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Sábado, 22 de agosto de 2015

MUSICA › ARIEL PRAT PRESENTA EL ESPECTACULO NO SOLO MURGA EN CARAS Y CARETAS

Un rato fuera del parche de tambor

El cantor y compositor abordará sus costados más poéticos y cancioneros en un concierto que quedará registrado en un disco. “Hay varios temas míos que necesitaban respirar”, afirma respecto de este enfoque diferente del habitual, casi siempre cercano a la murga.

 Por Sergio Sánchez

Ariel Prat habla de River con la misma pasión que de música. De hecho, el fútbol es uno de los tópicos recurrentes en su obra. Además de jugar a la par de Diego Maradona en el recordado equipo de Argentinos Juniors, Cebollitas, el Negro Prat compuso tempranamente junto a su amigo Juan Subirá una canción dedicada a Lionel Messi –“El zurdito”– y varias en homenaje al club de sus amores, River Plate, como “La vida por los colores”. “Y en mi segundo hogar, el Gallinero, mi viejo me soñó como Angelito”, dice uno de los versos de “Al olor del hogar”, esa bellísima canción salida de su pluma que popularizó Bersuit Vergarabat en La argentinidad al palo (2004). La sonrisa de oreja a oreja que se nota en el rostro de Prat no sólo tiene que ver con el gran presente de River, sino también con los interesantes proyectos que trae bajo el brazo, como su incursión en la docencia, la grabación de un disco en vivo y el relanzamiento de toda su obra en formato digital. Pero lo primero es lo primero. Es que hoy, a las 21, en el teatro Caras y Caretas (Sarmiento 2037), presentará el concierto No solo murga, que será registrado para la producción de un disco en vivo. “La última vez que toqué en un teatro fue en el emblemático 25 de Mayo, en 2008. Fui uno de los que ayudé a recuperar ese espacio junto con los vecinos”, recuerda Prat.

En este espectáculo, el compositor, cantor y poeta abordará otros aspectos de la murga y pondrá el acento en la canción de autor. Pero no habrá sólo canciones propias en el repertorio de hoy. “Hay un montón de temas míos que necesitaban respirar, salir de adentro del parche del bombo, aunque eso aparece –cuenta–. No soy sólo murga, porque en mi obra hay una parte poética, colaboraciones con Bersuit, musicalizaciones de Enrique Cadícamo y versiones como ‘Palabras para Julia’, de Paco Ibáñez; ‘Romance para un negro milonguero’, de Alfredo Zitarrosa, o ‘Imágenes paganas’, de Virus. Hay un universo que abarca la poesía y la canción. Soy un cantautor, por eso me dicen juglar.” Además, hará una versión de su tema “Al olor del hogar”, junto a los músicos de Bersuit. Y habrá más invitados: Julián Peralta (Astillero), Verónica Bellini (China Cruel), Marcela Vigide (Moradores) y María Volonté, entre otros. “Este espectáculo permite que la gente me conozca más y ampliar el público. Que mis canciones las escuche más gente que la que simpatiza con la murga. Me encuentro con canciones de mi repertorio que les gustan a varias generaciones, como ‘Agua y diamante’. En la Argentina hay dos tipos que le cantamos a la murga viva, nunca le cantamos a la murga muerta, como si fuera un recuerdo: Alberto Asurey y yo. Hay una gran dosis de afrodescendencia en la música argentina, aunque está negada”, remata Prat.

Hace dos años y medio que retornó al país. En 2002, cuando la crisis económica golpeaba con fuerza, se fue a vivir a España y regresó en 2004. “En ese año, Bersuit me invitó a tocar en el Luna Park, en la presentación de La argentinidad.... Y además de eso grabamos el disco de Los Trasplantados de Madrid. A partir de ahí ya empecé a anclarme de nuevo acá. Siempre digo que le debo mucho a Bersuit, por reinstalarme y amplificar mi obra, porque a partir de eso mi vida musical y personal cambió. Me había ido con mucha bronca de la Argentina, con la depresión que tenía todo el país. El caso del artista a veces es complicado porque necesitás de la gente y el país estaba atravesando una situación difícil, angustiante. Entonces, intenté seguir afuera y por suerte me fue bien, sin tirar manteca al techo. Estuve dos años y medio sin venir. Luego viví un tiempo más allá, hasta que puede volver con mi familia. Pero acá estamos otra vez, dándole con todo, en otra etapa de este país, por suerte.” Ahora vive en Parque Chas, “en la parte pobre, en la de talleres y fábricas. Es un barrio en el que hay mucha actividad de clubes, murgas y milongas”, dice el músico nacido y criado en Villa Urquiza. Actualmente, es docente en la Universidad Nacional de Avellaneda, en la materia Cultura Popular y Carnaval en Buenos Aires. Y dicta un taller llamado “Aproximación a la murga”, en la Escuela Municipal de Circo, Murga y Magia de Avellaneda.

–¿Se comprende hoy la murga argentina en el país?

–Hay una gran desinformación cuando se dice que el candombe en la Argentina murió con los negros en la fiebre amarilla y las guerras independentistas. Es una parte, pero no es todo. En la cultura siguió subyaciendo esta música, y de una manera más importante y vital de lo que uno cree. Con la murga pasa lo mismo: estuvo siempre, no es que volvió con la democracia. El tema es que estaba invisibilizada, estuvo sepultada incluso en épocas de democracia. Por eso hubo que legislar en 1997 para reconocerla (se refiere a la ordenanza municipal que declaró a las Murgas y a las Agrupaciones de Carnaval de Patrimonio Cultural en la Ciudad de Buenos Aires). ¡Ibamos presos por bailar murga incluso en democracia! Hay un sector de la cultura progre que siempre busca los negros en otro lado. Acá no hay exotismo: en nuestra murga se baila un baile de origen afro. No nació ni en Suecia ni en el Rojas ni en Uruguay; está en la raíz, es ancestral, no es una tradición inventada. Tenemos que luchar contra muchos años de desinformación; por suerte, hoy existen programas como “La murga hace escuela”, impulsado por la Universidad Nacional de Avellaneda y el Ministerio de Educación de la Nación. Al Gobierno de la Ciudad, como hay una ordenanza, no le quedó otra alternativa que colaborar con el Carnaval, pero lo hace a desgano. No le informa al pueblo por qué cortan las calles, por qué a las 7 de la tarde hay más murgueros que otra gente. En Carnaval hay más de un millón de personas en la calle. Por suerte, esta ciudad no va a ser siempre del mismo color. La ignorancia y la desinformación implican la incapacidad de comprender al otro. Aunque desafine, la murga es valiosa, es inclusiva: salen el gordo, la gorda, el chico con problemas de motricidad. Eso es nuestra murga y no hay que perderlo de vista. Se ponen en exquisitos y critican. Es un problema de clase.

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“La murga estuvo siempre, no es que volvió con la democracia”, aclara Ariel Prat.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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