Lunes, 7 de noviembre de 2011 | Hoy
CINE › ENTREVISTA A ALEX COX, INVITADO ILUSTRE DEL FESTIVAL
Después de un breve paso por Hollywood (Walker, Repo Man), el cineasta británico trabajó en América latina y Japón. En Mar del Plata se verán cuatro de sus largometrajes y se presentará su libro 10.000 formas de morir, sobre el spaghetti western.
Por Diego Brodersen
A pocos días de visitar por primera vez la Argentina, el realizador Alex Cox atiende el teléfono en su oficina de la Universidad de Colorado, donde se desempeña como profesor adjunto en la carrera de Estudios Cinematográficos, y sorprende con un perfecto español con acento “gringo”. Existe una razón precisa para que no sea necesaria una traducción de la entrevista. “He trabajado en México, en Nicaragua, tengo amigos en Perú y en Venezuela”, explica. Este británico nacido cerca de Liverpool en 1954, a quien siempre se relaciona con cierto espíritu anarco-punk (uno de sus amigos y colaboradores fue Joe Strummer, el legendario líder de la banda The Clash), es un auténtico ciudadano del mundo, un poco por elección y otro tanto por necesidad. Luego de un breve paseo por los márgenes de la industria de Hollywood, donde sorprendió con su ópera prima Repo Man (1984) –irónica cruza de drama social, película de ciencia ficción y comedia acerca de los peligros nucleares en plena era Reagan–, y dos extrañas biopics como Sid y Nancy (1986) y Walker (1987), Cox se vio obligado a iniciar una nueva etapa como cineasta ultraindependiente, que lo llevó a rodar en varios países de América latina, Europa y Asia.
Su visita a la flamante 26ª Edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata tiene una doble excusa. Por un lado, las pantallas de La Feliz exhibirán cuatro de sus últimos largometrajes, entre ellos la versión recargada de su western moderno Straight to Hell (1987), película protagonizada por Strummer, una jovencísima Courtney Love y con la participación de Elvis Costello, y El patrullero (1991), film sobre las vicisitudes de un joven policía mexicano y la corrupción que lo rodea, rodado enteramente en español. Por el otro, el Festival editará uno de sus dos recientes libros, 10.000 formas de morir, una mirada personal sobre uno de sus géneros cinematográficos favoritos: el spaghetti western.
–Walker es un retrato excéntrico del político y militar advenedizo William Walker, un norteamericano que terminó presidiendo Nicaragua durante un año a mediados del siglo XIX. Con esa película comenzó su relación cinematográfica con América latina. ¿Cuándo y cómo surgió el interés por este personaje?
–A fines de los años ’70, cuando era estudiante en la Universidad de California. En ese entonces nadie conocía absolutamente nada de Nicaragua. De pronto, los periódicos comenzaron a hablar de Somoza, de los sandinistas. Al principio decían cosas muy positivas de los revolucionarios: ¡Qué bueno que este Somoza se ha ido! ¡La revolución ha triunfado! Poco tiempo después, en menos de dos meses, los diarios y la televisión cambiaron radicalmente su punto de vista y los revolucionarios se convirtieron en unos comunistas enemigos de la humanidad. Fue tan raro... inmediatamente me interesé por el tema. Con la producción de Walker intentamos gastar en Nicaragua la mayor cantidad posible de dólares, era casi un gesto solidario en el contexto de la agresión norteamericana hacia el pueblo nicaragüense.
–¿Cómo describiría su relación con Hollywood? Walker no fue precisamente una película que haya gustado a sus productores y distribuidores en Estados Unidos.
–Ellos nunca perdonan. Dios perdona, pero ellos no. Esa es la razón por la que nunca más pude trabajar con ese esquema de producción. Al mismo tiempo, eso se transformaría en el punto de partida de nuevas oportunidades. Al poco tiempo me invitaron a México, en principio como actor. Allí participé de algunas películas muy buenas, por ejemplo, La ley de Herodes, de Luis Estrada. De alguna manera, el hecho de estar proscripto en la industria de Hollywood me permitió buscar otras alternativas, trabajar en México, en Holanda, en Japón y también en mi país natal. Mucho mejor que quedarme en Los Angeles haciendo Transformers 4.
–¿Las condiciones en Hollywood han cambiado para mejor o para peor desde los tiempos de Repo Man (1984)?
