MUSICA › ENTREVISTA A CLAUDIO GABIS, UN HISTóRICO DEL ROCK ARGENTINO
El ex músico de Manal está de gira nacional. Próximamente será publicada una tercera versión del disco Convocatoria, en este caso con 26 temas, que suma a la anterior edición dos bonus marca Gabis: el rocanrol “Mudanzas” y el clásico “Esto se acaba aquí”.
› Por Cristian Vitale
Pasan los años, pero no para Convocatoria. Sabía Claudio Gabis, cuando trazó los ejes de aquel disco “de selección” destinado a reciclar en el imaginario la gesta del rock argentino, que daba en un punto nodal. Primero, a través de una edición que la Warner partió en dos y –capricho empresarial mediante– puso todo en el Volumen I, el de aquella formidable versión de “Rock de la mujer perdida”, por Andrés Calamaro; de “Jugo de tomate”, by Charly García o de “No hay tiempo de más”, por Ricardo Mollo, pero ninguneó la otra parte, con visitas también impresionantes a “Nena boba” (por Fito Páez), “Avellaneda Blues” (León Gieco) o “Buenos Aires Shuffle” (por Moris), que no tenía nada que envidiarle a la primera. “Cosas que pasan, ¿no?... El Volumen II, o lo que la compañía transformó en volumen II, porque en verdad se trataba de un disco doble, salió sin promoción ni interés. Se publicó en estado de orfandad”, señala Gabis sobre aquella irregular primera edición de Convocatoria, que tuvo su revancha en el año cero del siglo XXI como disco doble y dos bonus (“Buenos Aires Blues” y “Bajando a Buenos Aires”), que sumaban a la Mississippi Blues Band. “Recuperé los masters por incumplimiento de contrato, digamos, y lo reedité. Me di el gusto de hacerlo como yo quería”, refresca el guitarrista.
La buena nueva es que a tales ediciones en breve le sucederá una tercera con 26 temas total, que suma a la anterior dos bonus marca Gabis: un rocanrolazo de fines de los ochenta llamado “Mudanzas”, y una revisita a “Esto se acaba aquí”, tema creado por el guitarrista-fundador de Manal en 1973, e incluido en su segundo disco solista. “Son temas que, me pareció, enganchaban bien con la temática de Convocatoria”, justifica, en plena gira nacional, cuya parada en Buenos Aires será el viernes 8 de noviembre en el Teatro Vorterix (Lacroze 3455), donde se presentará acompañado por Juan Rodríguez en batería, Ciro Fogliatta en teclados y Frans Banfield en guitarra, entre otros músicos. “En el caso de ‘Mudanzas’, diría que es una pequeña crónica de mi partida del país, desde el mismo momento que entregué el pasaporte en Ezeiza. Dice algo así como ‘en esta ocasión me siento diferente, será quizá porque me marcho para siempre’. No sé, era una sensación que tenía en ese momento... mi segunda partida hacia otro país tenía un carácter más definitivo. También refleja mi situación y mis pensamientos en el avión: ‘Hay tiempo suficiente para pensar un poco, me voy porque estoy cuerdo o completamente loco’, dice la letra, que termina con mi llegada a España, donde camino un poco, me para un policía, me pide el pasaporte y me pregunta qué estoy haciendo ahí. Es una crónica de 48 horas de transición, donde tuve la sensación onda ¡otra vez me mudo, loco!”, se ríe.
–¿Se mudó mucho en sus 64 años?
–Sí, y cada vez me cuesta más mudarme. Hacer una valija, viajar, en fin, no es sólo que estoy más viejo y soy más perezoso, o que estoy más apantuflado... es un gasto de energía muy grande, sobre todo cuando es la segunda vez que cambio de país.
La primera había sido entre 1973 y 1974, con destino distinto (Brasil) y una mochila que no sólo cargaba cuatro intensos años de blues y rock junto a Manal, sino también sus aportes en el primer simple de Los Abuelos de la Nada (el de “Diana Divaga”), en los discos debut de Sui Generis (Vida); Raúl Porchetto (Cristo Rock) y David Lebon, más su paso pesado por la Pesada del Rock and Roll. “Brasil era un lugar fenómeno para vivir lo que yo quería vivir en ese momento... la aventura de un tipo que cumplía 23 años, y que de repente a los 19 se había metido en un proyecto serio, casi adulto, como fue Manal. A los 20 años yo era un tipo que en un año había provocado un proceso de transformación personal muy importante, y que además se lo tomaba muy en serio... Dylan tiene una canción que dice: ‘Pequeño chico perdido que se toma a sí mismo muy seriamente’, y toda mi generación era así, muy seria. ¿Vio las fotos de Manal, de Almendra, de Vox Dei...? No hay una sonrisa. Todos aparecemos como imbuidos en una misión, cultivábamos un aire de ser más grandes de lo que éramos”, sonríe una de las plumas del gran “Avellaneda Blues”.
–Se fue a vivir a Brasil para “relajar”, digamos...
