Martes, 8 de septiembre de 2015 | Hoy
MUSICA › CIERRE DE LA SEGUNDA ETAPA DEL ENCUENTRO LA MúSICA INTERIOR
Más de 130 músicos de todo el país participaron durante la primera semana de septiembre de talleres, clínicas, ensayos abiertos, charlas e intercambios musicales en 23 provincias. “Cada músico vino con ganas de compartir”, señaló Mónica Abraham.
Por Sergio Sánchez
“El arte jamás compite, suma”, dijo alguna vez el poeta mendocino Armando Tejada Gómez. Y esas mismas palabras volvieron a cobrar sentido en la voz de la cantante Mónica Abraham, quien citó al autor de “Canción con todos”. “Cada músico vino con ganas de compartir, de corazón”, siguió Abraham, ante el oído atento de decenas de músicos de diferentes generaciones y corrientes de raíz folklórica. Esa escena tuvo lugar el domingo, en uno de los cinco conciertos que se desarrollaron en el cierre de la segunda etapa de La Música Interior, un encuentro federal que cuenta con la dirección artística de Juan Falú y Liliana Herrero, y el impulso del Ministerio de Cultura nacional. Más de 130 músicos de todo el país participaron durante la primera semana de septiembre de talleres, clínicas, ensayos abiertos, charlas e intercambios musicales y humanos en 23 provincias. Y este fin de semana, los artistas mostraron al público los cruces musicales, las coincidencias estéticas y los paisajes sonoros construidos durante esos días. Se realizaron, en total, cinco conciertos en las principales cabeceras de cada región: Santa Rosa (Patagonia Norte y Centro), Comodoro Rivadavia (Patagonia Sur), San Juan (Cuyo), Resistencia (Nordeste).y San Miguel de Tucumán (Noroeste). Del miércoles 9 al domingo 13 a partir de las 20 se replicarán los conciertos en el CCK (Sarmiento 151), con entrada libre y gratuita.
Esta crónica se centrará en lo ocurrido en Chaco el domingo, provincia anfitriona de la región del nordeste. El cierre de la etapa provincial tuvo su noche de celebración en una preciosa sala de la Casa de las Culturas local. Cientos de personas fueron testigos de una noche irrepetible, en la que la canción y un espíritu de comunión fueron las únicas protagonistas. No hubo lugar para egos inflados ni discursos demagógicos. Lo que se vio sobre el escenario fue una enorme juntada de intérpretes y compositores que no sólo comparten el gusto por la canción de raíz, sino un modo similar de entender la música. Un enfoque ideológico que tiene que ver con evitar los lugares comunes del hecho musical, crear por fuera de los cánones del mercado y proponer enfoques innovadores sin desprenderse de la raíz ni de su tiempo histórico. Muchos de esos nombres –son tantos que no caben en una nota– no circulan en los medios hegemónicos ni engordan las grillas de los grandes festivales. Sin embargo, se trata un “mapa musical posible” –como señalan Falú y Herrero– que merece atención y escucha. “Bajo estos signos, convocamos a músicos que representan el movimiento incesante de ida y vuelta entre la tradición y la renovación, para asumir un folklore musical con raíces en el ayer pero que echa raíces hacia el mañana, atravesando la tierra, las generaciones y las culturas de los tiempos”, explica Falú. Lo que está ocurriendo, según el guitarrista tucumano, es un “modo de hacer folklore caracterizado por un tránsito fluido entre las señales antiguas y las nuevas en un mismo músico”. Pero cuando habla de “músico” es imposible no pensarlo en términos colectivos.
Mientras afuera la noche regala un frescor muy poco habitual para esta zona, adentro, en la Casa de las Culturas, el calor va creciendo a medida que los grupos, formados especialmente para la ocasión, muestran las sentidas y pensadas canciones que integran cada uno de los repertorios. Los primeros en subir al escenario fueron los músicos que trabajaron estos días en Chaco, así que jugaban de local. Encabezados por el chaqueño Coqui Ortiz, el grupo abrió con una profunda versión de “Canción de verano y remo”, de Aníbal Sampayo y luego siguió con una creación de Ortiz, “Suquipuquero”; con el formoseño Emmanuel Alvarez en piano, el santafesino Fernando Silva en contrabajo, el bonaerense Pipi Giuliano en guitarra, Julio Ramírez en bandoneón, el entrerriano Luis Barbiero en flauta y la catamarqueña Nadia Larcher en voz. “Este encuentro hizo que pensáramos a la Argentina de otra manera”, dijo Silva, con el aval de sus compañeros.
La noche tuvo varios momentos altos. Los grupos pasearon por diversos ritmos y sonoridades de todas las regiones del país. Cuando llegó el turno de los músicos que convivieron en la provincia de Misiones, entregaron una original versión de “Mi pequeño amor”, de Ramón Ayala, con un despliegue de percusión a cargo de Vivi Pozzebón y la voz del carismático Mono Izarrualde. El grupo también le dio lugar al repertorio de jóvenes autores, como Paula Paz, que hizo retumbar su caja en “Adiós vidala”; o la reciente composición de Matías Arriazu, “Abrojo” –aunque aclaró que no tiene nombre definido–. No menos emotiva fue la participación del grupo que trabajó en Corrientes: Néstor Acuña se llevó todos los aplausos cuando hizo hablar a su acordeón en el chamamé “En mi juego” –no faltaron los sapucay– y Mónica Abraham le puso voz a la preciosa chacarera de Paula Suárez, “Arbol”. A su turno, les venidos desde Entre Ríos se despacharon con una chamarrita en voz de Marita Londra (“Ligera pa’ enamorar”, un potente chamamé del joven Matías Martino (“Atilio) y “Cómo pueden olvidarse”, del mendocino Jorge Marziali, quien tendió un puente con las nuevas generaciones y agradeció haber descubierto a jóvenes compositores e intérpretes.
La cosa fue llegando a su fin con el ensamble armado en Formosa. Fue interesante el contraste que generó la canción del chubutense Nelson Avalos, quien describió en “Tarde de brisas” el paisaje cordillerano y el intenso viento del sur. Luego, la cantante Sylvia Zabzuk tejió un nexo con el presente en “Aquí estamos” y el trompetista Ricardo Culotta cambió el clima en “La de Berni”. En el último set, el de los músicos que convivieron en Santa Fe, se hizo presente por primera vez en la noche un género que completa el universo sonoro de la música popular argentina: el tango. El bandoneón de Pablo Jaurena tuvo como cómplice ideal a la guitarra de Luis Baetti. El set culminó con “Viejo corazón”, de Polo Giménez, Cuando el concierto parecía haber terminado, el telón amagó con cerrarse e inmediatamente subieron a escena los 35 músicos que participaron del festival. Entre todos, cantaron los versos de “El cosechero”, de Ramón Ayala. “Y entre copos blancos mi esperanza cantaré”, quedó rebotando en la sala.
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