Viernes, 30 de diciembre de 2011 | Hoy
MUSICA › UN RECORRIDO POR LA MUSICA POPULAR EN 2011
Sin apoyo de los grandes medios ni del oficial, el tango y el folklore mostraron dinamismo e imaginación para dar cuenta de su riqueza musical. Los artistas se juntaron y armaron estrategias para encontrar espacios donde tocar, en un contexto de cierre de locales.
Por Karina Micheletto
Lo que deja 2011 en materia de música argentina tiene que ver, justamente, con la posibilidad de usar, sin temor a que quede grande o remita a significantes arcaicos, esta etiqueta. Si su significado era más bien lábil hasta hace un tiempo, la idea de una música argentina, con su marca de existencia puesta en tiempo presente, va siendo recuperada no en el marco de lo teórico, sino en el mismo hacer musical. El año que pasa puede pensarse como una suerte de radiografía de este proceso: en el folklore, con la cantidad de ediciones de calidad que se registran, a cargo de nuevos grupos, intérpretes y compositores, una vitalidad que no es alimentada, fomentada ni apoyada por los medios, ni por ninguna gestión concreta de Estado. El tango ya dio su salto compositivo años atrás, pero ahora muestra su vitalidad en la idea de producción: los mismos músicos se juntan y arman estrategias para que existan locales donde tocar cuando la ciudad los cierra, para que existan festivales en los barrios cuando esa misma ciudad los centraliza y los achica. Para que el tango viva, en fin, no sólo como entelequia para turistas.
Si el festival oficial de tango de Buenos Aires viene achicándose a lo largo de la actual gestión de gobierno (comenzando por la decisión de ofrecer el combo dos por uno: Festival de Tango + Mundial de Baile, en la misma fecha), este año ese achicamiento se evidenció aún más. Pero tuvo su contracara en una cantidad de festivales independientes del género, que se consolidaron o surgieron, y que abren otras miradas y espacios en la ciudad. Ejemplos de ello son el Festival de Almagro (que este año cumplió su segunda edición), o el de “la República de La Boca”, o el Festival Nacional de Tango del Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la sede de la ex ESMA, que este año se creó con Nelly Omar y Horacio Ferrer como padrinos. O el Festival de Tango Independiente, en Boedo, también en su segunda edición, que después de los carnavales tomó a su cargo la organización de milongas multitudinarias al aire libre, al estilo de las que dejaron de hacerse en el festival oficial.
Otros espacios mostraron durante el año la vitalidad del género, con producciones sostenidas por los mismos músicos o por amantes de la música. En la Avenida de Mayo, el bar histórico Los 36 Billares sostuvo una programación que incluyó tanto a grandes intérpretes como a nuevas figuras (de tango sobre todo, pero también de otros géneros). El nombre de los impulsores de la grilla (Cuesta Arriba Producciones) da idea de lo que implica un emprendimiento de este tipo. El esfuerzo puesto es mucho; a la hora de los números se gana más, se gana menos –dicen los organizadores–, pero el espacio se sostiene y deja su marca: en el último año pasaron por allí casi 60 artistas diferentes de tango, varios de ellos manteniendo ciclos a los largo de meses, con una alta calidad en la grilla (hoy, por ejemplo, canta Lidia Borda a las 21.30).
Otra marca de estilo en la ciudad es la que han logrado en forma cooperativa los integrantes de la Orquesta Típica Fernández Fierro. En el barrio del Abasto, estos músicos transformaron lo que alguna vez fue un taller mecánico en uno de los puntos más interesantes de la ciudad, asegurando cobrar una entrada “siempre por debajo de la media”. Lo que comenzó con el objetivo de que la populosa orquesta tuviera un lugar donde mostrarse (además de la sede al aire libre que tenían los domingos en la calle Defensa, cuando el clima lo permitía), terminó siendo un espacio para que se mostraran muchos, para que los jóvenes se conectaran con el tango, y ya toda una marca del off –sí, suena viejo el adjetivo– porteño. Desde el bar El Faro de Villa Urquiza, Cucuza Castiello y Moscato Luna también cumplieron un rol de agitadores culturales con el ciclo El Tango Vuelve al Barrio y este año fueron reconocidos por el Festival de Tango de Buenos Aires, que los llevó a la sección Panorama. También la Escuela de Tango Orlando Goñi, donde Julián Peralta (líder de la orquesta Astillero) apuesta a la docencia.
Pensado para otro público y con otras características, el Centro Cultural Torquato Tasso, frente al Parque Lezama, fue otro espacio destacado. Las entradas son bastante más caras, pero el alto costo tiene una razón: por allí pasaron durante 2011 las grandes figuras y orquestas del género –Horacio Salgán, Leopoldo Federico, Rodolfo Mederos, Susana Rinaldi, por nombrar sólo algunos–, cada uno con sus formaciones o reunidos en grandes cruces y producciones de estrellas tangueras.
