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Lunes, 7 de noviembre de 2011

MUSICA › PERSONAL FEST 2011, EN LA SEDE SAN MARTíN DEL CLUB GEBA

Jornada de antihits históricos

El público pudo disfrutar, el sábado, de una de las diez bandas que cambiaron la historia del rock (Sonic Youth), de uno de los diez grupos en actividad esenciales del rock local (Massacre), y de una de las diez más importantes de la música underground del Nuevo Milenio (El mató a un policía motorizado).

 Por Luis Paz

"Esta canción es para los que andan diciendo que la pareja de Sonic Youth, es decir Kim Gordon y Thurston Moore, se separa por culpa de algún miembro de Massacre." Sonic Youth es una banda de Nueva York, tridecana, fundamental para el noise y de las más importantes para la tradición del rock experimental. Gordon y Moore son su cantante y bajista, y guitarrista y cantante... un matrimonio de 27 años que acaba de separarse. Massacre es una banda de 25 años pionera del skate rock y de las más importantes para la modernidad del rock argentino como arte y cultura. Walas es su cantante, pareja de la manager Tori hace 15 años y quien tiró ésa y sigue con esta otra frase del tema "Tengo captura", de su disco Ringo, publicado hace meses: "No era nuestra intención matar a un policía motorizado". El mató a un policía motorizado es una banda de La Plata, decana, fundamental para el fortalecimiento reciente del circuito alternativo del under y la que tocó antes de Massacre en el escenario terciario de la jornada de cierre del Personal Fest '11. Santiago Motorizado es su cantante y amante del club Gimnasia y Esgrima desde purrete. Sonic Youth, Massacre y El mató a un policía motorizado son, juntos, uno de los más puros trasvasamientos generacionales que se pueda hallar desde la música alternativa estadounidense hacia la música independiente argentina desde siempre. Es un devenir de tres décadas que nada tiene que ver con cipayismos, sino con la adhesión a una cultura globalizada real y efectiva, a esa Nación sin Estado y pueblo detonado que es el Rock.

Entonces, el sábado en la sede San Martín del club GEBA se tuvo a una de las diez bandas que cambiaron la historia del rock, a una de las diez bandas en actividad esenciales del rock local y a una de las diez más importantes de la música underground del Nuevo Milenio. Y por si eso fuera poco, a una de las bandas que resignificó en el último lustro a la música alternativa latinoamericana (Calle 13), a una de las que marcó a fuego una década ilustre para el público argentino como fue la de los '80 (INXS), a una de las más incontrolables bandas del actual rock anglo (The Kills), a una de las luminarias del reverdecer de la música joven chilena (Francisca Valenzuela) y a un cantante que... bueno, está en la banda de Mick Jagger y es hijo de Bob Marley (Damian Jr. Gong Marley).

Las cantidades podrán variar según gustos personales --habrá para quien Sonic Youth sea "la" banda experimental, quien ubique a Massacre entre las cinco bandas cruciales de la actualidad local y a quien no le guste El Mató-- pero en una balanza de pesas artísticas, los valores no se alejarán de aquellos demasiado. ¿Cuál es el logro de este festival particular? Haber agrupado a aquellos tres dándoles espacios sustanciales (en horarios y escenarios), ofertado músicas de acceso más sencillo como las de Calle 13, Marley e INXS y sumado a bandas con unos pocos años pero un contenido en desarrollo y hasta hoy muy destacable en sus debuts, como Eruca Sativa o Los Reyes del Falsete.

Mediante el repaso se podría destacar la tónica pujante (más que combativa) de Valenzuela, una joven chilena respetada por Isabel Allende que apareció con un rock suficiente y acaba de lanzar un segundo disco donde se sumerge en el pop para salir como una Julieta Venegas algo más aguerrida. La andanada de canciones heredadas por Jr. Gong, que satisfizo a las multitudes dulces. Las canciones en pudrición sónica de The Kills, una dupla que ensucia el blues como lo haría el agua del Riachuelo con Muddy Waters, pero con una notabilidad emocionante. El show de grandes éxitos de INXS, con el repaso por "Mistify", "Suicide Blonde", "Original Sin" y "New Sensation", para delirio de los pequeños palcos montados a un costado del campo de los dos tablados principales.

Lo de Massacre es destacable, además, porque fue la banda argentina más importante en las tres jornadas del festival (que tuvieron a Lenny Kravitz el 2 de octubre y a Beady Eye y The Strokes, este viernes, como actos principales) y porque su show fue el primero para un gran público y al aire libre desde la aparición de Ringo, uno de los discos centrales de este año. Si bien hay quienes no se han hundido lo suficiente en canciones como "La web del siglo" o la tan actual "Muerte al faraón" (sobre si habrá revoluciones o "una revuelta más"), o incluso en la tremenda "El deseo", el hecho de que un tipo alto y canoso con la remera de Sonic Youth, un pibe flaco y de rulos con una campera deportiva y un muchacho venezolano con corte new wave y campera oscura aplaudieran y sacudieran la cabeza lo mismo da cuenta como hecho aislado de que la cultura rock es legendaria.

Lo de Calle 13 fue extraño. Por un lado, se tiene a unos músicos buenísimos detrás de una ágil hermandad: el locuaz cantante René Pérez Joglar (Residente), el talentoso instrumentista Eduardo Cabra (Visitante) y la tan encantadora corista Ileana Cabra (PG-13). Músicos jóvenes y latinos que le dan rienda a un corso de ritmos regionales, inmigrantes y marginales con una solvencia casi indiscutible, líricas de talla extra grande y un comportamiento contagioso sobre el escenario, que funcionan sin fallas, con alegría, energía y cierta poesía, con una sección rítmica práctica y un grupo de vientos adecuado. Pero por el otro lado, René peca de exagerado con una sobrecarga de discurso que por lo general se le critica por alguna eventual contradicción, pero que también es discutible si se entiende por qué se distinguen las prédicas para conversos de las habladurías y de las epifanías. Y una exageración que es más criticable si tu concierto debía terminar hace 20 minutos, se retrasa el show de Sonic Youth y los neoyorquinos terminan su set tocando su himno con las luces prendidas. Dejando eso de lado, Calle 13 es una banda que sin dudas renovó la música de la región y que tiene la espalda suficiente, si se pone unos cuantos paños fríos, como para realizar algo más contundente.

Lo de Sonic Youth fue difícil porque simbolizó la posible retirada de un cuarteto (completado por el guitarrista y cantante Lee Ranaldo y el baterista Steve Shelley, y ampliado con su amigo Mark Ibold, de Pavement, en el bajo) de músicos que podría hacer (frente a estos casos, tan notables, uno se niega a escribir en pretérito) la música que escuchan todos, que eligió y abogó por una música provocativa, novedosa, extraña e ilógica, y que narró el desencanto, la angustia y la pobreza de posibilidades de las juventudes de los últimos treinta años, en ocasiones hasta de forma anticipada. Que tuvieran que hacer "Sugar Kane" con las luces prendidas fue una falta de respeto que ni así empañó un concierto esperado, brillante y emotivo, que recorrió antihits históricos del grupo (que publicó 16 discos y es objeto de la reciente compilación “Hits are for Squares", con edición local) y demostró que lo legendario en la cultura rock tiene un origen: todas esas manifestaciones ilógicas e incomprensibles hasta lo divino que le cambian el rumbo una y otra y otra vez, generando un acople disonante en lo eterno.

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Sonic Youth concretó un show brillante y emotivo.
 
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