Lunes, 8 de febrero de 2016 | Hoy
MUSICA › PRIMERA JORNADA DE LA 16ª EDICIóN DEL FESTIVAL COSQUíN ROCK
La horizontalidad de géneros y estilos diversos y cruzados marcaron la primera noche. La performance más alta estuvo a cargo de Kapanga, pero también actuaron The Wailers, Almafuerte, Ciro y los Persas y La Beriso, entre otros.
Por Juan Ignacio Provéndola
Desde Santa María de Punilla
Postales del tiempo se suceden una tras otra durante dos horas, aunque sólo los audaces que entraron al predio no bien abrió pudieron verlas. Las imágenes forman parte de Cosquín XV, un rockumental con la “historia oficial” del festival compuesto por tomas antológicas como las de un inesperado encuentro entre Charly García y Pappo, la primera presentación coscoína de Skay Beilinson o la vez que varios músicos tuvieron que abandonar su pilcha de rockstars para evacuar –secador en mano– el agua que el año pasado produjo la primera suspensión de la historia del evento. Su proyección constituyó el inicio formal del CR16 y cuesta creer que esa decisión haya sido casual: nada de lo que suceda en el Aeródromo de Santa María de Punilla desde el sábado hasta hoy podrá ser entendido por fuera de la perspectiva histórica. Para que el Cosquín Rock se haya convertido en el festival más importante de la historia del rock argentino fue necesaria una década y media de pruebas y riesgos, aciertos y fallos, ensayos y errores.
Con una programación que nunca descansa (no hay absolutamente un resquicio de silencio en toda la grilla), la apuesta del 2016 fue por la horizontalidad de géneros y estilos diversos y cruzados, conteniendo en el cuenco de las sierras a todos los tonos del rock. Como hormigas, las distintas tribus (si es que acaso existen o sólo se traten de una construcción ajena a sus protagonistas) van y vienen por el kilométrico predio buscando a sus artistas favoritos pero también dejando espacio a la sorpresa y al descubrimiento. Desde La Plata, el grupo Pérez fue uno de los primeros beneficiados por la curiosidad de quienes no los conocían, incluso perforando la polarización que le generaba la simultánea presencia de The Wailers en el Escenario Principal y de Catupecu Machu y su puesta “Madera-microchip” en la carpa de Geiser. Así pudo apreciarse a eso de las seis de la tarde al calor del hervido Escenario Alternativo.
En la jornada inaugural del sábado, el escenario temático de Spotify estuvo destinado al heavy, que mantuvo un notable y sostenido nivel de convocatoria fundamentalmente a partir de la presencia de Plan 4 y la cincha irrenunciable de su cantante Canario Compiano.
Poco a poco la ruta 38 se iba atiborrando de vehículos. Los más impacientes preferían recortar distancias a pie por las riberas del río Cosquín, la opción más rápida para llegar a Santa María de Punilla desde Bialet Massé y desde la propia Cosquín, las dos localidades más cercanas al predio. A pesar de los pronósticos desalentadores, las nubes que habían llenado toda la región de gris atemorizante lentamente se fueron escondiendo detrás de las sierras que abrazan al Aeródromo y el sol se abrió en paso triunfal cuando todavía no había llegado ni el 20 por ciento del público total de la jornada del sábado. Recién por la noche el cielo volvió a cubrirse y, más allá del predio, sólo se llegaban a ver detrás de los nubarrones los faroles del pueblo, sierra arriba, y la iluminación multicolor del viejo leprosario Pabellón Tornú, donde a esas horas se realizaba una obra teatral con un despliegue de decenas de actores que formó parte de la programación del Cosquín Rock como espectáculo accesorio.
En una inesperada conferencia, Ricardio Iorio llenó de petardos la carpa de prensa del festival. Dijo en un momento algo así como que prendía las radios argentinas y se sentía que estaba en Centroamérica. De fondo, en segundo plano, sonaba... un grupo de Jamaica. Eran The Wailers, animando el Escenario Principal del Cosquín un 6 de febrero; es decir, en la fecha de nacimiento del propio Bob Marley. Antes habían estado Los Pericos, aunque la programación fuerte de reggae estaba pautada para el domingo, más precisamente en el Escenario Temático.
Ya caída la noche, Almafuerte se ganó el Escenario Principal y, entre otras proclamas, su líder recordó que “los indios no están en el himno”. Y luego, ante el tradicional cantito de que “Iorio es lo más grande del heavy nacional”, éste contestó, tajante: “nosotros no hacemos heavy metal, sino metal pesado, que es lo que expresa los problemas y sentires de nuestra nación”. Al término de ese show, Horcas pareció contestarle desde el Escenario Temático. “A los que dicen que el heavy metal está muerto... ¡que se vayan a la concha de su madre!”, arengó el cantante Walter Meza, aplicando una frase que en verdad repite desde hace añares, aunque luego enumeró una por una a todas las bandas del palo que estuvieron en la grilla del sábado... salvo a una. Pero no hay por qué pensar mal.
Por esa hora asomaron las primeras banderas de la noche. Fue con Salta la Banca, quien concentró gran cantidad de espectadores en el tablado principal, consolidándose de ese modo como una de las agrupaciones más convocantes de la nueva generación del rock. Ofrecieron un set directo y conciso que tuvo como invitados al Cabra y a Pecho de Las Manos de Filippi para el cierre con “Relato”, pero antes al Mono de Kapanga, presentado por el cantante y guitarrista Santiago Aysine como “el mejor frontman del país”. El convidado lo demostró instantes después, haciendo estallar a la gente con un medley compuesto por “Quiero darte un beso”, de Prince Royce, “Burbujas de amor”, de Juan Luis Guerra, y “Rock”, de la propia cosecha. Nadie parecía notar muy claramente la diferencia entre uno y otro, mérito que le corresponde al intérprete más que al interpretador.
Al cabo de una hora, Kapanga ofreció probablemente la performance más alta de toda la noche, fiel a su impronta de gran banda festivalera. Y eso que, a esa misma hora, la Bomba de Tiempo ofrecía una apoteósica fiesta en la carpa ardiente del Alternativo, Fuerza Bruta se desplazaba con una murga y una grúa (!) entre la gente y Carajo concentraba buena cantidad de público bajo la llovizna que se abrió en la zona sur del predio cerca de la medianoche.
Cerca del final, La Beriso se encargó de hostear el Escenario Principal justo en el mejor momento de su carrera. Es decir: dos meses después de llenar el Unico de La Plata y un día antes de volver a ese estadio para telonear a los Rolling Stones en su trilogía argentina. Compromiso, por cierto, que compartirán con quien los sucedió en la noche coscoína como número de cierre. Ciro, único representante en el CR2016 del rock de estadios de los 90, volvió una vez más con Los Persas, aunque apoyando su repertorio en una gran cantidad de canciones de Los Piojos, como “Taxy Boy”, “Ruleta”, “Como Alí”, “Tan sólo” y “Desde lejos no se ve”, los dos últimos en compañía del bajista Micky Rodríguez, compañero en aquella banda. El final, como es costumbre, fue con “Noche de hoy”. Que, en verdad, ya es pasado: después de un bautismo intenso e interesante, el Cosquín Rock continúa con dos lunas más.
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