Sábado, 3 de enero de 2015 | Hoy
MUSICA › COQUI ORTIZ MUSICALIZO TEXTOS DEL POETA ALEDO LUIS MELONI
Para hacer La palabra echa a volar en el canto, el músico compuso sobre la base de las notables coplas del poeta de 102 años, una institución dentro de la cultura chaqueña. El trabajo contó también con el aporte del piano y los climas musicales de Carlos Aguirre.
Por Cristian Vitale
Tiene 102 años. Es poeta, coplero, docente y periodista. Aledo Luis Meloni es una institución en el Chaco. No nació allí (fue en Bolívar, provincia de Buenos Aires), pero hace setenta que vive en Resistencia y todo los caminos llevan a él, en la ciudad de las esculturas. El de Coqui Ortiz, sin ir más lejos. “Lo visité por primera vez hace diecisiete años. Le llevé mis canciones, mis letras y el boceto de una canción que había compuesto sobre un texto suyo para compartir, y nació una amistad”, dice él, Coqui, que también es una institución en el Chaco. No nació hace 102 años como su amigo, pero sí hace cuarenta y dos, los suficientes como para editar algunos discos (Coqui Ortiz y su grupo, Parece pajarito), compartir escena con parte de la quintaesencia de la música de raíz (Liliana Herrero, Jorge Fandermole, Luis Salinas, Teresa Parodi, Raúl Barboza, entre otros), componer músicas para documentales o dirigir durante un tiempo el Cecual, ámbito nodal para la cultura chaqueña. Faltaba una tercera pata, entonces, para que algo completo saliera de ambos. De las coplas de Aledo y las músicas de Ortiz... el piano y los climas musicales de Carlos Aguirre, el Negro, otra institución del litoral, claro.
“Pensé en el Negro porque me encanta su universo, su manera de ir entrando de a poco y vistiendo cada pasaje”, explica Ortiz y quedan definidos así los tres ejes sobre los cuales gira la obra, cuyo título parte de “Canto”, un poema de Aledo: La palabra echa a volar en el canto. “Lo otro (“Poesía y coplas de Aledo Luis Meloni musicalizadas por Coqui Ortiz”) es simplemente establecer un territorio para decir que aquí está mi mirada sobre su obra, ya que otros músicos han realizado el mismo trabajo, e incluso hasta pueden aparecer dos músicas sobre un mismo texto o aparecerán con el tiempo”, orienta Ortiz, sobre este disco de “leer cantando”, poblado por doce poemas musicalizados, editado por el sello Shagrada Medra, y solventado por el proyecto artístico-cultural El Matecito. “En el año 2007, teniendo ya unas cuantas canciones compuestas sobre su obra, invité a Aledo a compartir escenario, a leer sus cosas entre canciones. Lo hicimos varias veces, anduvimos de viaje compartiendo esa experiencia y al estar todo guionado, porque Aledo escribió cada cosa que iba a decir, nació la idea de dejar ese testimonio en un disco, ¡un disco posterior a la gira!”, se ríe Ortiz.
La palabra..., dicho fue, está poblado por doce piezas de diversos colores, olores e improntas. Lo cuenta, en parte, el mismo Ortiz. “‘Coplero’ es una de las que me gusta cantar por el discurso, por la sentencia de esas coplas que hablan del oficio del que escribe coplas y es una milonga, que es de los géneros que me gustan. ‘Infancia’, por otro lado, me lleva a un lugar entrañable y siento que es uno de los temas donde más se fundió su mundo con el mío. También pienso que siempre los discos tienen alguna canción que cobra vida propia, es el caso de ‘Arbolito del querer’. Es la primera cantada por varios amigos y por Liliana Herrero, que la grabó y la canta siempre. Además, es la que más le gusta a Aledo. Pero, como fuere, la sencillez y profundidad cruzan todos los textos, en una síntesis que es muy difícil de lograr. Que es fruto del silencio y del poder de observación. Tal vez para muchos, Aledo sea una aparición reciente en el cancionero del país, pero existió siempre y el hecho de no estar en la lista de grandes referentes folklóricos no le quita peso a su obra.”
–Sesenta años de diferencia entre ambos no es nada, ¿no?
–(Risas.) La diferencia de edad no es nada y es mucho. En primera instancia, creo que el espíritu del encuentro es atemporal. Con Aledo nunca sentí que iba de visita a la casa de un viejo, como quien visita a un enfermo o a un abuelo a quien te une el afecto, pero que te puede aburrir soberanamente en una charla. Siempre visito a Aledo con el ánimo de conversar, como lo hago con otros amigos. De hecho, tengo varios amigos que me llevan veinticinco años o más, y los veo siempre porque disfruto mucho de conversar. En el correr de la charla siempre ocurre con los mayores, que caés en la cuenta real de que el tiempo tiene un valor. Ahí sí se nota la diferencia de lo vivido, las experiencias, aunque los espíritus inquietos son siempre jóvenes y casi nunca hablan desde la voz de la experiencia. Existe siempre la duda, el temor, el asombro constante, cosas que para la gran mayoría quedan en un tiempo juvenil, para estas personas siempre están presentes y eso hace que hablen de igual a igual, aunque hayan recorrido más camino.
–¿A la altura de quién pondría a Aledo, en cuestión de referencias o influencias?
–Yo no creo mucho en la pirámide de valores y no quiero entrar en comparaciones nombrando gente admirada, pero siento que tuve la posibilidad de compartir un tramo de la vida y dejar algunas canciones con alguien esencial, histórico. Me hubiera gustado conocer a varios personajes de la historia argentina y latinoamericana de quienes heredamos un cancionero y una poesía que son nuestro punto de partida, y creo que tengo el privilegio de vivir a quince cuadras de uno de esos seres.
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