MUSICA › CAETANO VELOSO, ANTES DE PRESENTAR ABRAçAçO EN EL GRAN REX
A punto de retornar a Buenos Aires, el cantautor bahiano, de 71 años, habla de su relación con el rock y los rockeros, los cambios en la música brasileña, la banda de músicos jóvenes que lo acompaña y las molestias que le provoca el paso del tiempo.
› Por Yumber Vera Rojas
Brasil no aprende. Y es que la historia nuevamente le pasó factura al exceso de confianza. En junio último, volvió a suceder lo imposible: el siete años imbatible, el todopoderoso, el Goliat paulista, Anderson Silva, padeció en carne viva –o a puño limpio– su propio Maracanazo. Bien que se lo merecía por presumido, por bardero. Apenas se descuidó la estrella de las artes marciales mixtas, su oponente, el estadounidense Chris Weidman, hastiado de tanto menosprecio por parte del morocho peleador, lo mandó a dormir en el octágono del MGM Grand Arena de Las Vegas. ¡Qué vergüenza! Además, The Spider (alter ego del hombre record que tiene en la capoeira su golpe de gracia) cayó en el segundo round, después de que la heladera de Baldwin lo encontrara con la guardia baja, burlándose de él y pidiéndole que le pegara.
Después de tamaña vergüenza nacional, Caetano Veloso tendrá que pensarlo dos veces antes de incluir a Silva en la interpretación en vivo de “A bossa nova é foda”, la canción en la que le dedicó un pasaje al luchador de 38 años, así como a otros estandartes locales de las artes mixtas combinadas. Con ese tema, el cantautor bahiano abre su maravilloso disco Abraçaço (2012), que lo trae de vuelta a Buenos Aires, mañana y el sábado, nuevamente en el Gran Rex, a partir de las 21. El álbum 49 de este brasileño universal, quien responde a esta entrevista por mail –atendiendo la recomendación de su médico de que no esfuerce su voz–, es también la conclusión de una trilogía en la que este fundador del movimiento tropicalista, deudor convencido de la obra de Joao Gilberto, se dedicó a explorar la música popular de su país desde una perspectiva próxima a las formas creativas libres del pop independiente. Si bien los dos primeros títulos de este período lo devolvieron a su relación transversal con la cultura rock, tras este tercer volumen su canción ya no será la misma.
–En su recital de 2010, en la misma sala que lo recibirá esta semana, fue notoria la incomodidad del público ante el repertorio de sus álbumes Cê y Zii e Zie, hasta que finalmente invocó algunos de sus bossa nova clásicos. ¿Le desconcertó la actitud de la gente? ¿También le sucedió en Brasil o en los otros países en los que presentó esos trabajos?
–Recuerdo las actuaciones de Zii e Zie en Buenos Aires, en 2010, y no percibí ningún descontento, sino todo lo contrario. El público porteño, el mejor del mundo, prestó mucha atención a lo que escuchó, y demostró su intensidad en los aplausos. Curiosamente, el único show que hice en la capital argentina en el que sentí la frialdad de la audiencia fue el de Fina estampa, al que asistieron personas mayores y sobre todo gente que no estaba tan familiarizada con mi trayectoria, lo que dejó al Gran Rex muy económico en esas manifestaciones de encantamiento que usualmente suele albergar. Al mismo tiempo, en mi país pude sentir el distanciamiento de los espectadores cuando presentamos Cê, mientras que con mi siguiente álbum se mostraron más fervorosos. No obstante, con Abraçaço se dio un fenómeno de éxito intenso, desde la recepción de la crítica y las ventas del disco, y, especialmente, en los recitales. Pero nada de eso me llegó a sorprender: estoy acostumbrado a las alternancias entre el extrañamiento y el entusiasmo.
–Mientras parte de su público pareciera resistirse a su evolución, con usted se conectó una generación de artistas que está en consonancia con las propuestas de sus dos últimos álbumes, como los estadounidenses Beck y Devendra Banhart, amén de que revisitaron su etapa tropicalista y su flirteo con el rock en décadas anteriores. ¿Cómo se sintió con ese reconocimiento y esa relectura de su obra de parte de la escena indie?
