Jueves, 26 de abril de 2012 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA A DAVID DALTON, BIOGRAFO DEL CANTAUTOR
Who Is That Man? In Search of The Real Bob Dylan es el título de la flamante biografía escrita por el periodista, en la que desmiente varios de los mitos de los que supo rodearse el cantante. Sin embargo, Dalton reconoce: “Para mí es un ídolo”.
Por Javier Andrade
Desde Los Angeles
En el contexto de este nuevo regreso de Bob Dylan a Buenos Aires, justo en el mes en que se cumplen 50 años de la salida de su primer disco, esta semana se publicó en Estados Unidos un nuevo intento por abrazar el fenómeno. Lo firma David Dalton, periodista norteamericano, miembro fundador de la revista Rolling Stone y experimentado autor de biografías que lo han llevado a la cotizada lista de bestsellers de The New York Times. El libro se llama Who Is That Man? In Search of The Real Bob Dylan, y con mucha altura va sobrevolando la historia que ya se ha contado tantas veces en este medio siglo, para detenerse en varios de los momentos que, a falta de Internet, amplificaron, multiplicaron el mito.
Dalton intuye que su búsqueda es infructuosa, que en realidad no hay manera de saber quién es ese hombre, pero se divierte revisando momentos clave en la explosión de Dylan en los años ’60 y, desde ellos, cuenta la historia. La fase Woody del principio, sostenida por aquel mítico “traspaso” de la herencia folk de un Woody Guthrie convaleciente. El abucheo de los mismos fans folk en el festival de Newport, unos años después. La revolución eléctrica. El accidente en moto en plena Dylanmanía. Su desaparición. Su conversión. Sus mil reapariciones, cada vez más fuerte. El papa Juan Pablo II. Sus mil caras. Sus paranoias. Su actitud ante la prensa. Todo eso que encierra en una frase, sobre el final del libro: las variaciones del enigma.
Difícil contener a Dylan en una charla telefónica. Aquí, lo mejor de la entrevista exclusiva para Página/12 que David Dalton concedió desde su casa en las afueras de Nueva York.
–¿Cuál fue su premisa, teniendo en cuenta la cantidad de libros escritos sobre Bob Dylan?
–Creo que hay seis biografías hasta ahora y todas caen en lo que llamamos Dylanology, detalles sobre su vida y sus grabaciones. A mí me interesaba lo que me parece que le interesa a más gente, descubrir quién es Bob Dylan, quién es este personaje...
–¿Cuál fue su conclusión?
–Es la clase de persona de la que no podés escribir una biografía convencional, como si fuera la de Tomas Edison o la de George Bush, porque Dylan es la fusión de sus personajes de ficción, de sus canciones, con su propia vida. Básicamente es un personaje folklórico, y es por eso que estamos tan fascinados con él. De algún modo, es como el Correcaminos: apenas tratás de ponerlo en una caja, ya desapareció y se te convirtió en otro personaje.
–¿Por dónde encararlo, entonces?
–Más allá de lo que pensemos de él, esa mixtura de su vida privada y los personajes que inventa en sus discos ha generado su propia mitología, y yo decidí tomar esa mitología seriamente. Cuando leés sobre la vida de otras personas querés saber si algo realmente pasó o si esa persona lo inventó. En el caso de Bob Dylan, ése no es el punto, porque todas sus canciones son capítulos de su biografía.
–Pero en Who Is That Man? hay varios pasajes dedicados a revelar ciertos mitos, como por ejemplo el del encuentro de Dylan con su admirado Woody Guthrie, en su cama de hospital...
–Ese encuentro es totalmente ficticio. Woody Guthrie no sólo no podía hablar, sino que básicamente estaba paralizado, así que esa historia de que lo designó como su seguidor, su discípulo, por supuesto que no es verdad.
–Poco después se da otro punto de inflexión que usted analiza: el abucheo con que el público folk recibe al Dylan electrificado que actúa en el festival de Newport en 1965.
–Estuve en ese festival, era como una fiesta de la primavera; ése era el espíritu ahí, muchos chicos de joda. Para que se entienda, yo no era un fan de la música folk, pero escuché “Like a Rolling Stone” en la radio y decidí sumarme a unos amigos... ¡para ir a verlo tocar la guitarra eléctrica! Quizás haya habido algunos chicos abucheándolo, pero de verdad nada significativo. Dylan es muy bueno en tomar esos momentos y convertirlos en mitológicos: “el artista incomprendido”, “la chusma ignorante abucheando al genio”...
–¿Fue todo una gran mentira, entonces?
–Lo que pasó es que la gente escuchó sobre este incidente y los más fanáticos entendieron que debían ir a sus próximos conciertos a abuchearlo ¡porque se sentían traicionados! Entonces rápidamente se convirtió en una profecía cumplida, cosa que a Dylan le encantó. Dylan es parte de la maquinaria promocional-cultural básica de Estados Unidos. Aquí no existe la mala prensa: cuanta más controversia, mejor. Si tenés una película o una obra de teatro y la Iglesia la prohíbe o la gente dice que sos un traidor, eso inmediatamente te convierte en un héroe y todos quieren ir a verte.
