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Sábado, 3 de enero de 2015

MUSICA › REPASO DE LO QUE GENERO LA MUSICA URBANA EN 2014

La misma vieja novedad para géneros en permanente cambio

En el maremágnum siempre más viscoso de la música popular, lo novedoso hoy pasa más por el formato de un disco que por su contenido. Y los músicos, con U2, Jack White y Thom Yorke como cabezas visibles, se debaten en un mercado inestable.

 Por Mario Yannoulas

La salida de “That’s All Right” significó, para muchos, la explosión definitiva del rock & roll. Y en 2014 se cumplieron justo sesenta años desde que Elvis Presley entrara a los estudios Sun, en su Memphis natal, para registrar aquella canción compuesta por Arthur Crudup. No existía Graceland, no existían los Beatles, mucho menos Skrillex o Miley Cyrus. A la música urbana le faltaban tantísimos capítulos por llenar, pero el sonido estaba puesto en disputa: no era sólo la música de la ciudad, sino “las músicas” de la ciudad que cristalizaban choques de imaginarios entre viejos y jóvenes, blancos y negros, ricos y pobres. Esa disputa sigue abierta, aunque la tinta haya pasado como un tsunami sobre las páginas y esa explosión de estilos dibuje ahora una representación más o menos cabal del caos. El año que recién termina no trajo sino la misma vieja novedad: la música urbana, en tanto hecho social, insiste en seguir cambiando. Y en ese maremágnum siempre más viscoso, las novedades pasan más por el formato de un disco que por su contenido. Apocalípticos e integrados, a lo suyo.

Pasado, presente y futuro

Una constante de la última década y media fue la reverencia hacia el pasado. El ex líder de los White Stripes, banda que a la par de The Strokes le puso cara al retro rock que asomara la cabeza tras la resaca del siglo anterior, sacó un nuevo material solista. Se trata de Jack White, que por segunda vez le puso su nombre a un CD, esta vez bajo el título de Lazaretto, editado bajo su sello personal, Third Man Records. Además de un talentoso artista y asceta, White es muy astuto, y logró darle al lanzamiento un aura especial, al regalarle al simple de adelanto el record como “Disco más veloz del mundo”, dado que lo grabó y editó en apenas 3 horas y 55 minutos. Pero no fue sólo ese el dato sobresaliente de Lazaretto: con más de 60 mil copias despachadas, se trató del vinilo más vendido de los últimos veinte años, superando a Vitalogy, de Pearl Jam, de 1994. Segundo en la lista quedó AM, de Arctic Monkeys, con unos festejables 29 mil vinilos.

Este caso es la punta de un fenómeno que mantuvo un comportamiento creciente a lo largo de 2014, año en que las ventas de vinilos subieron en un 49 por ciento en Estados Unidos, mientras que en el Reino Unido duplicaron el monto conseguido en 2012. Las cifras indican que este año se vendieron alrededor de 8 millones de doce pulgadas en todo el mundo. Una de las tantas bandas asociadas con esa cultura es Led Zeppelin: este año salieron a la calle ediciones remasterizadas y recargadas de sus discos y se presentó, finalmente, el nuevo y encantador trabajo –¿cuándo no?– de estudio de Robert Plant, bautizado Lullaby and... The Ceaseless Roar.

En el mercado de la música propiamente dicho, se expandió también el universo del streaming. Sobre los ya clásicos triunfos parciales de servicios pagos, se apiló la competencia directa entre empresas de telecomunicación móvil para la venta de música digital en ese plan: se presentó Claromúsica, para hacerles frente a las uniones de Personal con Spotify, y de Movistar con Napster. Esto sólo reafirma la idea de que este tipo de empresas pujan por timonear el negocio de la música, antes confinado casi exclusivamente a sellos o productoras específicas. En cuanto a la descarga no legal vía torrent, The Pirate Bay volvió a ser el centro de distintos ataques por parte del mercado en países como España, Francia o Suecia. Por ahora cerrado, el sitio amenaza con volver.

El método que eligió U2 para difundir Songs of Innocence, su última placa de estudio, fue rechazado enfáticamente por muchos de los viejos camaradas que aún amparan a los antiguos mandamientos de la industria: las canciones fueron spameadas hacia todos los usuarios registrados de iTunes, que pudieron escucharlas sin pagar un dólar, incluso antes de que existiera su equivalente físico. En contrapartida, el líder de Radiohead, Thom Yorke, publicó Tomorrow’s Modern Boxes, su segundo trabajo en solitario, a través de un servicio pago de BitTorrent.

Otra agrupación clásica que tuvo un año movido fue AC/DC. Los australianos decidieron seguir adelante con Rock or Bust, el sucesor de Black Ice (2008), pese a no contar con Malcolm Young, hermano de Angus y pilar en el sonido del grupo, que permanece internado por sufrir de demencia –su reemplazo fue Stevie, sobrino de los Young–, y de que al baterista Phil Rudd lo hayan acusado de mandar a matar a dos tipos en Nueva Zelanda (cargo que ya fue desestimado), y de amenazas de muerte y tenencia de drogas (acusaciones que permanecen firmes).