–El interés de Beck y Devendra por mi trabajo viene de mucho antes de Cê, y lo mismo se puede decir de David Byrne. La trilogía con mi actual grupo, Banda Cê, no modificó mucho esas afinidades. La miniantología de grabaciones tropicalistas que Beck publicó en su sitio web muestra claramente su atracción por nuestra producción desde la década del ’60. Además de mí, están Os Mutantes, Gal y Gil. Me sorprendió mi grabación de “Alfômega”, de 1969, pues era muy moderna para la época. Además, en el álbum homenaje que el sello Universal me hizo para celebrar mis 70 años, él hizo “Michelangelo Antonioni”, de los ’90, mientras que Devendra eligió “Quem me dera”, canción que compuse en 1965 y que registré en 1966. Ellos, al igual que Laurie Anderson y Lou Reed, asisten siempre a mis shows en Estados Unidos. Recuerdo de este último un entusiasmo particular por la presentación del disco Livro, pero ninguno de estos artistas mostró preferencia por los conciertos con Banda Cê, más allá del comentario de que les gustó tanto la performance como el repertorio. Hay un grupo inglés llamado Magic Numbers que declaró en varias entrevistas que admiran mucho mi trabajo Transa. Ellos grabaron “You Don’t Know Me” en el tributo.
–Cada vez que habla de las canciones que admira de otros artistas, una fija es “Come As You Are”, de Nirvana, e incluso va más allá al confesar que es uno de los temas que le hubiera gustado componer. ¿Por qué?
–Nirvana es muy bueno, y “Come As You Are” es la expresión más concentrada de la inspiración musical del grupo. La brevedad de la melodía y las palabras son todo lo que me gusta. El sentimiento vivo detrás de estas formas parece real.
–¿En qué consiste el “transrock”?
–Cuando hice Zii e Zie, surgió el concepto de “transambas”, pues la banda, con formato de trío de rock, tocaba conmigo algunas composiciones con un tratamiento extraño al género (de las cuales, canciones como “Perdeu”, ya eran raras en sí mismas). Entonces ahí me vino la idea de que lo que la propia agrupación hacía se debía llamar “transrock”, porque no soy un cantante o compositor propiamente de rock, y mis relaciones amorosas con éste son oblicuas.
–Abraçaço cierra la trilogía (con Cê y Zii e Zie). Siete años atrás, ¿pensó en este período en función de un concepto artístico? ¿Por qué concluye ahora, y, de paso, con un gran abrazo?
–Cuando los músicos se reunieron para tocar las canciones de Cê no me imaginé que haría otro álbum con ellos. Pero la convivencia fue tan buena y fluida que me dieron ganas de seguir tocando con el grupo. Abraçaço es una palabra que me gusta mucho. Tal vez no esté en el diccionario, pero se puede decir de la misma forma que “golazo” o “equipazo”. Están también las de connotación colectiva: se llaman “besazos” a las demostraciones en las que varios cónyuges homosexuales, a partir de la institucionalización del matrimonio gay, se besan en un lugar público. En español, ustedes tienen muchas expresiones (a veces peyorativas) que manifiestan una acción generalizada con el sufijo “azo”. No pretendo dejar de tocar con Pedro Sá (guitarra), Ricardo Dias Gomes (bajo) o Marcelo Callado (batería). Sólo sé que el esquema será diferente.
–¿Es la entrega más flexible de la terna?
–Tanto para mí como para los músicos de la banda, el productor Moreno (y la crítica brasileña), Cê es el único disco radical de la trilogía, mientras que Abraçaço es el más flexible y agradable al paladar. Muchas veces atribuimos el éxito a la actitud condescendiente, aunque creemos, en nuestro caso, que se debe al hecho de que el público, luego de tantos años, ya está acostumbrado al sonido creado para Cê.
–A pesar de que reconoció en un sinnúmero de oportunidades que sus discos no lo dejan satisfecho, ¿recuerda la sensación que lo embargó una vez que escuchó su más reciente producción tras terminarla?
–Livro es un disco al que admiro, así como Transa, Uns y Cê. En una época me gustó mucho Jóia, hoy no sé. Sea como fuese, ninguno de mis álbumes ni de mis canciones me complace plenamente. Me gustan “Uns”, “Cajuína” y “Outro”, aunque no encuentre satisfacción en ellas. La verdad es que casi nunca escucho mis grabaciones, y cuando lo hago sucede casualmente en un restaurante, en fiestas de amigos. En fin, un tema o una producción mía me puede dejar feliz por unos minutos, pero nunca satisfecho. Recibí correos electrónicos entusiastas de Bob Hurwitz, presidente de Nonesuch, el sello que me representa en Estados Unidos, y uno muy especial de Wim Wenders. Se trata de la única devolución que tuve desde el exterior con mi nuevo trabajo. A pesar de que estoy sorprendido con su aprobación enfática, no veo en Abraçaço nada que lo diferencie de los dos anteriores. Aunque, al menos en Brasil, es el más exitoso de los tres.