–Imagino que se trata de una pregunta irónica. Los estudios hoy en día no quieren hacer muchas producciones, lo mejor para ellos sería hacer una película por año y que todo el mundo fuera a ver exclusivamente eso. No están interesados en el cine, quieren hacer contratos que les permitan vender hamburguesas y juguetes. Hacer product placement, porque las grandes compañías pagan mucho dinero por poner una computadora de determinada marca en algunos planos del film. El arte en Hollywood existe únicamente en el trabajo de los camarógrafos, de los diseñadores, de los técnicos. Los productores están obsesionados con los monstruos y los superhéroes. Cosas de bebés, es un cine de bebés.
–Entonces hoy sería imposible imaginar a Universal Pictures distribuyendo Repo Man.
–Imposible. Tampoco Walker. Ni La ley de la calle. Ni Apocalipse Now! No existe subversión en el cine norteamericano. Los productores son millonarios, apenas un uno por ciento de la población, no les importa lo que piensen los otros millones de personas en el mundo.
–¿Dónde está el anarquismo, la subversión en el cine contemporáneo?
–Esa es la razón por la que voy a Mar del Plata. Con el sistema de distribución actual es muy difícil ver en los Estados Unidos otro tipo de cine. Por eso hay que acercarse a los festivales de cine. Afortunadamente, aquí en Colorado tenemos el Festival de Telluride, donde se presentan películas independientes de todo el mundo. Me interesa mucho la historia del cine, el estudio del cine y cómo será su futuro. Creo que el cine cambiará mucho en su forma, pero lo hará necesariamente por afuera de la industria.
–¿Podría resumir su interés por el spaghetti western, tópico central de su libro 10.000 formas de morir?
–Mi tesis para la carrera de cine en la Universidad de California, allá por los años ’70, fue precisamente sobre ese tema. Pero era un texto académico, seco, lleno de términos semióticos. Después de muchos años volví a leerlo y caí en la cuenta de que mi mirada había cambiado por completo. Ahora me interesa el tema, pero desde mi punto de vista como realizador. ¿Cómo consiguieron el dinero para hacer esa película? ¿Cuáles fueron las circunstancias de la producción? ¿Cómo fue la relación entre actor y director?
–¿Pero por qué el spaghetti western, un género usualmente menospreciado?
–Es muy interesante, como el movimiento punk o el de los surrealistas. La idea misma de que los italianos produjeran westerns era una transgresión enorme. Como espectador, para mí era obvio que estas películas tenían algo importante. ¡Y además fueron tan exitosas! Durante décadas los fanáticos de Sergio Leone, de Corbucci y de otros directores menos conocidos conservaron y atesoraron sus copias VHS, en ocasiones de calidad pésima, pero manteniendo así la llama del género viva.
–¿Tiene alguna opinión formada sobre la piratería?
–Qué está muy bien, ¿no es cierto? Las grandes corporaciones se llenan la boca con una supuesta defensa de los derechos del autor, pero en realidad no están peleando por el autor: el autor no recibe nada. Pelean por su propio beneficio, no el del artista. Qué me importan a mí esas empresas, ya son lo suficientemente ricas. Es un placer pensar que la gente está mirando mis películas y formando una opinión, ya sea en una sala de cine o con una copia pirateada. Lo más triste es pensar que mis películas no son vistas en ningún lugar o por medio alguno.
–Straight to Hell Returns, que se verá en el Festival de Mar del Plata, es una nueva versión de una película rodada hace casi veinticinco años. ¿Sintió que era necesario volver a presentarla al público?
–Cuando hicimos la película cortamos unos seis minutos de metraje. Pero ahora soy consciente de que el primer corte era mejor, así que ahora esas escenas han vuelto a su lugar original. Además, gracias a la tecnología digital es posible insertar más sangre... chorros de sangre, nubes de polvo, balas, todo tipo de explosiones (risas). Fue la oportunidad de hacer Straight to Hell como hubiera querido en 1987. Espero que la disfruten.
- Straight to Hell Returns se exhibe y el martes 8 a las 23 en cines del Paseo 1 y el viernes 11 a la 0.45 en cines Ambassador 4.
- El patrullero se exhibe hoy, domingo 6, a las 19.45 en cines del Paseo 2.
- Revengers Tragedy se exhibe hoy, domingo 6 a las 23 y el martes 8 a las 13 en Cinema 2.
- Three Businessmen se exhibe mañana, lunes 7, a las 13 y a las 16 en Cinema 1.
- Presentación del libro 10.000 formas de morir, con moderación de Fernando Martín Peña. Martes 8 a las 16 Salón Plaza, NH Gran Hotel Provincial.
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