MUSICA › LA SUPERPOSICION DE FESTIVALES, UN PROBLEMA DE PROPORCIONES PARA LA LOCALIDAD Y SUS ALREDEDORES
Cosquín, el epicentro de un enero caliente
El festival de folklore será entre el 20 y el 29. El de rock, entre el 24 y el 28. La puja entre organizadores, que amenazó con llegar a los estrados judiciales, quedó sin solución. Y sólo un milagro podrá evitar un colapso de público.
Por Cristian Vitale
En Cosquín se presagia un enero caliente, polémico, caótico y multitudinario. Para no perder la costumbre, la zona serrana cobijará a los dos festivales más importantes de la música popular argentina y, como sucedió un lustro atrás, cuando el folklore se quejó de la “invasión rockera” a la plaza Próspero Molina, ya estalló la polémica. Aunque hoy, a diferencia de aquella querella más bien tribunera, el encontronazo rozó el litigio judicial. En oposición al enfrentamiento mediático que signó la edición del año 2001 –cuando el rock debutó en la ciudad que el folklore tiene tomada desde 1961–, el de ahora es un problema más pragmático que ideológico. Ocurre que ambos festivales –la 46ª edición del de folklore y la 5ª del Cosquín Rock– se desarrollarán en paralelo. Uno, el primero, entre el 20 y el 29, y el otro, entre el 24 y el 28, por lo que, se presume, habrá cinco días de “colapso total” en términos de infraestructura edilicia y comunicacional. Marcelo Villanueva, intendente de Cosquín y organizador del de folklore, tildó hace días de “irresponsables” a los organizadores del de rock y amenazó con llevar el caso hasta las más altas esferas judiciales “para que por ningún motivo se empañe la fiesta del folklore”. José Palazzo, el atacado, se autoexculpó, argumentando que “no le quedaba otra”, porque “ellos –por la intendencia y la comisión vecinal que lo apoya– hacen otro festival de rock a principios de febrero y sería una ridiculez hacer dos del mismo tipo en la misma fecha”.
Así las cosas, aunque los antagonistas bajaron el tono, en las calles de Cosquín se comentan las dificultades que acarreará la realización simultánea de los dos festivales. La razón principal es que se espera una asistencia total de más de medio millón de personas entre ambos, y la ciudad carece de capacidad hotelera para alojar siquiera la mitad. Además, hay otro problema, que tiene que ver con el tránsito: apenas hay dos rutas que unen los 40 kilómetros que separan Córdoba capital de Cosquín, y la afluencia masiva de público a través de ambas seguramente provocará un caos en cuatro ruedas, inédito e imposible de sortear, por más ordenamiento vehicular que se intente. “El gran problema es geográfico”, opina Jorge Nacer, encargado de prensa del festival de las nueve lunas. “En determinado horario, las rutas se van a transformar en un embudo. Se duda sobre la capacidad de las empresas de micros para trasladar gente. Además, está la cuestión operativa: hay muchos artistas de folklore que no consiguen hotel en Cosquín y se alojan en Córdoba. Van y vienen. Pero ahora, varios managers están dudando de qué hacer, porque tienen miedo de quedar varados en el medio del tránsito.”
Palazzo, por su parte, no desconoce los inconvenientes de la doble jornada. “El miedo de ellos –dice– es que se sature la capacidad hotelera. La comisión de folklore se quejó porque los dos festivales van a provocar una saturación en el espacio, y tiene razón”. Sin embargo, aduce razones de competencia y “caprichos personales” para justificar la realización de su evento en la fecha designada. El litigio entre Palazzo y el intendente viene desde el año pasado, cuando la municipalidad organizó por primera vez el festival de folklore y “corrió” a los rockeros a la comuna de San Roque –un pueblo ubicado a 18 kilómetros de Cosquín y a 5 de Carlos Paz– para compartir la organización de otro festival de rock en la Plaza Próspero Molina, junto a Jorge Guinzburg: el Siempre Rock. “Nosotros –informa Palazzo– ofrecimos corrernos a la primera semana de febrero, pero resulta que esa es la fecha del otro festival. Y no tiene sentido que se superpongan. En cambio, el rock y el folklore no tienen nada coincidente. ¿Quién va a dejar de ir a ver a Las Pelotas o Almafuerte porque ese día tocan el Chaqueño Palavecino o Mercedes Sosa? La realidad es que no tengo remedio. Tenía dos posibilidades: o me encimaba al otro o me iba al fin de semana que tocan los Stones, que me parecen unos competidores interesantísimos. Entonces, planteé que corran el festival de rock y el intendente dijo que no podía, porque tenía todos los contratos firmados, bla, bla, bla. Todo bien, pero parece que la cosa fuera personal. ¿Y si hubiera uno en Gesell y otro en Pinamar?”