En una lista incompletísima, y por eso mismo injusta, habría que nombrar también en el balance a Café Vinilo como otro de los lugares importantes para el tango en Buenos Aires. Este boliche de Palermo podría ser uno más, si no fuera porque sus dueños –músicos ellos– tomaron un par de decisiones diferenciales. Dotar al lugar de un piano Steinway y armar una programación con la calidad como criterio selectivo. No sólo es tango lo que suena en este lugar (no es ese el perfil excluyente), pero es seguro que durante 2011 ha sonado mucho tango, y del bueno. Allí tuvo lugar, por ejemplo, el ciclo del colectivo artístico TangoContempo, formado por tangueros destacados de la nueva escena como Diego Schissi, Nicolás Guerschberg y Esteban Falabella, que generaron un espacio para nuevas composiciones y hasta se lanzaron a la edición de discos. Pero además se ha instalado un ritual para los lunes, día que se supone excluido del calendario de eventos nocturnos. Es La Milonga del Bonzo, a la que se puede acceder con una entrada muy económica. Allí toca la Orquesta Victoria, con las voces del dúo Fuertes-Varnerín, y se arma una pista improvisada de baile.
Otro trabajo de gestión tanguera a cargo de músicos es el de la asociación TangoVía Buenos Aires, que incluye ediciones, acciones de preservación de partituras, discos y material histórico, y el sostenimiento de la Orquesta Escuela de Tango. Este año se lucieron con la temporada Tango Doscientos Uno, con producción del Centro Cultural General San Martín, en el Teatro 25 de Mayo de Villa Urquiza. Los seminarios de cultura tanguera y otras actividades de la Academia Nacional del Tango, que abren al público el saber de grandes glorias del tango, no siempre reconocidas a nivel masivo, también se destaca en el balance. Y el de la Biblioteca Nacional, que suma a sus ediciones sobre música, su proyecto de rescate, inventarios y digitalización de partituras, producciones especiales de conciertos, tanto de tango como de otros géneros.
En materia de folklore, la marca más clara de 2011 es la de la cantidad y calidad de las ediciones, en su gran mayoría, trabajos independientes que a esta altura de cosas en la industria discográfica, se realizan no ya esperando una diferencia económica a cambio, sino lisa y llanamente a modo de tarjeta sonora de presentación: éste soy, así sueno. Y lo que suena es, en principio, una cantidad de nuevas propuestas que sorprenden por calidad y riesgo asumido. Solistas, dúos, tríos, grupos, instrumentales o con voces, con puntos en común: son jóvenes músicos que, a diferencia de los folkloristas de décadas pasadas, parten de una formación académica. Y que además toman el folklore para hacer canciones que no necesariamente se colocan en forma excluyente en esa batea, pero que seguro se nutren de esa influencia, entre otras.
Una de las marcas que aparecen en el repaso por las ediciones es, como puede comprobarse en “Los discos del año” propuestos junto a esta nota, la de la gran cantidad de mujeres lanzando discazos. Al respecto, la cronista no tiene más comentario que saludar la novedad. Cierta buena salud del género puede interpretarse, por último, en el recorrido por los numerosos conciertos de folklore que se ofrecieron en teatros importantes de Buenos Aires, incluidos los de la calle Corrientes. La lista de noviembre es ilustrativa: Soledad Pastorutti, Los Manseros Santiagueños, Los Carabajal, Los Tekis, Arbolito, Raly Barrionuevo, Facundo Saravia, Manolo Juárez, Chango Spasiuk, Teresa Parodi, Nelly Omar (festejando sus cien años en un Luna Park lleno), el espectáculo Aquí!!! Folklore (una reunión variopinta propuesta por Julio Mahárbiz), entre otros, ocuparon plazas como las del ND/Ateneo, el Konex, el Coliseo, el Opera, el Astral. A estos teatros más grandes hay que agregar plazas más pequeñas como el SHA y La Trastienda, que también programaron mucho folklore durante el año.
El productor Daniel González acerca un dato significativo: el concierto de Chango Spasiuk en el Opera se agotó cinco días antes de su realización (el misionero no pudo agregar otra fecha por falta de espacio en su agenda de giras). En sentido inverso, un mal cálculo hizo que Chaqueño Palavecino, por la misma fecha, tuviera que levantar un gran concierto anunciado en GEBA, ante la falta de convocatoria anticipada. Los artistas y productores saben que Buenos Aires es una plaza especialmente difícil para el género, por eso la abundancia de fechas de folklore fue tan rara este año. Otro productor, Raúl González, tiene a mano el ejemplo del prestigioso trío Aymama, ganador este año de un Premio Gardel: “Tienen ya dos discos editados y creemos haber realizado un buen trabajo de difusión y consolidación del grupo, a pesar de la adversidad del medio”, explica. “La experiencia con ellas en el interior es muy buena y en el exterior puedo decir que es excelente, pero a Buenos Aires hay que seguir trabajándola como si fuera el primer día”, compara, y dice también: “Si esto es así para nosotros, que estamos instalados acá, hay que pensar lo difícil que es para los artistas de folklore que vienen del interior, costeándose pasajes, hotel, comidas. Son admirables las ganas y el esfuerzo que le ponen”.
La vitalidad del género sorprende, entonces, por más de un motivo. Bienvenidos han sido, durante 2011, los tantos que pusieron ganas y esfuerzo.
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