Festivales y visitantes

Quienes no hayan podido disfrutar de la hasta ahora única visita de Jack White al país, o del delicioso último paso de Robert Plant por Buenos Aires, podrán reivindicarse en el próximo Lollapalooza, que irá por su segunda edición local, y donde también se prometen figuras como Pharrell Williams. La primera edición argenta del festival creado por Perry Farrell se vivió durante 2014, y aunque provocó reflexiones disímiles, logró instalarse como marca: de otra manera, no se explicaría que tanta gente haya comprado entradas antes de conocerse el line-up. En la oportunidad inicial, la reencontrada Soundgarden concretó finalmente su debut en el país, al igual que los canadienses Arcade Fire, junto con otros conocidos pero siempre bienvenidos por el público local, como Nine Inch Nails o Pixies.

El circuito de festivales se había tornado algo confuso en la Argentina. El Pepsi Music 2013, que después de prometer consagrarse como “el más grande de la historia” demostró ser apenas el barrial más grande de la historia, había rozado el bochorno organizativo. Nacido en 2005, el evento no presentó esta vez su frecuente edición anual. Tampoco lo hizo el Quilmes Rock, el otro gran festival porteño. Entonces, 2014 podría verse como un año de transición en lo que refiere a organización de festivales, aunque sosteniendo al irrevocable Cosquín Rock, siempre firme desde la provincia de Córdoba.

Al Lollapalooza se sumó la décima edición porteña del Personal Fest, que apunta a la “marca rock” como excusa para la construcción de otro tipo de léxico visual y corporativo. En el predio de GEBA se presentaron los renombrados Arctic Monkeys, cuyo líder, Alex Turner, terminó siendo condecorado por unos y acusado de “frío” por otros. La propuesta, dividida en dos jornadas, incluyó también a otras alternativas extranjeras como MGMT, Calle 13 y The Hives. A nivel general, se vio así un desplazamiento sigiloso hacia un segmento social de mayor poder adquisitivo, tomando en cuenta que tanto el Quilmes como el Pepsi habían mantenido un perfil más de clase media. También se llevó a cabo una nueva edición de la Creamfields que, aun con presencias como las de David Guetta o Deep Dish, obtuvo demasiadas reviews propias de la sección Policiales.

Por su parte, otro que visitó el país por fuera del festivalismo fue Damon Albarn, cráneo de Blur y Gorillaz, que llegó al Teatro Gran Rex para presentar Everyday Robots, su primera labor en plan solista. Con su aura stoner, también Queens of the Stone Age reventó el Luna Park en octubre, e hizo pensar seriamente sobre el crecimiento del subgénero en el país.

Dos pesos pesados que volvieron a la Argentina fueron Metallica y Guns N’ Roses. Los primeros se presentaron por duplicado en el Estadio Ciudad de La Plata con un show a la carta –el clásico formato by request–, que incluyó un circo de mensajes de texto in situ para la elección de un tema más en la lista. Los liderados por Axl Rose desembarcaron en Ferro, que fue testigo de un show de tres horas con el regreso absoluto del bajista Duff McKagan y una muy buena entrega vocal de su frontman, de lo que resultó la mejor presentación del grupo en el país durante esta nueva etapa.

Nuevas y viejas ausencias

A las lamentables bajas del rock argentino se sumó la estrella de Gustavo Cerati, quien luego de atravesar un proceso de internación de cuatro años a causa del ataque cerebrovascular que lo alejó de casi todo en 2010, falleció el 4 de septiembre de un paro respiratorio. Si bien su cuerpo ya no estaba en escena y las esperanzas de recuperación no abundaban, su pérdida es, sin dudas, uno de los hitos del 2014 retirado. Llevada a cabo el mismo día de su muerte, la ceremonia de entrega de los Premios Gardel tuvo un permanente tono de homenaje, donde Andrés Calamaro leyó un texto alegórico entre lágrimas. En esa oportunidad, además del Salmón –que ganó el premio a Mejor Album Artista de Rock por Bohemio–, Babasónicos retiró cuatro estatuillas a propósito de Romantisísmico, León Gieco fue homenajeado por su trayectoria, y Abel Pintos cargó con el Gardel de Oro por segunda vez consecutiva.

Otra caída importante fue la de Carlos Alberto “El Negro” García López. De laboriosidad cuasi anónima pero talento de elegido, el temible guitarrista que supo brillar con La Torre y Charly García –además de sus cuantiosos aportes como invitado– se extinguió el último septiembre sobre la ruta 76, cuando volvía de grabar el videoclip de la canción “Frenesí” junto a la gente de Almafuerte. La partida del músico, recordado con cariño por muchos de sus colegas, puso también un stop en el trabajo de Charly García, que anunció estar concentrado en una película alrededor de sus funciones de 2013 en el Teatro Colón.

