Miércoles, 4 de diciembre de 2013 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA AL MúSICO ESTADOUNIDENSE ADRIAN BELEW
Al borde de sus conciertos en el Opera porteño y el Auditorium de Mar del Plata, el guitarrista recorre temas que van de su más reciente invento musical al día en que empuñó un instrumento.
Por Eduardo Fabregat
Desgranar el currículum de Robert Steven Belew, bastante más conocido como Adrian Belew, llevaría una cantidad de líneas necesarias para otras cosas. Vaya una enumeración rapidísima, telegráfica e ilustrativa: Frank Zappa, Talking Heads, David Bowie, Laurie Anderson, Nine Inch Nails, The Bears, King Crimson e infinidad de proyectos en colaboración. Podrían decirse varias cosas sobre todo eso, y de hecho algunas se encuentran en estas páginas. Pero mejor concentrarse en las citas de honor que se producirán mañana en el Teatro Coliseo y el viernes en el Auditorium de Mar del Plata, donde Belew, Julie Slick y Tobias Ralph pondrán en escena otro vendaval del AB Power Trio. Por ello es que el prodigioso guitarrista toma la palabra, antes de que el público argentino se quede sin palabras frente a lo que sucede cada vez que el tipo ocupa el escenario.
–¿Cómo es la dinámica de este trío? ¿Qué posibilidades sonoras le permite explorar a esta altura la formación guitarra-bajo-batería?
–Un power trío permite una mayor libertad para el guitarrista. Usualmente el problema es que cuando la guitarra hace un solo, el fondo se cae, pero suelo hacer loops de guitarra y hacer el solo encima: la banda de pronto suena como un cuarteto. El power trío me da la posibilidad de redefinir mi catálogo. La mayoría de lo que tocamos no fue pensado para un trío, con lo que el desafío es darle a la música una “nueva vida”... ¡es muy excitante! Ultimamente siento que el formato de trío es el que mayores facilidades ofrece para la improvisación. Creo que conseguimos un buen balance entre mi material solista y el de King Crimson.
–De todos modos, siempre entre el público hay alguien que le pide una que no está en la lista, ¿no?
–Sí (se ríe). Pero es bueno, soy feliz y me siento afortunado de que la gente disfrute mi música. Sigo disfrutando de tocar y de que la gente venga, y estoy muy contento con ir de nuevo a Sudamérica. Va a estar buenísimo.
–¿Qué es y cómo funciona FLUX?
–Es difícil explicar algo que en realidad debe ser escuchado, pero trataré de hacerlo de la mejor manera. FLUX es una experiencia musical que nunca se repite: un ciclo de media hora que cada vez que lo ponés es diferente a la vez anterior; de algún modo es el mismo material, pero que llega en diferente orden, o con sonidos distintos, o tiene una mezcla diferente. Está organizado a través de hacer todo en pequeñas piezas o snippets, y así en vez de tener una canción de tres minutos, tenés el estribillo o el solo de guitarra y una estrofa, y en la siguiente escuchás una estrofa diferente, y otro solo, y cada tanto quizá la canción completa. Está mezclada con efectos de sonido, pedacitos de música, ideas de guitarra: una cosa viene detrás de otra rápidamente, y por ahí estás escuchando algo y un golpe en la puerta deja paso a una guitarra, y cuando estás contemplando eso, de repente se ve interrumpido por un cloqueo de pollo y otra canción diferente, y así. Y así funciona cada vez que lo escuchás, y es como... bueno, es como tener cientos de discos, en realidad (se ríe). En FLUX hay horas y horas de material, y vos sólo escuchás una versión al azar durante media hora. Y algo que también lo diferencia de una grabación clásica es que voy a seguir subiendo elementos, convirtiéndolo en algo que evoluciona todo el tiempo.
–Suena fascinante: muy de siglo XXI.
