VIDEO › “UN AMOR DIFERENTE”
La diferencia como cuestión de género
La ópera prima de Alice Wu pone en escena su identidad de mujer gay.
Por Horacio Bernades
¿Qué tienen de distinto las películas sobre amores “distintos”? La pregunta surge ante una película como Saving Face, ópera prima de la guionista y realizadora Alice Wu, que tras presentarse en la última edición del Festival de Sundance se estrenó, meses atrás, en Estados Unidos. Nacida de familia china en el estado de California, Wu volcó su propia experiencia de mujer gay en su primera realización cinematográfica, a la que llegó tras haber trabajado varios años como diseñadora de software. Por estos días, el sello LK-Tel edita en video Saving Face (título que en inglés juega con la expresión saving grace, gracia salvadora) con el nombre de Un amor diferente.
“Salvando la cara” sería la traducción del título original. A eso se dedica la protagonista, Wilhelmina, que, como la realizadora, es estadounidense de primera generación. Cirujana pequeña, de aspecto frágil y bajísimo perfil, el modo que Wilhelmina encuentra para no disgustar a los hiperconservadores miembros de su familia es mantener oculto que los hombres no le gustan. Como el resto de los miembros del clan, su mamá (Joan Chen, coprotagonista de El último emperador) no habla inglés, lengua a la que asocia con occidentales licenciosos. Ni qué hablar de los tíos, tías y sobre todo el abuelo, activo practicante de tai chi y la clase de patriarca tradicional que no está dispuesto a tolerar ninguna clase de desviación familiar. Claro que, como es de prever, la cosa empieza a complicarse el día que Wil (bonito detalle, el apócope de la chica suena a Guillermo) conoce a Vivian, bailarina muuuy atractiva y asumidamente gay. Es el comienzo de una verdadera revolución familiar, que no hará más que profundizarse cuando trascienda que la mamá de Wil está embarazada. El problema es que es viuda, y no se le conoce nueva pareja...
En su blog, el crítico asiático-americano Martin Tsai señaló con acierto que Un amor diferente representa el cruce exacto entre las dos primeras películas del taiwanés Ang Lee, consagrado realizador de El tigre y el dragón, Hulk y Brokeback Mountain, película que los críticos de New York y de Los Angeles acaban de elegir como la mejor del año en los Estados Unidos. Las dos a las que Tsai hace referencia son El banquete de bodas y Comer, beber, amar, en las que Lee abordaba el choque entre tradición y modernidad, tanto en el plano de la identidad sexual como en el de las relaciones familiares. Tras una larga década de películas sobre el coming out femenino o masculino –desde la propia El banquete de bodas hasta ¿Es o no es?, pasando por la canadiense Escuché a las sirenas cantar, la británica Beautiful Thing y la sueca Fucking Amal– puede sonar ya visto el conflicto por el que atraviesa Wil, tanto como su inevitable salida del closet y happy end con confesión pública y beso. Y en verdad parecería más de los ’90 que del siglo XXI la timidez de Wil por asumir su homosexualidad, por más que el tradicionalismo ponga a su familia más a la derecha que el resto del mundo (otro detalle interesante, en tanto se trata de chinos posmaoístas).
Más que en el planteo general y su resolución, es en los pequeños detalles donde la realizadora y guionista más acierta. Así lo demuestra la escena en la que Wil llega a una fiesta familiar vestida con jeans y camisa de hombre. “Veo que se sigue usando la ropa de varón”, comenta despreocupadamente la mamá, antes de que una tía recuerde haber tenido un pantalón igual “durante la revolución”. O la escena en la que Vivian aconseja a la anoréxica Wil comerse una barrita de cereal, porque “a veces tu cuerpo sabe lo que quieres”, mientras la otra la devora con los ojos. Pero es sobre todo en dos cenas sucesivas donde el poder de observación de Wu se pone de manifiesto. En la primera de ellas, la hija presenta a su novia como amiga, con mamá en la cabecera, y ésta hace gala de las más altas dosis de insidia materna que puedan concebirse. En la segunda cena se invierten los papeles, con mamá aceptando la invitación de un pretendiente al que no quiere, y éste deglute una chorreante langosta, a la que sostiene entre sus manos.
En cuanto a la pregunta inicial sobre posibles diferencias de las historias de amor “diferentes”, hasta tal punto Wu parecería tener claro que no las hay, que termina apilando una verdadera cabalgata de coincidencias forzadas, salvatajes de último minuto (incluyendo uno que parafrasea el final de El graduado) y situaciones-cliché. No se priva de equipararlas con la telenovela que la mamá de Wil ve en casa todas las tardes, donde el príncipe azul y la princesa sufren la condena de su amor (heterosexual). Comprobado entonces: el cambio de género no cambia el género.