–¿Cómo fue en esta ocasión la dinámica de trabajo con Pedro Sá, su productor de cabecera en esta avanzada transrock (aparte de integrante de Banda Cê), a la que se sumó su hijo Moreno?
–Moreno no sólo es mi hijo, sino que con él establecí una gran amistad desde que nació. El y Pedro Sá son amigos de la infancia, por lo que este último es también mi amigo, además de que fue quien me recomendó al resto de los músicos de la agrupación. Entonces, toda la historia de concepción de ese sonido nació de mis conversaciones con él, que ya tocaba conmigo cuando Jaques Morelenbaum dirigía mi banda. No obstante, la manera como Cê se realizó se debe mucho a Moreno; él me convenció para crear un repertorio nuevo usando mi modo de cantar de siempre: había imaginado un disco en el que mi voz estuviese electrónicamente deformada hasta quedar irreconocible, haciendo un álbum paralelo con un seudónimo de rockeros contemporáneos originales, pero mi hijo me hizo cambiar de idea. Pedro es un artista conocedor e inteligente, muy musical y talentoso. Y eligió a unos chicos informadísimos. Nunca tuvimos dificultades para comunicarnos, al punto de que no tuve un grupo en el que mis ideas se entendieran tan fácilmente. Además intercambiamos opiniones sobre discos y actuaciones de los demás. Y estos muchachos son geniales para convivir. Hablo con ellos acerca de Dirty Projectors y Noel Rosa, y ellos me cuentan sobre Devo. Nos entendemos absolutamente.
–Al igual que sucedió con Julian Lennon, Femi Kuti o Ziggy Marley, cuyas trayectorias estuvieron sujetas a sus apellidos paternos, ¿cree que su vástago, con el que produjo el álbum Recanto, de Gal Costa, sucede lo mismo?
–Veo a Moreno como a un ser impar: autónomo y sabio, fantasioso, pero sobrio. El es como ninguno. No oigo ni leo las comparaciones que le hacen conmigo, salvo los comentarios comunes de que el timbre de su voz muestra la relación biológica, lo que me pone orgulloso. Fuera de eso, es un hombre libre, por supuesto. Digno, refinadísimo, un artista y amigo generoso.
–Rogério Duarte, mentor del tropicalismo, así como autor de muchas de las tapas de sus álbumes, compuso “Gayana”, el único tema de su nuevo trabajo que no fue firmado por usted. ¿Por qué lo eligió para cerrar el disco?
–Rogério es mi gran compadre y un genio peculiar. Cuando él, ya retirado y viviendo casi monásticamente, me dijo que estaba componiendo (es artista gráfico y siempre tocó la guitarra clásica, pero nunca se había adentrado en el terreno de la canción), y que tenía una bien especial que me quería mostrar: “Gayana” (en ese entonces se llamaba “Himno gay”), a la que quise incluir en el álbum. La decisión de dejarla para el final fue tomada colectivamente por los músicos de la banda y Moreno (que, aparte de ser ahijado de Rogério, toca el bajo en el tema).
–No obstante, usted abre Abraçaço con “A bossa nova é foda”, toda una declaración de principios en la que defiende a esta expresión sonora de los estereotipos que la definen en Estados Unidos y Europa. ¿Qué lo motivó a hacer esa descarga ahora, y aparte de esta forma?
–La bossa nova fue un acontecimiento de grandes proporciones en nuestra vida. Ningún artista brasileño de mi generación dejó de hablar de este trauma inicial. ¿Qué hizo Joao Gilberto? Les dio la dirección y el estímulo a las composiciones de Jobim, Lyra y Menescal, cambiando la forma de entender la música popular de Brasil. Y fue inmediatamente adoptado por el gran público. Es de eso de lo que hablo siempre, tratando de decirlo cada vez mejor. “A bossa nova é foda” (N. del R.: si bien literalmente foda, en portugués, expresa el acto sexual, en Brasil se utiliza también para referirse a los problemas o dificultades, o para denotar algo bonito o muy fuerte) nació de la inspiración de exponerlo exactamente en esos términos. Los errores de perspectiva de la visión internacional sobre el significado del género son viejos. Pero es más anacrónica la opinión foránea de que aquel movimiento se resume en un estereotipo sin que éste se diluya en el preconcepto de lo vulgar. Miles Davis dijo que “Joao Gilberto es música hasta leyendo un periódico”. La bossa nova influyó en la punta de lanza del jazz de los años ’50 y ’60, y definió caminos para maestros de escuelas de samba, nuevos músicos, ensayistas de las ciencias sociales y poetas vanguardistas. Hoy, Joao Gilberto es amado incluso por los luchadores de las artes marciales combinadas (MMA).
