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Jueves, 16 de junio de 2011

MUSICA › EL TOPO ENCINAR MUESTRA LAS CANCIONES DE ASí SEA

“A mí me gusta de todo”

La música del artista tucumano es una encrucijada de sonidos, referencias y géneros: algo de jazz, algo de bossa, reminiscencias de Seru Giran y la trova rosarina, además de folklore. “Lo que hago es muy poco ortodoxo”, aclara, por si hiciera falta.

 Por Cristian Vitale

Desde la vereda, inmenso portón de vidrio mediante, se ve una silueta que menea la cabeza detrás de un teclado, como Fito Páez cuando era chico. Su pelo es larguísimo y lo rodean cuatro músicos. Es justo la mitad de un show íntimo, tranquilo, algo despoblado, que el Topo Encinar cuenta como parte de un ciclo que prosigue hoy en Suipacha al 140 (Espacio Tucumán). Y es la excusa –relación directa– para mostrar en público su nuevo disco: Así sea. Lo que se escucha es “Certeza”, una canción que opera bien para ingresar al mundo polifacético de este compositor tucumano autodidacta nacido hace 38 años en Tafí Viejo. Música de raíz, al cabo, pero con un enfoque acorde con los tiempos que corren. En un momento sube Raúl Carnota, uno de los partícipes necesarios del disco, y una bellísima versión de “El Salitral”, un touch de magia, da paso a la encrucijada de sonidos, referencias y géneros que define la música del Topo: algo de jazz, algo de bossa, reminiscencias de Seru Giran y la trova rosarina, folklore –resalta una chacarera propia llamada “La nueva”– y una excepción que confirma la regla: el tango. “Y eso que mi viejo me quería poner Carlos Gardel”, despista Encinar, una vez consumado el show.

–¿¡Carlos Gardel!?

–Sí... Me iba a llamar Carlos Gardel Encinar. Mi viejo estaba loco... Pero mi vieja no lo dejó. La verdad es que hubiera tenido mejor el pelo si me llamaba Carlos Gardel, y además iba a tener que cantar bien sí o sí.

Por intervención de una madre salvadora, entonces, el Topo terminó llamándose Héctor Rubén y buscándole un plan B al monopolio del tango que su padre había instaurado en la casa de Tafí. Empezó por el rock, vio a Almendra con apenas ocho años –cuando la gira nacional que encaró el grupo en su regreso de 1980– y en la adolescencia descubrió el folklore a través de MPA, el mismo Carnota y los primeros discos de Liliana Herrero. “Empecé a investigar un mundo que era desconocido para mí, porque mi viejo no escuchaba otra cosa que tango. Era un fanático, así que yo obviamente odiaba el tango, pero después me calmé un poco y hasta le hice sonido, porque trabajaba de eso, a Pugliese y al Polaco Goyeneche cuando vinieron a Tucumán”, evoca. Los primeros intentos musicales serios del Topo, con todo, estuvieron asociados a sus vivencias en Santiago del Estero: tocó con Jacinto Piedra, con Horacio Banegas y con Lucho Hoyos, formó allí un grupo llamado Tucho Ruffa y La Calle, y de a poco se animó a componer. “Fue cuando volví a Tucumán, con el grupo Mulalma”, refresca.

–Como el tema que compuso el Mono Fontana para Madre en años Luz, de Spinetta Jade. ¿Fue por eso?... en realidad es “Mula Alma”.

–Claro, porque soy muy fan de Spinetta. He sido un gran ladrón de acordes del Flaco... Cada vez que salía la Canta Rock iba corriendo al kiosco a ver si había nuevos temas de él para tocar, me interesaban por lo difíciles que eran; Mulalma era un trío instrumental de percusión, piano y guitarra. Grabamos un disco (Tukma Ñaño) que estaba bueno, pero restringido a la región, porque Tucumán no tiene un circuito como para crecer en el oficio; entonces decidí mudarme a Buenos Aires.

Instalado en la gran urbe, entonces, Encinar grabó su primer disco solista: Apaganoches. Después llegó De topo un poco y ahora Así sea, con la presencia de Carnota, Teresa Parodi, Verónica Condomí, Juan Falú y Luis Salinas, entre otros. “Es un trabajo bastante heterogéneo, que tiene muchas coloraturas, pasa por un montón de lugares, de cierta alegría, de mucha tristeza y también de esperanza. ‘Así sea’ es una canción que yo considero muy esperanzadora, porque habla del poder de la canción, cosa de la que soy devoto de alguna manera; el poder de la canción que puede modificarte aunque sea un rato... El disco es una pincelada de cosas que termina en algo esperanzador como este momento que se vive en el país, de involucramiento, de decisiones fuertes y de cosas que no sean tibias ni neutrales, por eso en mis canciones trato de no apartarme de la cuestión política, de los cambios que se van generando socialmente”, define.

–En su caso, un mensaje “acompañado” por un mosaico de influencias musicales muy generoso, por decirlo de alguna manera. Porque hay cosas de la música de raíz, del jazz, de la bossa nova y una serie de influencias que lo vinculan con Páez, el Flaco, Falú, en fin...

–Es que toda esa música la he curtido mucho, he ido mucho a shows. Si hablamos de folklore, lo que hago es muy poco ortodoxo. Sí respeto y hay muchas cosas que me gustan de la gente que hace folklore más tradicional, pero me gusta de todo: la música brasileña, el jazz, el folklore innovado a la manera de Carnota, de Liliana, del Negro Aguirre, de Juan Quintero.

–Pero usted es más rockero que ellos...

–Sí, soy más rockero. Yo he escuchado mucho a Los Beatles. Me gusta mucho la canción, la cosa esa que en cuatro minutos te puede modificar la vida un ratito. Me parece fundamental, mágico, hay un misterio ahí...

–¿Por qué optó por el teclado?

–Empecé por la guitarra, en realidad, y toco ambos instrumentos muy rudimentariamente, para acompañar, para componer. El piano quizá lo desarrollé un poquito más porque es más completo y en algún momento, como acompañaba gente, tenía la obligación de tocar mejor. Quizá Páez y Charly García tengan la culpa de que me haya interesado el instrumento.

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“Una canción puede modificarte, aunque sea un rato”, plantea Encinar.
 
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