Jueves, 16 de junio de 2011 | Hoy
CINE › CARLOS CAPTA MAGISTRALMENTE EL CLIMA DE éPOCA DE LOS ’70
Ateniéndose siempre a datos y testimonios de la realidad y apelando a un estilo que por momentos parece casi documental, Assayas logra una película que impresiona por su homogeneidad.
Por Luciano Monteagudo
No han transcurrido ni diez minutos de película y el relato ya ha pasado de París a Beirut y de Beirut a Londres y de un atentado con bomba a otro a punta de pistola. Corre el año 1973 y ese vértigo y esa violencia son el clima de época que tan bien –con tanta precisión, con tanto nervio, con tanto vuelo cinematográfico– registra Carlos, la estupenda realización del director francés Olivier Assayas dedicada a una de las figuras más enigmáticas, controvertidas e inasibles del terrorismo internacional de aquel momento.
El “Carlos” del título es el venezolano Ilich Ramírez Sánchez, que si no fuera porque existió y existe en la realidad (actualmente cumple cadena perpetua en Francia, ver aparte) se diría que es un personaje de ficción, la creación de un guionista afiebrado, una criatura puramente cinematográfica. Su irrupción en la escena de comienzos de los ’70 marca un punto de inflexión en la violencia política de aquel momento, que no era poca y que a partir de entonces se exacerba, al menos para los parámetros europeos, acostumbrados a ver de lejos los conflictos del Tercer Mundo, hasta que ese campo de batalla en los márgenes se desplaza hacia su centro.
“Para mí las manifestaciones no sirven para nada, esto es una guerra y las guerras no se ganan desfilando”, le dice Ilich a su novia chilena cuando ella le recrimina que no ha ido a marchar contra el golpe militar de Pinochet. “Ya no es tiempo de palabras, es tiempo de pasar a la acción”, concluye. Y no podría ser más literal. Autoconvocado como soldado del Frente Popular para la Liberación de Palestina, demuestra primero su compromiso con la causa intentando primero asesinar a un alto representante del sionismo en su propia mansión y luego arrojando una bomba en un banco de origen israelí, ambos atentados en Londres, donde por entonces vivía este hijo de un abogado marxista, capaz de hablar varios idiomas y de moverse por el mundo como si fuera apenas su casa. Su traslado a París profundizará aún más su compromiso con el FPLP (enemigo de la OLP de Yasser Arafat, a quien consideraban un traidor) y radicalizará aún más sus acciones. Para entonces, su nom de guerre ya se ha hecho famoso en todo el mundo: Carlos.
Es notable la manera en que Assayas y su tremendo actor Edgar Ramírez –un venezolano de quien hasta ahora no se tenían casi noticias y que tiene un papel muy menor en el Che de Steven Soderbergh– retratan la figura de Carlos. Ateniéndose siempre a datos y testimonios de la realidad y apelando a un estilo que por momentos parece casi documental, ambos logran hacer de Carlos una suerte de rock star de la guerrilla urbana. No por nada el personaje confiesa en sus comienzos que aspira a la “gloria”, como si hablara de su consagración arriba de un escenario. Y si hay algo que sabe Carlos es que él no nació para figura secundaria: lo suyo es el centro de la escena, la tapa de los diarios. Y no tarda en conseguirlo, como cuando después de liquidar de un solo golpe a tres agentes de la policía política francesa, al día siguiente el legendario matutino Libération titula: “Match: Carlos 3, DTS 0”.
Basándose también en su rosario de conquistas amorosas, el film de Assayas aporta una lectura erótica del personaje, en principio enamorado solamente de sí mismo, como lo prueba la satisfacción con que se admira a sí mismo, a su apolíneo cuerpo desnudo, después de haber cometido un atentado. En Carlos no hay ninguna comparación fácil entre las pulsiones sexuales de Carlos y la seducción fálica de las armas, pero aun así su sexualidad, su genitalidad incluso, está muy presente en el film, tanto en el apogeo de sus inicios como en sus días finales, cuando ya está gordo y fuera de forma y en un remoto dispensario de Sudán, último refugio de quien ha terminado convirtiéndose en un paria internacional, esos testículos de los que siempre se sintió tan orgulloso son examinados sin piedad por un médico que sólo le causa dolor cuando le diagnostica varicocele.
En un film que abarca más de dos décadas en la vida del personaje y cuyas casi tres horas de duración pasan como un rayo –al ritmo de la música de los grupos New Order y Wire– es difícil señalar una escena en particular o una actuación secundaria (el casting, que reúne actores de cuatro continentes, es impecable). La tremenda homogeneidad del conjunto es lo que impresiona.
9-CARLOS
(Francia/Alemania, 2010)
Dirección: Olivier Assayas.
Guión: Olivier Assayas y Dan Franck, basado en una idea de Daniel Leconte.
Fotografía: Yorick Le Saux y Denis Lenoir.
Intérpretes: Edgar Ramírez, Juana Acosta, Alexander Scheer, Nora von Waldstätten, Ahmad Kaabour.
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