Martes, 27 de julio de 2010 | Hoy
MUSICA › LEONARDO FERREYRA, HOY EN EL TEATRO PRESIDENTE ALVEAR
“Me quedó el berretín de mi viejo”, dice el concertino de la Orquesta del Tango de la Ciudad de Buenos Aires para explicar el experimento del tango por dos violines, viola y cello, que también se tradujo en el notable disco Sin lágrimas.
Por Diego Fischerman
En los ’60 y en la década siguiente, una visión bastante esquemática acostumbró a pensar al tango de un lado y a su posible renovación, encarnada exclusivamente en Astor Piazzolla, del otro. La realidad, por supuesto, era mucho más compleja. Por una parte porque Piazzolla era mucho más aceptado –y respetado– de lo que la mitología terminó cristalizando. Por otra, porque la idea de que el tango reflejara, además de su historia, la época que le iba tocando vivir, ya había estado en De Caro, en Demare, en Argentino Galván y en Pugliese y, en esos años, muchos otros, aunque de maneras muy diferentes, intentaban darle ese sesgo de modernidad que aquellos tiempos convertían en imperioso. Uno de los emprendimientos más originales fue el cuarteto de cuerdas que, en 1964, formó el violinista Leo Lipesker. Leonardo Ferreyra, actual concertino de la Orquesta del Tango de la Ciudad de Buenos Aires, rinde homenaje a aquel cuarteto pero, como su antecesor, no deja de mirar al presente y al futuro.
Acaba de editar un disco (publicado por Acqua) titulado Sin lágrimas, donde repite el formato (dos violines, viola y cello) y revisita muchos de los antiguos arreglos de Pascual Mamone que Lipesker había tocado, pero agrega otros, que su padre Guillermo, también violinista, había encargado para su propio cuarteto a Omar Valente, Néstor Marconi y Eduardo Rovira. Y el tema que da título al disco es un arreglo de Leonardo Ferreyra que, como en una especie de pequeña suite, dibuja un paisaje propio a partir de la pieza de Contursi y Charlo. “Me quedó el berretín de mi viejo”, dice a manera de explicación Ferreyra, que hoy presenta el disco en vivo, a las 20.30, en el Teatro Presidente Alvear. Tocar tangos con un cuarteto de cuerdas es altamente excepcional. Pero lo es aún más el hecho de que ese cuarteto sea un grupo estable y que esté conformado, además de por Ferreyra, por tres suizos: Rahel Zellweger en segundo violín (en el disco grabó Diego Tejedor), Sophie Lüssi en viola y Andreas Ochsner en cello. “No hay extrañeza con el lenguaje porque todos ellos tocan tango habitualmente”, dice el violinista que a los 16 años ya había ingresado como solista a la Orquesta típica de José Basso y que luego tocó con el cuarteto de cuerdas de Dino Saluzzi y en las orquestas y agrupaciones de José Colángelo, Roberto Pansera, Víctor Lavallen, Rodolfo Mederos y Pablo Mainetti.
“Cuando mi padre, que conocía a Rovira del Teatro Argentino de La Plata, que entonces dirigía, le pidió arreglos para cuarteto de cuerdas, él le contestó que sí pero sólo de sus propios temas. Por eso es que hacemos tres piezas suyas, ‘A Marambio Catán’, ‘Majó-Majú’ y ‘Tango para Charrúa’. Dentro de la aparente homogeneidad que da el cuarteto de cuerdas, los estilos de los distintos arreglos y de los distintos autores nos permiten brindar un panorama estético bastante variado.” Admirador de Elvino Vardaro (“me encanta el toque que tenía; el nervio”), Enrique Mario Francini, Antonio Agri y Fernando Suárez Paz, dice: “De todas maneras no me olvido de todos los otros; cuando uno escucha los primeros violines de cualquiera de las orquestas típicas de los ’40, habría que ver quién puede hoy acercarse a eso. Eran grandes músicos, aun los menos famosos”. Ferreyra, formado inicialmente como violinista clásico pero músico de tango desde la infancia, dice que su objetivo “no es transformar el tango ni mucho menos venir a salvarlo. Más allá de si necesita o no que alguien lo salve, lo nuestro es simplemente ampliar un poco los alcances, correr un poco las fronteras. El arreglo de ‘Sin lágrimas’ va en ese sentido. No podría decir con certeza cuál es mi estilo, dentro del tango. Pero sí sé que adscribo a una línea modernista. A la línea de De Caro, de Cobián, de Delfino”.
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