El casillero de efemérides indeseables se completa indefectiblemente con el recuerdo de los diez años de la tragedia de Cromañón, cuyo saldo fue de 194 muertes, cientos de heridos y miles de afectados. Aun con una parte importante del proceso judicial completo, la de Cromañón es una herida que no cierra, no sólo en la cuenta de lo sentimental –que es lo único para quienes lo viven en primera persona–, sino también en la arquitectura de la música urbana en vivo, principalmente dentro del perímetro porteño. La relación entre una escena sana y una escena segura sigue sin poder armonizar. Mientras, el ex cantante de Callejeros, Patricio Santos Fontanet, volvió a los escenarios con Don Osvaldo, su nuevo grupo.

Se pliega a este universo la muerte de Omar Chabán, quien fuera gerente y cara visible del boliche de Balvanera, y cuyo nombre estará por siempre asociado a esta causa, de la que sin dudas fue parte. Sin embargo, muchos músicos han destacado también su importancia en el desarrollo del under porteño, en el levantamiento de recintos míticos como Café Einstein o Cemento, donde se foguearon muchas de las bandas más importantes del país de los ’80 para acá. El empresario murió condenado y hospitalizado, a los 62 años.

Locales

Un sobreviviente de aquel 30 de diciembre fue Santiago Aysine, otro protagonista de 2014. El cantante de Salta La Banca vio a su banda crecer sin pausa, y pasar de ser una ardiente fábula que tocaba en las Fiestas Clandestinas, a copar un Luna Park por primera vez en su historia, de la mano de Visceral, su placa de 2013. Se trata de un caso testigo de una renovación de la “clase media alta” del rock argentino –música rock y alrededores–, con grupos que arriban por primera vez a grandes escenarios, como lo habían hecho apenas un año atrás propuestas tan diversas como Tan Biónica, Onda Vaga y La Beriso. Otros que debutaron en el Luna fueron Los Gardelitos –párrafo imprescindible para relatar al rock barrial–, de la mano de su placa Ciudad Oculta, y Gustavo Cordera, que tras años de postergación retornó al lugar donde había cantado durante 25 noches con Bersuit Vergarabat; esta vez, con La Caravana Mágica.

Después de su resonante participación en el programa televisivo Encuentro en el estudio, que ofrece el canal Encuentro, La Renga regresó a las bateas con Pesados vestigios, primer lanzamiento discográfico en cuatro años, que cuenta con una presentación material sin desperdicio. Por su parte, el Indio Solari insistió en afirmar su condición de Zahir borgeano, al presentarse sólo dos veces en el año –en Entre Ríos y Mendoza–, pero creando alrededor suyo un vasto hormigueo social. Muchos de los comentarios no se centraron esta vez en la música, sino en desprolijidades varias a nivel organizativo, sobre todo teniendo en cuenta que cientos de miles de personas suelen seguirle el rastro por todo el país. Su amigo, el mencionado Andrés Calamaro, lanzó dos materiales registrados en vivo en 2014: Jamón del medio, grabado en España, y Pura sangre, un DVD más CD que recupera una presentación en el hipódromo porteño. Además, salió a la venta una edición aniversario del clásico Sin documentos de Los Rodríguez, que incluye además un CD en vivo. Fito Páez también dio la nota con Rock and Roll Revolution, controvertida en vigesimosexta placa de estudio.

La escena local estuvo también traccionada por la salida de otros DVD de conciertos: Illya Kuryaki (Aplaudan en el Luna), Estelares (Vivo Gran Rex), Kapanga (¿Mamá dónde estoy?), Las Pelotas (5X5) y Eruca Sativa (Huellas digitales) hicieron los suyos. El trío cordobés protagonizó otro año de despegue: el hecho de ser una de las pocas bandas relativamente nuevas apoyadas por un sello multinacional –después de mucho trabajo independiente– le permitió avanzar sobre un formato electroacústico en un escenario como el Teatro Opera, y consolidarse como referencia sonora para nuevas generaciones.

En tanto, el Instituto Nacional de la Música, bajo la conducción de Diego Boris y Celsa Mel Gowland, pudo descorchar por la promulgación de dos leyes en las que mucho tuvo que ver: la que instituye al 23 de enero como Día Nacional del Músico, aprobada unánimemente en el Senado de la Nación en virtud del natalicio de Luis Alberto Spinetta, y la Ley de Centros Culturales a escala porteña, que procurará proteger a estos espacios ante probables olas indiscriminadas de clausuras.

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El fallecimiento de Gustavo Cerati causó pesar en toda América latina.
Imagen: AFP
 
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