Una de las soluciones que Palazzo tiene en carpeta, si es que el litigio judicial no prospera, es combinar un operativo con la policía destinado a que la gente del rock se traslade por una ruta y la gente del folklore por otra, algo que, a priori, parece muy difícil de instrumentar. “Vamos a ver qué pasa”, desliza. Lo que sí aparenta ordenado es el festival “por dentro”. A diferencia de la edición pasada que, pese a las características imponentes que tuvo dado su marco natural, la asistencia masiva de gente y el nivel de los artistas, padeció enormes problemas de infraestructura –saturación de campings, dificultades para el trabajo periodístico, falta de agua y gas en la zona, etc.–, esta vez parece distinto. Según Palazzo, la organización ayudó a los siete campings que bordean el lago San Roque a mejorar sus servicios y también evolucionó el estado general del predio de seis hectáreas donde se realizará nuevamente el evento. “Ahora contamos con 200 baños químicos, sistema de riego, patios de comida, dos carpas de prensa, negocios de música y ringtones y varios paradores, para que la gente pueda disfrutar de otras actividades, más allá de escuchar a las bandas”, dice. “El año pasado no llegamos, porque nos habíamos ido de la plaza hacía dos meses, pero para éste está todo mucho más organizado.”
Para las nueve lunas del folklore, el nivel general también pinta distinto. Después de las últimas gestiones privadas, que dejaron mucho que desear del 2004 para atrás, la gestión municipal que se hizo cargo del festival el año pasado le lavó la cara a la plaza. Informa Nacer que las condiciones profesionales son “óptimas” –se esperan 400 periodistas acreditados de todo el país–, que la capacidad de las gradas llega a 11 mil personas y que la elección artística tuvo el olfato suficiente para mixturar lo nuevo y lo tradicional sin generar tiranteces típicas. “Creo que lograron acercar las tendencias, y no generar un enfrentamiento entre lo nuevo y lo viejo. El año pasado ya mostraron algo al jugarse con dos fichas grandes: Julio Bocca y Les Luthiers. El gran logro fue entender por dónde pasaba la combinación de tendencias dentro de la programación. Y la respuesta fue que hace muchos años que el festival no daba dinero, y el año pasado sí dio. Para este año se espera lo mismo.”
Pese a que por motivos económicos se cayó “la gran sorpresa” (Silvio Rodríguez), la nueva edición del Cosquín de folklore contará con la presencia de Mercedes Sosa, luego de siete años de ausencia, el debut de Jorge Fandermole y actividades paralelas –más allá del circuito de peñas–, como un taller de murga a cargo de los uruguayos de Falta y Resto, el encuentro de poetas y la feria del libro. “La gran novedad es Mercedes”, ratifica Nacer. “Ella tiene muchas ganas de estar. Le pidió a la comisión que le alquilen una casa en vez de un hotel. Y va a llegar unos días antes, porque quiere salir a recorrer las peñas. Es bueno para todos que ella tenga ganas. Esto puede ser un quilombo, pero también hay que pensar que, desde otro lugar, es bienvenido, porque lo provocás desde la cultura y la música.” “Los dos festivales se transforman en una alternativa muy fuerte para las sierras de Córdoba. Nosotros somos la guardería: el padre deja a los chicos en el rock y se va al folklore”, ironiza Palazzo.
El Cosquín Rock espera la presencia de unas 30 bandas por día, más los protagonistas de la fecha de apertura –gratuita–, en la que actuarán Skay Beilinson, Dancing Mood, Xeito Novo, El Club de Tobi y ¡Ricardo Vilca!. También habrá conferencias de Pipo Lernoud sobre cultivos orgánicos, de Alfredo Rosso sobre cultura rock con proyección de audiovisuales y de Rocambole, con el tema que domina: diseño y cultura alternativa. Para el resto de los días, se activarán tres escenarios (ver recuadro) y el cierre estará signado por un homenaje a Pappo, con la presencia de su ex banda –Bolsa González, Yulie Ruth y Luis Robinson– más Alejandro Medina, Miguel Botafogo, Luciano Napolitano, el estadounidense Deacon Jones, Blacanblus, Pity Alvarez, Juanse, Gardelitos, Cielorrazo, Vitico y un encuentro nacional de motos incluido. “Pappo quería hacer un encuentro de motos el 4 de abril... Lo vamos a montar a la vera del lago, va a ser un movidón”, se entusiasma Palazzo. Sin embargo, el productor mantiene cierta cautela. El año pasado, por el efecto Cromañón, perdió mucha plata, básicamente porque lo realizó casi sin auspiciantes y la afluencia del público porteño ni siquiera llegó al piso del 5 por ciento histórico. “Este año no sé que va a pasar. Hay muchos festivales, uno en cada localidad... va a llegar el momento en que van a hacer el festival de las dos casas”, se queja, aunque, en otro brote de optimismo, lanza que el circuito serrano –o Valle de Punilla– se va a convertir en una especie de “ruta del bacalao”, siempre y cuando la ciudad no ceda ante la invasión de trashumantes que se aproxima.