–Es un concepto que tuve en mi cabeza durante buena parte de mi vida, aunque tuve que esperar la tecnología necesaria. Pero va más allá de que sea siempre diferente: es una nueva manera de escuchar música, de distribuir música, de unir piezas. La única regla es que el contenido tiene que ser breve para mantener el ritmo de sorpresa. Los snippets son el pegamento, pero también las interrupciones. Y a través del tiempo, este gigantesco rompecabezas musical empieza a tener sentido para el oyente.
–¿Y se descarga como aplicación a tabletas, teléfonos, computadoras?
–Claro, es la única manera que encontré de darle forma. Es una app que se ofrecerá gratis en iTunes. Se puede bajar una sección de, digamos, quince o veinte minutos, y entonces se ofrecerá comprar la versión premium –del mismo modo que te comprás un disco– por un costo nominal, que permite escuchar literalmente cientos de experiencias musicales.
–Estos años han sido difíciles para la industria, con problemas relacionados con nuevas tecnologías. Algunos músicos vigilan la piratería, otros prefieren poner esfuerzos en brindar algo que ningún pirata pueda replicar: giras, ediciones especiales, etcétera. ¿Cuál es su visión?
–Yo espero que FLUX resuelva esos problemas, al menos para mi música. Como la música en FLUX nunca es la misma, no hay manera de que pueda piratearse. Hasta ahora no se pueden piratear aplicaciones. Por otro lado sigo creyendo en las performances en vivo como una parte importante de lo que hago. Y en el orden de realmente disfrutar una actuación en vivo... tenés que estar ahí. Es algo que tampoco puede ser pirateado.
–En las discusiones sobre la piratería suele dejarse de lado algo que Robert Fripp aplica hace tiempo: que los autores retengan la propiedad de sus canciones. ¿Esa es la gran discusión pendiente?
–¿Cuán buena es la propiedad autoral si todavía hay gente que roba tu música? El debate es cómo proteger la “propiedad intelectual”, sean canciones, música, arte, literatura: evitar que sean robadas. Si la gente no muestra voluntad de apoyar a sus artistas favoritos, eventualmente ya no habrá arte. Que a un artista no se le pague por su trabajo... es algo sencillamente insostenible.
–Para los seguidores argentinos de King Crimson, el regreso de la banda en Buenos Aires en 1994 fue algo absolutamente increíble. ¿Qué recuerdos tiene de esos días aquí?
–Pasamos un mes allí y fue muy cool, nos encontramos con un estilo de vida muy diferente... me acuerdo de la gente levantada a las 4 de la mañana y aún con ganas de irse a una fiesta, y recuerdo estar pensando “esto es algo que nunca vi en ningún lado”... y me encantó. Buscamos ponernos a nosotros mismos en una posición en la que pudiéramos crear y escribir Vroom y Thrak. Tengo un montón de recuerdos de mis intentos para escribir canciones que nacieron en mi cabeza estando allí. Con lo que la Argentina es un lugar especial, me conecta directamente con esa música y me hace recordar por qué escribí “Inner Garden”, todas esas canciones.
–Robert Fripp anunció otra encarnación de King Crimson, la primera desde 1981 que no lo incluye. En su Facebook, usted dejó claro que no tiene problemas, pero es inevitable preguntarle cómo se siente al respecto.
–Primero de todo, la gente debe saber que no va a haber un nuevo disco de King Crimson. No hay involucrada nueva música, es una banda con un concepto diferente que presenta tres bateristas al frente y el resto de los miembros atrás, y la idea es hacer material clásico de King Crimson de un modo nuevo. Van a girar por cuatro semanas, creo que quizá sólo en EE.UU., con lo que no es estrictamente “un nuevo King Crimson”, en el sentido de una banda que graba tres discos y hace gira mundial. Cuando Robert me explicó el proyecto y que no tendría sentido que yo participara, me pareció OK. He estado 32 años en King Crimson, escribí mucho material para la banda, disfruté muchísimo la experiencia y lo que hicimos juntos; estoy orgulloso de la música que creamos, y soy feliz de apoyar a Robert en lo que quiera hacer. Soy feliz dentro y fuera de King Crimson. Y debo remarcar que Robert y yo tenemos una larguísima amistad, que no se basa en estar en la misma banda.
