MUSICA › EL ESPECTáCULO QUE SE PRESENTA HOY EN HASTA TRILCE
Al músico no lo detiene ni la fiebre del Mundial e incluso señala que “tal vez sirva para sacarse la mufa de un partido perdido”. Junto a su cuarteto y el colectivo artístico La Musaranga, Cedrón presenta un espectáculo de aire festivo.
› Por Cristian Vitale
Agitada e intensa vida la del Tata Cedrón. No bien concluyó con los festejos por los cincuenta años de su cuarteto, a través de una gira que lo llevó por todos los rincones del país, se volvió a zambullir en el placer de hacer. En no más de un año, el músico grabó los seis capítulos que dieron vida a la serie Cedrón y los Poetas, que se emitió por Canal Encuentro; dio varios conciertos en Europa junto a la cantante española Silvia Pérez Cruz; y algunos aquí, en la esquina porteña de Jonte y Cuenca, donde suele festejar fiestas patrias a puro choripán y canciones. También ganó el Premio Edouard Glissant, en reconocimiento a su labor a favor de la unión de los pueblos y la diversidad cultural. “Año agitado, sí”, refrenda él, ante la prueba incontrastable de un haber que contiene, más allá de lo dicho, la grabación de un disco de folklore que acaba de sumar a sus obras completas, publicadas en Internet. “Todo el mundo la puede escuchar, pero no bajar”, aclara él, empapado en la impronta de los nuevos tiempos. “También hay algo que yo llamo ‘la cocina’ y que tiene que ver con unos ciento cincuenta temas que no salieron en discos, pero que subí a la página para que haya un registro de ellos. Está todo lo que hice desde la década del sesenta hasta hoy”, prosigue el cantor, músico, intérprete y compositor, que ni siquiera frena la rueda en días de Mundial.
“Yo sé que son tiempos difíciles, pero me largué igual... este puchero tal vez sirva para sacarse la mufa de un partido perdido”, se ríe Juan Carlos Cedrón, ante el difícil intento de redireccionar gentes y atenciones hacia su nuevo espectáculo: El puchero misterioso. “Así se llamaba el boliche en el que Tuñón iba a encontrarse con obreros, malandras, poetas, periodistas y mujeres de vida equívoca, y a nutrirse de ellos, claro. Un boliche atorrante que había en Buenos Aires en los años treinta y que nutrió de personajes no sólo a sus cuentos, sino a los de Roberto Arlt y los de otros autores”, señala Cedrón a Página/12, sobre el nombre escogido para la puesta que brindará, junto a su cuarteto (Miguel López + Daniel Frascoli + Miguel Praino) y el colectivo artístico La Musaranga, hoy y el próximo miércoles a las 21, en Hasta Trilce (Maza 177).
“Hacemos un puchero mezclado ‘a lo Tuñón’ con esta gente de San Fernando (La Musaranga) que hace veinticinco años trabaja con títeres y marionetas hechos con material recuperado. También hacen teatro, robots que hablan, loros que cantan... es la magia de Tuñón, otra vez, y por supuesto quise hacer algo con ellos”, sostiene el hombre que dotó de músicas precisas a “Los ladrones” o “Eche veinte centavos en la ranura”, intensos textos de Raúl González Tuñón, y que ahora impregna con sus sonidos los climas festivos y trashumantes de este puchero, rodeado de títeres, ventrílocuos y marionetas. “Es un circo con guirnaldas, florcitas, arena, telones, amplificadores con sonido de metal, como se usaban antes, Nelly Omar con poncho federal, cantando con sus guitarristas, y en medio de eso, yo”, se ríe el Tata, que también participa de su nueva locura a dos agrupaciones: Rojo Estambul y Barsut. La primera (Nicolás Blum en guitarra y voz, Josefina García en violonchelo, Sabrina Conde en violín y Pablo Vázquez en bandoneón) trabaja sobre poemas del vate pampeano Juan Carlos Bustriazo Ortiz. Y la segunda (cuarteto que evoca con su nombre a uno de los siete locos de Roberto Arlt), integrada por Beto Flores en voz y un trío de guitarras conformado por Diego Antico, Cintia Trigo y Agustín Urbicain. “Claro que Arlt está siempre entre nosotros, pero puntualmente hago ‘Orejitas perfumadas’, un vals hermoso. Y está bueno hacerlo con Barsut, que se destaca por sus valses, tangos y milongas.”
El olfato inclusivo y horizontal del Tata incorpora también a Aldo Capece en armónica, Gustavo Nacutti en guitarra y, dicho está, a La Musaranga –también conocida como Compañía Nacional de Autómatas–, un colectivo multidisciplinario de veinte artistas que suele protagonizar intervenciones callejeras “a la gorra” y que Cedrón define como proletas, casi mirándose en el espejo. “Somos todos proletas, y ésta es una producción pobre. Como decía Tuñón, ‘igual que un circo rico, pero pobre’”, se ríe y sigue: “Noso-tros somos eso, con una producción mínima pero mucha riqueza poética, mucha magia y ganas de hacer. La verdad es que estamos saliendo de la noche negra, nefasta, de lo electrónico, la bobada y el ruido, y hay gente que está haciendo cosas más calmas, con arreglos más pensados e instrumentos verdaderamente acústicos”.
–¿Se puede tender un puente entre este espectáculo y el concepto de circo criollo?
–Es más o menos eso, sí, porque está Nelly Omar cantando, yo también canto algunos estilos, y los personajes son perros, pájaros y personas argentinas. Ya hice algo así, circense, con Juan Gelman en los setenta, o con Laura Yusem, pero era una cosa muy armada, más política. En cambio, esto es Tuñón mágico.
–Le acaban de dar el Premio Glissant, el filósofo y escritor antillano que luchó contra la esclavitud y el colonialismo en épocas bravas. ¿Está satisfecho?
–(Risas.) Digamos que siempre amé y cultivé lo diverso, la poética, lo mágico, y el premio precisamente reconoce eso... Es un honor, claro, ¿cómo no acordar con su lucha, que además estaba nutrida de una mirada poética increíble? Como digo siempre, estar en el mundo es estar emocionados, y creo que Glissant fue uno de los que llevó ese principio hasta las últimas consecuencias.
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