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Martes, 8 de septiembre de 2015

TELEVISION › GUERRA DE CONTAINERS, REALITY DE SUBASTAS DE TRUTV

Los tesoros vienen en latas

El programa refleja las ofertas realizadas en el puerto de Los Angeles por los contenedores que no fueron reclamados. “Todos tenemos un cazador de tesoros adentro, pero no todos quieren asumir los riesgos de perder dinero”, dice Mo Marcellus, uno de los protagonistas.

 Por Roque Casciero

“Todo el mundo quiere encontrar ese anillo de diamantes que le permita vivir el resto de su vida en la playa. Todos tenemos un cazador de tesoros adentro, pero no todos quieren asumir los riesgos de perder dinero.” El autor de la frase es Mo Marcellus, parte del elenco de Guerra de containers, uno de los realities que llevaron a las subastas casi al plano de Sun Tzu o Napoleón Bonaparte. En el programa que emite TruTV (los martes desde las 9), las apuestas por los contenidos de esas latas enormes varadas en el puerto de Los Angeles suelen ponerse ásperas, sobre todo porque la cantidad de dinero involucrada en las transacciones excede por mucho a lo habitual en este tipo de realities. Y Mo, junto a su socio Ty, no son precisamente de los que se amilanan a la hora de pujar por los containers, tanto verbal como físicamente. “Nosotros somos los matones”, se ríe Marcellus. “Cuando la gente me conoce, me dice ‘pero vos no sos como en el programa’. Lógico, no estoy en una subasta, no me comporto siempre como si alguien quiere sacarme mi negocio. Nosotros somos algo así como el factor de comedia intimidante del programa. Soy de hacer muchas bromas, entonces se las hago a los demás competidores.”

Guerra de containers duró dos temporadas y no tuvo continuación este año, pese al atractivo que generaban tanto las sumas de dinero que se apostaba en esa ruleta virtual (los oferentes no podían revisar los contenedores sino sólo verlos desde afuera), sino por las personalidades de los integrantes del reparto. Además de la dupla de Mo y Ty, especialistas en los muebles, otro grupo era el de los israelíes Shlomi, Eyal y Uzi, siempre atentos a lo que tuviera que ver con indumentaria o autos. Los otros competidores habituales eran Jason Hughes, la ex reina de belleza Deana Molle y el insufrible Mathew Thomas Gaus, cuyo grito para establecer una oferta era “¡Matt ataca!”. “Es el más molesto por lejos”, se ríe Marcellus. “Pero también es un tipo que sabe mucho de muchas cosas. Hace años que está en este negocio y conoce del tema... Igual, cuando compró un container lleno de neumáticos cortados y otro repleto sólo de cartón fueron dos días muy, muy divertidos”.

Como sucede en otros programas del rubro, desde las diferentes versiones de Quién da más? (A&E) hasta Cazadores de subastas (TruTV), en Guerra de containers se hacen segundas tomas que enfatizan el aspecto televisivo de las pujas. “Lo que la gente por ahí no entiende es que las subastas duran todo el día, hace calor y uno se cansa, entonces hay que hacer segundas tomas porque si no es muy aburrido para el televidente. Han habido días con 35 grados y uno transpira, se ensucia... Estás ahí desde las 8 de la mañana, llega un punto en que no tenés energía y lo único que querés es irte a tu casa. Y entonces nos dicen ‘hagamos otra toma’, así que nos tomamos una gaseosa, una bebida energizante o un café. Es muy cansador, ya no querés ver un container más”, se ríe Marcellus. Pero nada de sobreactuación, según él: “Somos muy competitivos de verdad, nadie quiere ceder un centímetro. Y no hace falta que estén las cámaras rodando: todos queremos llevarnos lo mejor siempre. Para todos es frustrante cuando gana otro”.

Cuando fue convocado para el casting de Guerra de containers, Marcellus llevaba ya años ganándose la vida con vender lo que compraba en subastas y ventas de garaje. “Como la economía estaba mal, eso le había costado el trabajo a mucha gente”, recuerda. “Entonces pensé en qué hacer, porque necesitaba ganar dinero para mi familia, y empecé a comprar cosas por muy poco dinero que después vendía en negocios. Como no podía conseguir trabajo y pensé ‘bueno, puedo vender cosas, sé cómo hacer eso’. Así que compré tres depósitos por 25 dólares y vendí su contenido por 1700. No podía creer que había ganado tanto dinero.” La especialidad de Marcellus es el mobiliario, al punto que en pantalla se autoproclama “el rey de los muebles”. Sin embargo, dice, no tenía idea de que le interesaran tanto hasta que empezó a ir a subastas: “Había buenas piezas de mobiliario muy dañadas, pero alguien me dijo que si las reparaba y las vendía iba a ganar dinero. Hice eso y gané 50 dólares, no lo podía creer. Y ese proceso de volver a la vida algo viejo, esa transformación, me resultó fascinante. Desde entonces se convirtió en mi pasión”.

El lado negativo de que su cara se vea por televisión, afirma Marcellus, es que tuvo que dejar de ir en persona a subastas porque todos tratan de ganarle. “No perjudicó mi negocio, pero lo hizo un poquito más difícil. Me gusta ir a las ventas de garaje todo el tiempo, soy un buscador de tesoros. Pero ahora a veces voy y no puedo comprar nada, porque piensan que porque estoy en televisión tengo dinero, entonces quieren cobrarme precios ridículos. La otra vez estaba en una venta de garaje y sale la suegra del tipo de la casa diciendo ‘¡oh, es Mo de Guerra de containers!’. No pude comprar nada... Es raro para mí”, dice Marcellus.

Pese a los años que lleva en el rubro, este entrepeneur dice que siempre es una apuesta comprar en una subasta: “Si no sos un apostador, este mercado no es para vos, porque nada puede garantizarte que no vayas a perder dinero en algo de lo que comprás”. Y con las sumas que se ofertan en Guerra de containers, los competidores están siempre al borde de la bancarrota, asegura Marcellus. “Es como el póquer... Soy jugador amateur desde hace años y la realidad es que a veces ganás mucho y otras perdés. Lo que hacés es separar dinero para las subastas, para no estar completamente en la quiebra. Pero también sucede que hay gente que sabe que estamos en este negocio y quiere poner dinero, prefiere que nosotros apostemos por ella. Siempre hay riesgos, claro.”

Marcellus todavía sueña con ese bendito anillo de diamantes, ese golpe de fortuna que lo cambie todo. Pero lo que más quiere, evidentemente, es que empiece la próxima subasta. “Uno hace esto por el dinero, sí, pero sobre todo por el descubrimiento, porque nunca se sabe qué se puede encontrar”, explica. “Es muy excitante encontrar cosas buenas, pero no sólo por el dinero: si encontrara un container que vale millones de dólares, no dejaría de ir a subastas. Necesito sentir esa adrenalina”.

–Es una especie de adicción...

–Sí, puede serlo. Hay gente que compra compulsivamente. Yo no compro un depósito o un container si no veo valor en él, si no hay cosas que puedo vender. Si no hay ganancias, no quiero ganar las ofertas, porque hay que trabajar mucho para vaciar los containers como para ganar poco. Pero hay gente que va, compra un depósito y después se lleva las cosas a la casa. No entiendo para qué los compran si no van a vender el contenido: esos ya se hicieron adictos. Lo único que les interesa es ganar la puja y comprar. Y eso se puede poner muy, muy feo.

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“Nosotros somos los matones”, dice entre risas Mo Marcellus sobre su dupla con su socio Ty.
 
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