Miércoles, 19 de agosto de 2009 | Hoy
MUSICA › ABNORMALLY ATTRACTED TO SIN, LO NUEVO DE TORI AMOS
La cantante y pianista estadounidense propone un álbum previsible, no exento de encantos. Aunque se extraña una mayor presencia del piano, Tori se encarga de dejar un puñado de bellas canciones que llevan su marca de fábrica.
Por Fernando D´addario
Con Tori Amos, como con tantos otros artistas ya “clásicos” en su condición de alternativos, es posible ensayar la prueba de la virginidad. Un oyente nuevo “descubre” a un artista ya “hecho”, sin la contaminación que implica el conocimiento previo de su obra. La relativa estupidez de andar indagando en estas cuestiones llevó a desestimar, finalmente, la tentación de implementar el ensayo con Abnormally Attracted To Sin, el flamante CD de Tori Amos. Pero no es descabellado imaginar que un oyente “virgen” podría llegar a un puñado de conclusiones después de escuchar las 17 canciones de este disco: que la artista estadounidense tiene una de las mejores voces surgidas en las dos últimas décadas; que acredita una rara manera de ser “pop” subvirtiendo todos sus parámetros convencionales; que es una mujer de los mil demonios y que sus letras sólo expresan una parte de su misterio. Es probable que ese oyente hipotético se convierta en fan de Tori y que salga corriendo a conseguir, por ejemplo, Boys for Pele, publicado hace ya trece años.
Este experimento fallido ilustra, también hipotéticamente, sobre las fluctuaciones que acompañan el vínculo entre un artista y sus receptores. Y que no hacen más que acentuar el relativismo implícito en todo juicio valorativo. Porque el examen del “disco en sí mismo” (despojado de toda connotación externa) casi siempre se ve completado por su diálogo con los discos anteriores. Que está mediado por la memoria auditiva y emotiva del fan. Estas líneas, tal vez, sólo sirvan para demorar y/o maquillar el juicio de quien se sintió positivamente aturdido cuando escuchó por primera vez Under the pink. Es precisamente aquel desasosiego el que se diluye, casi quince años después, al abordar Abnormally Attracted To Sin. La misma voz, la misma capacidad para transgredir patrones armónicos, la misma sensualidad hipnótica para reflexionar sobre el pecado. Pero el acuse de recibo no es el mismo. No podría serlo.
Hay un solo elemento “objetivo” que conspira contra una recepción más positiva. El virtual abandono del piano como eje y disparador de la música de Amos. La femme virtuosa y rebelde prefirió aquí ampararse en suntuosos sintetizadores y aún en una orquesta de cuerdas para darle carnadura a sus melodías. No es casual que sean precisamente las pocas canciones donde se abandona al bellísimo diálogo de su voz con el piano (por ejemplo “Mary Jane” y, en menor medida, “Ophelia”) las que se dejan escuchar con mayor placer. No son los únicos momentos dignos de mención. Un buen comienzo, con “Give” –y una atmósfera que remite a lo mejor de Beth Gibbons– y la arquitectura distorsiva de “Police me” sobresalen dentro de una medianía que habla de Tori Amos, tanto como de quien espera, en cada disco, sentir la sacudida de la primera vez.
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