–Lo que se sabía de Fripp es que estaba abocado a su disputa legal con la industria y no quería tocar. Hace tres años, cuando vino con la League of Crafty Guitarists, dijo que seguía sin aparecer una música que justificara el regreso de Crimson. ¿Le sorprendió el cambio de opinión?
–No realmente. Es coherente con su historia pasada. El empieza la banda y la sostiene por tres años, luego la deja, y siete años más tarde la reanuda. Puede ir sincronizando el reloj.
–¿Cómo cristalizó la idea de The Crimson ProjeKCt?
–Para Tony Levin, y para mí, 2011 fue el año del 30º aniversario de nuestro ingreso a King Crimson. Robert nos dio su bendición y sugirió el nombre. The Crimson ProjeKCt es una celebración de la música de King Crimson, presentando a sus legítimos originadores. Sí, es nostálgico, pero eso está bien, porque cada uno de nosotros sigue haciendo nueva música.
–Hay fechas en Europa en 2014, ¿qué posibilidades hay de ver a ese ProjeKCt en la Argentina?
–Me encantaría que el Crimson ProjeKCt hiciera una gira más larga, que incluya a varios países su-damericanos. Se necesita un promotor audaz, que se atreva a semejante tarea. Creo que el público vendría... ¡y le encantaría lo que hacemos! Me apena que no hayamos podido hacerlo este año, pero toda la gente involucrada en Crimson ProjeKCt tiene su agenda ocupada... apenas si pudimos poner en marcha al Power Trio en diciembre, pero el resto de los músicos estaba ocupado con cosas que ya había decidido con antelación. Es algo que deberíamos hacer. Lo que viene ahora es el trío, que es una propuesta diferente, pero creo que podremos volver con el Crimson ProjeKCt. Absolutamente.
–Usted participó en infinidad de proyectos, algunos tan conocidos como Talking Heads y otros no tanto como The New Czars o Man on Fire. Es de suponer que recibe propuestas a menudo, ¿qué cosas definen que acepte?
–Tres cosas. Primero, tiene que ser música por la que sienta afinidad, y que pueda agregarle algo que tenga sentido. Segundo, necesito tener el tiempo que me permita comprometerme al 100%. Y tercero, tiene que existir una compensación apropiada a mis esfuerzos.
–¿Qué cosas lo inspiraron y lo llevaron a esta carrera? Cuando era chico, ¿se escuchaba música en su casa, había un entorno inclinado al arte?
–Crecí en una familia bastante pobre, y nadie de mi familia tenía inclinación musical. En casa no había instrumentos. Cuando era chico me encantaba cantar con la radio y descubrí que “entendía” cosas musicales que la mayoría de la gente no captaba. Podía armonizar, por ejemplo, y tuve un entendimiento innato de los ritmos. Como muchas otras familias de bajos recursos, el arte no era una prioridad en nuestra casa, pero había un montón de amor, con lo que tuve una infancia muy bella. Y no sabía que éramos pobres, así que no me importaba.
–¿Recuerda la sensación de una guitarra en las manos por primera vez?
–Yo empecé como baterista a los 10 años, y me uní a la banda de la escuela para tocar en desfiles y partidos de fútbol americano. A los 14 me uní a mi primer grupo como baterista y cantante, y a los 16 decidí que quería tocar la guitarra. Recuerdo ese período de mi vida: como nadie me enseñó, tuve que encontrar por mí mismo la manera de tocar, y me apasionó tanto que se hizo costumbre que, a los 16 años, cada día cuando llegaba de la escuela me iba directo a mi cuarto a aprender a tocar. Todavía recuerdo esa sensación de estar hambriento por el conocimiento: todo lo que escuchaba, cada canción, cada cosa que descubría cómo tocarla en la guitarra era tan excitante... y es algo que me sigue sucediendo: cada vez que escucho algo que me gusta, busco descubrir qué están haciendo.
