Sábado, 27 de septiembre de 2014 | Hoy
MUSICA › MATEO POR SEIS RECUPERA LA OBRA DEL GENIAL CANTAUTOR
Por Cristian Vitale
Escucharlas es como entrar en un sueño largo. Son músicas que cuelgan, que abstraen, que se cuelan en otros mundos –imaginarios o no–, que descansan tensiones, que trasladan. Es como estar en la Luna. O solos y de noche, en la Ciudad Vieja. O frente a quien las concibió: Eduardo Mateo. Pero el contexto es otro –la Sala Siranush, de Palermo– y quienes están, obvio, también son otros: Jorge Shellemberg, Alberto Wolf, Popo Romano, Ney Peraza, Pitufo Lombardo y Martín Ibarburu. Seis tipos que se pusieron Mateo Por Seis, pero que podrían haber cambiado de signo sin alterar el producto. Podrían ser Mateo “dividido seis”, desglosado en tres guitarras, bajo, batería y percusión, y revivido en ellos, claro. Como fuere, es lo que sucede hace veinte años, cuando a Peraza, cantante, guitarrista y arreglador, se le ocurrió juntar viejos amigos y eternizar Mateo a través de ellos. Y es lo que sucedió anteanoche, cuando cruzaron el río por primera vez y expusieron parte de aquellas rémoras. Parte de la prolífica, genial y dispersa obra del hombre nacido y muerto a los 50 años en Montevideo, con todos sus giros y bemoles. Casi dos horas de músicas que, en lo general, no le corrieron una coma a la impronta Mateo. A su folklore vital, sombrío. A sus singulares lecturas sobre la música popular uruguaya. A sus “loops” acústicos y sus riesgos (aún hoy), y esa lírica tan uruguaya, tan bella en su melancolía.
“Estamos súper felices de estar acá”, dice otro de los seis (Romano) y el set arranca con “Canción para renacer”, onírica pieza que Mateo, influido por el misticismo hindú, grabó junto a Jorge Trasante en 1976. Disco clave –Mateo-Trasante, claro–, de los que más obnubilaron a Jaime Roos. De allí, el sexteto también extrajo la introspectiva “Canto a los soles” y una de las tantas versiones de la hermosa “Hoy te vi”, clásico de las épocas en que el cantautor se volaba con Diane Denoir (la lady beat que sorprendió al mismísimo Astor Piazzolla). Del acervo más difundido de Mateo, el sexteto también recrea la impresionante “Un canto para mama”, cuyo loop “natural” –psicodelia al plato– da como para treparse al sol. En tal tren, Mateo Por Seis se viaja además por “El tungue le”, gema de Cuerpo y alma, y “Lo dedo negro”, tema dedicado a Rubén Rada, viejo compañero de El Kinto, que el sexteto devuelve en un sólido ensamble coral.
La vía central contempla, además, versiones de piezas que se remontan al disco debut del Mateo solista. El extraordinario Solo bien se lame, que ubicó al cantautor en un punto exacto entre la genialidad y la locura. De allí, el grupo extracta la introspectiva “Tras de ti”; “Jacinta”, pieza que recuerda los orígenes de Mateo, muy ligados a la bossa nova y al bolero; y “Lala”... otro pacto eterno con la claridad solar, pero en clave uruguaya.
El sexteto, cuya línea de guitarras remite de a ratos al Crosby, Still, Nash & Young del viejo Woodstock, recala incluso en lados B y perlas perdidas, inéditas, o editadas tras la muerte de su autor, lo que da un plus al sesudo trabajo de la banda. Entre ellas, la visita en clave de rasgueo a compás ternario de “En lo de doña Martinica”; el candombe bien negro y redivivo de “Sueño otoñal”; “Las sirenas” (calma, arrastradita, colocada); “El tartamudo”, tema que el cantautor grabó, inspirado por su condición, en el disco en vivo con Fernando Cabrera; o “Siestas de mar de fondo”, compuesta por Mateo cuando vivía en una pensión del candombero barrio Palermo. “Se la compuso a Mar de Fondo, un club que jugaba en la primera B del fútbol uruguayo”, recuerda Peraza, antes de encarar otro maravilloso ensamble de voces que inserta su sino en pleno dark montevideano. “Es un cope estar acá”, fue el veredicto de una noche que, en honor a esa casa, “lo de doña Martinica”, armó un relajo de aquéllos.
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