–En otro momento, usted se entretiene con todo lo que rodeó el accidente en moto que Dylan sufrió en 1966.
–Es que la moto apenas si patinó. Esto sucedió a unos veinte metros de la casa de su manager. Pero hay que entenderlo, estaba exhausto y quería abandonar la gira que lo tenía de acá para allá. Por otro lado, su ídolo James Dean murió en un accidente, Hank Williams murió en un auto, los accidentes son una suerte de crucifixión en Estados Unidos. Y como nadie dijo nada, empezaron las especulaciones. ¿Daño cerebral? ¿Murió? Luego reapareció y pasó de mostrarse como un Hamlet en anfetaminas a lucir como un aspirante a rabino... Empezaron a circular versiones, todas bizarras. Que tenía un doble, que lo había capturado la CIA, que unos aliens lo habían raptado... En fin...
–Sólo en Estados Unidos.
–Estados Unidos es un país completamente falso, todas nuestras grandes invenciones son falsas. Las películas, las canciones, son todas ficciones. Por supuesto que tenemos grandes pintores, grandes novelistas, pero no como en Europa, ni siquiera como en Sudamérica. En Estados Unidos todo es una gran ilusión. Lo que Dylan ha sabido hacer es convertir lo falso en verdadero. Esa es su magia.
–Pero eso también es un arte, ¿o no lo cree así?
–Todo arte es fraudulento. El simplemente lo llevó a otro nivel. Hay que entender que originalmente estuvo asociado al movimiento folk, a la canción de protesta, eso le dio autenticidad. El era diferente a esos cantantes que no cantaban sus propias canciones, como Elvis. Y luego también se lo consideró parte del movimiento de rock apocalíptico. Ahora la gente se olvida de que en los años ’60 pensábamos que el rock podía cambiar el mundo. Era un movimiento revolucionario muy poderoso, intrínsecamente conectado con la guitarra eléctrica. La guitarra eléctrica fue la batería que cargó a una generación, y Dylan era el héroe de esa generación.
–El renegó de ese rol de vocero generacional, se alejó, no quiso participar.
–El explotó el movimiento de protesta. Su primer álbum para mí es brillante, pero vendió 600 copias y eso fue devastador para él. El quería ser como Marlon Brando o James Dean o Mohamed Alí, quería fama y respeto artístico. Para mí, “Blowin’ in the Wind” es desafortunadamente su canción más famosa: siempre me sonó falsa. Y después empezó a escribir otras canciones de protesta no menos falsas, como “The Times They Are A-Changin’” y todas ésas... La verdad es que, para mí, él es un moralista, nunca fue un activista político como lo es Joan Baez.
–Hoy puede parecer simpático, pero su negativa a participar en aquel entonces debe haber sido muy grave para mucha gente...
–Sí, claro, a la gente le molestó mucho que no dijera nada de la guerra de Vietnam. Se puede decir que está implícita en discos como Blonde on Blonde o John Wesley Harding, porque tienen un sentido apocalíptico. El no creía en ningún movimiento político. Siempre ha sido un moralista. Se lo criticó mucho porque cuando fue a China en 2010 no cantó canciones más políticas, pero pienso que eligió bien y que las que hizo fueron provocativas, mejores que las canciones de protesta por las que es tan famoso.
–El libro comienza con uno de sus encuentros con él, ¿cómo lo describiría en persona?
–Sólo lo tuve frente a mí dos o tres veces. Debo decir que mis encuentros no fueron más reveladores que todo lo demás que se puede saber de él. En persona, es extremadamente escurridizo, tal como lo es en sus discos. El es básicamente muy bueno en esconder quién es en verdad. Es un doble outsider, es judío de una pequeña y remota ciudad del norte del país, alguien que desde muy pequeño aprendió a no responder preguntas directas, nunca. Quizá como forma de protección, para evitar que le hicieran daño si revelaba sus pensamientos.
–Después de tanto tiempo, ¿diría que lo admira?
–Absolutamente, he visto algunos de sus shows más recientes y me pasó de todo. No pude creer lo malo que fue el primero que vi de esta serie y tampoco pude creer lo bueno que estuvo el siguiente al que fui. Para mí es un ídolo.
–Entonces este libro surge del amor, no es un trabajo con el que trata de revelar su lado oscuro.
–No, no... ¡me gusta hasta su lado oscuro! Creo que el Bob bueno es tan atractivo como el Bob malo: es un fenómeno. Todo sobre él es interesante. Es un milagro que todavía podamos seguir disfrutándolo y yendo a verlo, no importa que no le quede mucha voz o que sea de tal o cual manera. El es como Shakespeare, como Calderón, poder verlo sobre un escenario es alucinante.
–Entre Shakespeare y el Correcaminos: ahí hay espacio suficiente como para poder encuadrarlo ¡y cazarlo de una vez por todas!
–¡Absolutamente! Creo que Bob Dylan está compuesto por Bob Dylan, por sus canciones y por lo que sea que pensemos de él. Es una entidad, un fenómeno que trasciende la música popular.
* Bob Dylan se presentará hoy, mañana, el sábado 28 y el lunes 30 de abril en el Gran Rex, Corrientes 857. Sólo quedan entradas para la última función.
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