–En los últimos años, la sociedad brasileña le exige al mundo que reconozca su cultura tal cual es. Pero, al mismo tiempo, pareciera que la bossa nova y el samba ya no tienen el mismo peso entre las clases populares brasileñas como en décadas pasadas. ¿Ese rol lo ocupa en la actualidad el baile funk?
–Países como la Argentina y el Brasil están predestinados a ser interpretados de una forma simplificadora: las personas en Estados Unidos, Australia o Inglaterra no saben lo más mínimo sobre la cotidianidad argentina para entender la relevancia de Spinetta. Nosotros, por el contrario, conocemos lo suficiente acerca de la cultura popular de Estados Unidos para comprender el encanto de los errores de Bob Dylan cuando toca la guitarra y la armónica. En cuanto al baile funk, que me encanta –por su parentesco histórico con la bossa nova–, es el género favorito de los millones de habitantes que viven en la favela y en la periferia de los centros urbanos, aunque se encuentra mano a mano con las diversas modalidades del samba, entre las que destaca el pagode. La bossa nova ve su modelo de lucha reproducido en el baile funk –que pasó de influenciado a influyente en ese pop mundial que se aproxima a la electrónica de matiz popular, como el de M.I.A. y Diplo–, y oye en el pago de los ecos de sus experimentos armónicos y melódicos, además de la exigencia de la ejecución.
–¿El hip hop participa también en este proceso de redención proletaria?
–Con el hip hop hay un acompañamiento intenso de parte de los favelados de todo Brasil, y de la extrema juventud de las clases medias y altas, con énfasis en su contenido político y racial. Ya lo subrayó Chico Buarque: el rap es la forma más genuina de la canción de protesta de los tiempos actuales, porque son los propios oprimidos los que componen y versan acerca de su realidad. Las primeras letras críticas locales fueron escritas por Vinicius de Moraes, y cantadas por Nara Leao: él, el principal letrista de la bossa nova, y ella, su musa e intérprete inicial. Todo lo que tenemos hoy son cosas que nuestro país tuvo que pasar por la bossa nova para ser capaces de producir.
–De sus tres últimos álbumes, el que lo trae de vuelta a la capital porteña es posiblemente el más melancólico. Además de que, aunque parezca sin esa intención, es un trabajo que flirtea con la política, al punto de que homenajeó al guerrillero urbano brasileño Carlos Marighella en el tema “Um comunista”. ¿Por qué lo hizo?
–Sin lugar a dudas, Abraçaço es el más melancólico. Pero creo que, de los tres, era más político Zii e Zie, a través de temas como “Perdeu” y “A Base de Guantánamo”, ya que Cê era casi exclusivamente individualista. Aunque, además de “Um comunista” (que es casi una parodia de las canciones de protesta de la década del ’60), en mi último disco está “O imperio da lei”, una canción sobre los asesinatos impunes de campesinos y misioneros en el norte de la Amazonia.
–Tras todos estos años de trayectoria, ¿le duelen las críticas?
–Casi nunca. Pero siempre fue así. Detesto las mentiras y falsedades, y cada vez que las detecto reacciono abiertamente. Pero leí un sinfín de insultos en la Internet y en las revistas a los que no les presté atención.
–Abraçaço es su disco número 49. ¿Ya pensó cómo será el 50?
–No sé cuántos discos hice, y me resulta difícil contarlos debido a que grabé algunos con colegas y otros en solitario. Pero incluso si fuera fácil contarlos, no tendría el deseo de hacerlo.
–Usted mantiene intacta su necesidad de reinvención constante, pero tiene 71 años. Incluso, su médico le recomendó que hiciera esta entrevista por mail para cuidar la garganta. ¿Le afecta darse cuenta de que está envejeciendo?
–Desde hace mucho tiempo, envejecer me incomoda. Específicamente, desde el instante en el que necesité usar anteojos, pues tenía una vista excelente. Después se fueron sumando otros achaques. No obstante, ese consejo de evitar hablar largamente por el teléfono se debió a un problema vocal que padecí anteriormente. Aunque Simone de Beauvoir acertó al observar que, a partir de una cierta edad, ya no distinguimos entre la vejez y la enfermedad. Así que supongo que mi problema con la voz será pasajero, y que los reposos y ejercicios requeridos me devolverán la capacidad que tenía hace algunos meses. Si no sucede así, habrá sido entonces una molestia más del envejecimiento.
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