–Podría ser, sí. Es que me encanta el sensualismo brasileño, la música, los lugares, la gente. Tanto, que volví un rato a Argentina, grabé el primer disco con La Pesada, permanecí dos años enormemente creativos, con un team de lujo (Isa Portugheis, Kubero Díaz, Alejandro Medina, Billy Bond y Jorge Pinchevsky) y una relación interna preciosa, buena onda entre las minas de unos y otros, chicos dando vueltas, guita... una bonanza que duró hasta el famoso Luna Park del 20 de octubre de 1972 que, como sabemos, terminó en escándalo (ver recuadro). Entonces, La Pesada sufrió un desencanto, paró los conciertos, grabó Tontos, el último disco, y chau.
–Un disco raro...
–Sí, es el antidisco... es el negativo de un disco, porque tiene todo lo que no sale en un disco. Tiene un solo tema, “Tontos”, precisamente, cuya letra es una crítica a todos: a los hippies, a los caretas, a los tipos de chaleco, y que un poco refleja el sentimiento con el que nos fuimos de ese Luna Park. ¿Qué hacés ante una situación en la que hay una represión tan brutal, un desencuentro social tremendo...? Bueno, todo eso, más la caída de Salvador Allende en septiembre de 1973, me hicieron tomar la decisión de irme a Brasil donde, si le sumo todo el año ’76, que ocupé en Boston estudiando en la Berklee, completé doce años.
–Retorno de Manal entremedio.
–Bueno, sí. Eso lo hice con un pie acá y el otro en Brasil, entre 1980 y 1981. Vivía allá, pero mi vieja no estaba bien y yo venía bastante. Un poco para apoyar a mi viejo, y otro para la vuelta de Manal, que fue un “reprise” digamos y duró lo que duró, porque cada uno tenía su ego potenciado en acción.
–Tres personalidades fortísimas, por empezar...
–Fortísimas, sí. Habían pasado diez años de la primera separación, habíamos tomado distancia en muchas cosas, pero en otras repetíamos los mismos errores de siempre, cada uno los suyos. Empezamos muy bien, pero una vez pasado ese período de revival, inexorablemente uno vuelve a cometer los mismos errores y en un momento nos quedó claro a los tres que lo mejor era no seguir juntos. Fue muy sensato, porque Manal era una banda naturalmente conflictiva. Había incompatibilidad en cosas recurrentes. Igual, lo sensato hubiera sido una separación buena, pero no supimos realizarla.
–¿Nunca se plantearon una “re re”?
–No, porque pasó el tiempo, las distancias se fueron haciendo más grandes, los fantasmas empezaron a aparecer más a menudo, y uno llegó a la conclusión de que Manal hizo lo que hizo en su momento, porque había una magia, que implicaba buena onda entre nosotros, ¿no?, pero al no existir más eso no tenía sentido seguir. En este momento no hay razones para que Manal se reúna, no hay buena onda. Cada uno está haciendo lo que puede con su carrera...
En su caso, lleva 25 años viviendo en Madrid y haciendo, básicamente, lo que hizo casi toda la vida –tocar y dar clases– más algunos hábitos que fue adquiriendo con el tiempo: conducir un programa radial (La cofradía del blues), que se emite mediante una radio dependiente del Círculo de Bellas Artes de Madrid, o escribir libros. “Ya escribí un libro sobre armonía, y ahora estoy con una novela que habla sobre los orígenes del rock argentino, porque considero que éstos tienen mucha crónica pero poca ficción... básicamente es mi vida y tiene un leit motiv que es la importancia de descubrir la vocación: uno de los escenarios es el colegio donde estudié, el Nacional de Buenos Aires, donde fue una hazaña terminar el secundario”, se ríe.
–Quedaba pendiente el otro tema que sumó a la nueva edición de Convocatoria: “Esto se acaba aquí”.
–Sí, lo hice hace 40 años pensando en alguna guerra de Oriente Medio como tópico disparador. Era el panorama general de la época, sumado a la cosa esotérica que me copaba en ese momento, porque me copaban las profecías de Nostradamus, y estaba convencido de la situación apocalíptica que se estaba viviendo: “Estoy harto de mesías, generales y doctores; de políticos sin alma, negociados y traidores; de hipodérmicas, pastillas y otras intoxicaciones; de pentágonos, hexágonos y de francotiradores; caerá sobre la tierra una horrible maldición; lloverán pestes, culebras y los hombres escorpión; y aunque muchos se arrepientan de toda esta destrucción, esto se acaba aquí”.
–Un Gabis “milenarista”.
(Risas) –Sí, algo así.
–¿Lo modificó, le agregó algo?
–Una estrofa que dice: “Estoy harto de la crisis; de los bancos y el mercado; de la soja, los transgénicos y del aire envenenado; de la izquierda, los del centro y los neoliberales; de la tele, de la radio y de las redes sociales”.
–¿Lo hizo pensando en España o en Argentina?
–En todas partes, porque mi sensación es que existen escenarios bélicos y económicos globales... yo creo que hay un plan global perverso del manejo de la economía y las finanzas, que en un momento cae en un lugar, en otro momento en otro, pero los actores son los de siempre: tipos poderosos que manipulan todo, esos mismos de los que hablábamos en las épocas de Manal.
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