–Esa manía de la oreja de detenerse en pequeñas cosas y sacarlas, ¿no?
–Sí, y escucho de todo. La gente quizá no se da cuenta porque no lo traslado a los shows, pero me encanta ponerme a tocar cosas que escucho de músicos de country, de blues; aprendí a tocar la guitarra slide, piezas clásicas. Eso formó parte de mi educación como un todo, pero después de unos años tuve que tomar el compromiso de ser yo. Encontrar la manera de ser algo que no fuera nadie más. Así empecé a apasionarme por hacer sonar la guitarra como otras cosas, que era algo que nadie estaba haciendo, y sentí un comienzo propio.
–Es notoria su fascinación por los sonidos de animales. ¿De dónde viene?
–Fue la primera cosa que encontré que nadie más parecía estar haciendo... amo los animales, los rinocerontes, elefantes, ballenas, los pájaros... fue una manera de encontrar mi estilo. Pero el asunto con hacer sonidos como ésos es que si no les proveés un hogar musical, son sólo un truquito. El sonido de elefante se produce en el marco de una canción llamada “Elephant Talk”. Cuando obtuve el sonido del rinoceronte, escribí “The Lone Rhino”. Se trata de darles a esos sonidos un lugar donde vivir musicalmente. No son sólo unos ruiditos divertidos que hace un tipo con la guitarra.
–Cada compositor tiene su modo y sus manías... en su caso, ¿cómo comienza una canción?, ¿es un ruido en su cabeza, el producto de ponerse a experimentar y trabajar, eso de “10% inspiración y 90% transpiración”?
–Mi música llega de todas esas maneras. A veces la escucho en mi cabeza. A veces me inspira un evento, algo que sucedió o un sonido nuevo o una técnica nueva. A veces “construyo” capas y capas de música en el estudio. Pero la mayor parte del tiempo es un trabajo duro al viejo estilo: me siento con el instrumento y trato de crear algo nuevo.
–Entre tanto ruido, ¿cuál es su lugar en el mundo, allí donde encuentra una paz instantánea?
–Mi hogar en Tennessee. En la parte trasera de mi casa tengo un bosque por el que pasa un pequeño arroyo... Son cuatro o cinco acres de bosque, y ése es un lugar en el que me gusta sentarme, no hablar, reflexionar... Me gusta estar en ese entorno de naturaleza, creo que la naturaleza realmente se conecta con lo espiritual. Cuando me siento allí y contemplo el bosque, o veo esos árboles a través de la ventana, me hace sentir algo especial. Me gusta hacer cosas, viajar por el mundo, pero necesito este lugar. En mi casa está el estudio y, en términos de ser un artista, mi estudio es todo para mí, es como un lienzo sobre el que puedo pintar cada vez que quiero. Ha sido una gran cosa tener eso en mi casa: cuando tengo una idea o quiero probar cosas, estoy justo ahí, tengo mis herramientas. Creo que por eso fui capaz de crear tantas cosas en mi vida. Te vuelve muy productivo tener lo que necesitás al alcance de tus manos. Soy un tipo muy afortunado.
–¿Cuántas guitarras hay en ese estudio?
–Me sigo deshaciendo de guitarras, todavía regalo o vendo, pero creo que aún tengo 40 o 50. Aunque ya no compro guitarras, me las dan los fabricantes. Es lo más lindo del mundo: que te llamen de Fender o algo así y digan: “Tenemos esta guitarra para vos”. Así es como terminás teniendo 40 o 50 guitarras (risas)... Pero está buenísimo.
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