Gieco durante casi 30 años, a quien Pintos dedicó el disco Sentidos). Fue una triste advertencia: en ese momento supe que toda mi vida iba a ser así, que los momentos fuertes de felicidad y de tristeza me iban a agarrar muy lejos de donde yo vaya a querer estar en ese momento. Hubo otros momentos de gran felicidad, como Viña del Mar o mi primer Carlos Gardel, por el disco Sentido. No por los premios sino por el reconocimiento que significan. Otro momento grosso, cuando presenté por primera vez una canción mía en un recital. Fue Canción que acuna, en el Ateneo. No podía parar de llorar.
–Se habrá hecho difícil seguir con el show.
–Se hizo difícil seguir con el tema: ¡lloré durante la canción!
–¿Qué imagina a futuro cuando piensa en su carrera?
–Espero tener toda mi vida la posibilidad de ser tan feliz como soy hoy. Ni más, ni menos.