Jue 19.09.2013
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MUSICA

Las protestas que sacudieron a Brasil

–Muchos de los músicos jóvenes que participaron en las protestas que en junio sacudieron a Brasil se decepcionaron porque usted y Chico Buarque, que son dos artistas con una visión política bien aguda de su país, no se hubieran pronunciado sobre lo que estaba sucediendo. ¿Qué opinión le merecen estos comentarios?

–Desconozco las quejas de que no me haya pronunciado acerca de las protestas. Nadie las esperaba, y cuando me di cuenta de ellas, escribí una nota sobre el asunto en el diario O Globo, y luego en mi página web. En realidad, se trata de una serie de artículos, que todavía sigo haciendo debido a que las manifestaciones continúan. Una observación que hizo un periodista es que en estas nuevas algaradas no hay líderes, ni partidos, ni figuras de renombre. Además de ser una celebridad, estoy viejo para recibir gases lacrimógenos, spray de pimienta y balas de goma. Mi hijo Moreno y su esposa sí fueron. Se sofocaron un poco, pero estuvieron felices con muchos aspectos de la experiencia. A mí, que soy el típico muchacho de los años ’60, me simpatiza la idea de la que la gente salga a la calle para hacerse oír. Después, creo fascinante el modo de organización silenciosa que se da a través de Facebook y Twitter, porque permite que no haya guías visibles. Es el espíritu de los tiempos. Y las reivindicaciones hechas por los manifestantes eran casi todas lógicas. Los gobernantes quedaron espantados. En todos los niveles, los políticos tuvieron que buscar respuestas. Hasta hoy, nadie sabe qué consecuencias reales tendrán esos eventos. Los que apoyan al gobierno temen que eso desestabilice el proyecto del partido de permanecer al frente del país por varias décadas. Muchos creen que la confusión puede generar el deseo de otro golpe de la derecha. Claro que se puede leer en los blogs de algunos periodistas afines a ese ideal conjeturas de que los militares volverán al poder. Pero la mayoría de la población no parece pensar así. Si esto resulta en una alternancia, no me disgustará. Si se impusiera el autoritarismo, lo detestaré. Si se produce un cambio en las relaciones de fuerza de la política oficial, puede ser bueno. Aunque el hecho es que el movimiento todo expone una crisis de representatividad. De mi parte, respeto la democracia representativa, y no siento mucha firmeza en las formas delirantes de democracia directa descriptas por Hardt y Negri. Sin embargo, pienso que esas ganas de experimentación institucional deben ser incontrolables y, al mismo tiempo, saludables.

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