Sábado, 20 de octubre de 2012 | Hoy
MUSICA › LA CANTANTE CANADIENSE TOCO EN EL OPERA
Por Roque Casciero
En el Opera es momento de bises, pero Feist, la encantadora vocalista canadiense que convocó al público la noche del miércoles, no sale sola al escenario: la acompaña Juana Molina, que abrió el concierto. Las dos damas, con sendas guitarras en la mano, arrancan a tocar juntas. Y de todas las canciones de toda la historia de la música eligen... ¡“Whole Lotta Love”, de Led Zepellin! La versión, al principio contenida y luego explosiva, provoca la inmediata imantación de la platea –que, a decir verdad, está bastante raleada–, al punto de que cuando termina, a Feist le sale naturalmente la frase “¿Y cómo seguimos después de esto?”.
Pero, importantes y todo, los bises sólo fueron una parte de un concierto en el que Leslie Feist manejó a su antojo los climas, desde un comienzo sorprendentemente rockero con “Undiscovered First” y “A Commotion” hasta la delicadeza de “So Sorry”, con la tensión sostenida antes de la liberación de “I Feel it All” en medio. Su inusual modo de tocar la guitarra acústica –centrada en un enfático uso del pulgar derecho–, sumado al sonido “podrido” de ésta, le marcaban el pulso a una banda escueta y cambiante, conformada por Brian Lebarton (teclados y bajo), Charles Spearin (guitarra, percusión), Paul Taylor (batería) y el trío folk vocal Mountain Man (coros).
Acostumbrada a moverse a su propio estilo, Feist tiene un pie en el indie (canta en los discos de sus compatriotas Broken Social Scene) y otro en el mainstream (apareció en Los Muppets, fue invitada de Wilco y Beck). Sobre el escenario transmite sensación de seguridad incluso cuando su voz se le quiebra en un susurro, en un efecto devastador. Cuando rockea, por otra parte, libera energía femenina, lejos de toda pose. Y tiene humor, además de talento. En su debut porteño intentó infructuosamente hablar en español –admitió que había recurrido ¡al traductor de Google!– y pidió que la aplaudieran cada vez que se internara en esos pantanosos terrenos. Más tarde, mientras un asistente le arreglaba la pedalera, ella improvisó una canción en la que contó de sus problemas en el Hemisferio Sur: “En Australia me electrocuté, sentí que se me salía la dentadura, y en Nueva Zelandia me explotó la guitarra, así que ya estamos acostumbrados”. Cuando todo estuvo funcionando, le pidió al asistente que se quedara a cantar con ella. Y se rió cuando el hombre le contestó sencillamente “No”. Su buena onda se trasladó al público, que pasó de estar expectante a entregarse a las melodías de la canadiense, al punto de que todo el mundo terminó de pie. Y con su admirada Juana Molina como invitada, Feist se llevó un montón de amor de sus seguidores argentinos.
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