MUSICA › HOMENAJE A ALFREDO ZITARROSA EN EL ESTADIO CENTENARIO
Desde Joan Manuel Serrat y Jorge Drexler hasta los rockeros cantantes de La Vela Puerca y No Te Va Gustar estuvieron presentes en el concierto de más de tres horas con el que se recordó al cantautor uruguayo a 80 años de su nacimiento.
› Por Sergio Sánchez
Página/12 En Uruguay
Desde Montevideo
La inconfundible melodía de la guitarra de “Candombe del olvido” empieza a sonar y vuelven a subir los músicos al escenario. No uno ni dos, sino todos. El público se pone de pie y regala un aplauso ensordecedor. Están todos ahí, acaban de formar parte de un hecho musical histórico, único. “¿Dónde estarán los zapatos aquellos que tuve y anduve con ellos?”, canta Joan Manuel Serrat en el primer verso de la canción. “Qué duros tiempos, el ángel ha muerto, los barcos dejaron el puerto. Tiempo de amar, de dudar, de pensar y luchar”, entona luego Liliana Herrero y se emociona por la vigencia de esas palabras. Y los acompaña un gran coro candombero integrado por Jorge Drexler, Daniel Viglietti, Tania Libertad (México), Martín Buscaglia, Lisandro Aristimuño, Malena Muyala, Braulio López, Sebastián Teysera y muchos más. Es la medianoche del viernes y transcurre el final del homenaje ante un estadio Centenario conmovido y repleto. “Alfredo volvió a hacerlo. Siempre ha establecido puentes y ahora nos ha juntado a todos aquí; nunca vi una densidad tan grande de músicos uruguayos en un homenaje. Cae una bomba hoy acá y se queda Uruguay sin músicos. Y parte de la región”, dice mitad en broma y mitad en serio Drexler, abajo del escenario. Sí, Zitarrosa lo logró. El poeta y cantor uruguayo, quien el jueves hubiera cumplido 80 años, logró interpelar y convocar a músicos de diversas generaciones y estilos. Merecido homenaje, entonces.
Después de casi tres horas de concierto, crece la sensación de que la obra de Alfredo Zitarrosa soporta el paso del tiempo y admite nuevas lecturas. La vigencia de sus canciones se constata con el compromiso que le imprimen los músicos y el respeto eterno de la sociedad uruguaya –y rioplatense– hacia su figura. A las 21.30, la voz profunda de Zitarrosa irrumpió en todo el estadio y despertó la primera ovación de la noche. “La ausencia ha sido larga, el exilio es duro. Mi canción tiene una sola razón de ser y son ustedes, muchas gracias. Ojalá a partir de esta noche ustedes me autoricen a seguir cantando en nombre de mi tierra”, se oye en los parlantes. Una proyección lo mostraba de regreso del exilio, en marzo de 1984, recibido por una multitud que lo acompañó por las calles de Montevideo desde el Aeropuerto Internacional de Carrasco. Sin más preámbulos, suben Eduardo Larbanois y Mario Carrero, dos compañeros de generación, a tocar la primera: “Mire amigo”. Y luego Braulio López, de Los Olimareños, hace suya “Qué pena”. Estos músicos uruguayos, de larga trayectoria, son recibidos con mucha calidez por el público. Hay público joven, adulto, pero lo que más llama la atención es ver en las plateas a familias completas, niños y abuelos.
El concierto marcha bien. Pero el punto de inflexión llega con la poderosa versión de “Adagio en mi país”, a cargo de Christian Cary en voz y guitarra. Acompañado por la cantante charrúa Cristina Fernández y el músico Washington Carrasco, Cary entrega este clásico de Zitarrosa pero con la fuerza y el sonido rockero del Queen de Freddie Mercury. Y mientras en la pantalla se pueden ver imágenes de archivo de militares a caballo por las calles y aviones de guerra, a varios se les llenan los ojos de lágrimas y se les eriza la piel. Un gran momento emotivo. Pero no el único. El público también estalla cuando sube al escenario Joan Manuel Serrat. El español apela a su oficio y se le anima a “Milonga de ojos dorados” y a la bella zamba “Recordándote”. Y parece un uruguayo más.
Uno de los puntos altos del homenaje fue la diversidad musical y el encuentro generacional. Si en algo se destacó Zitarrosa fue reunir en un mismo canto la música urbana y la rural. Y su nexo principal entre ambos universos fue la milonga, un estilo que sintoniza tanto con la música ciudadana como con la templanza del campo. De esta manera, la propuesta conceptual del concierto supo reflejar ese espíritu. Si por un lado tuvo lugar la impronta folklórica rural de la mano de emblemas como Daniel Viglietti (hizo “Milonga cañera” y “Yo sé quien soy”), Numa Moraes (“Triunfo agrario”) y Braulio López y Pepe Guerra (“Milonga madre” junto al guitarrita Toto Méndez) de Los Olimareños, por otro la música contemporánea estuvo bien representada por talentosos músicos jóvenes como Juan Campodónico de Bajo Fondo (tremenda versión electro de “A José Artigas”), la tanguera Malena Muyala (se lució en “Milonga para una niña”), la cantante Maia Castro (“Chamarrita de los militos”) y la dupla que armaron para la ocasión Martín Buscaglia y Lisandro Aristimuño, quienes actualizaron “Los dos criollos”. En una generación intermedia, el cancionista Jorge Drexler tampoco pasó inadvertido y le puso su impronta a “Stefanie” y “Gato del perro”. Desde el rock, Emiliano Brancciari de NTVG (“Si te vas” y “Zamba por vos”) y Sebastián Teysera de La Vela Puerca (“Doña Soledad”) conquistaron al público más joven.
“Zitarrosa tendía puentes dentro de la sociedad uruguaya porque era escuchado por todo el espectro social, inclusive en épocas en que el país estaba muy polarizado, en los años 60 o 70. A Zitarrosa lo escucha todo el mundo; la gente del campo, de la ciudad, la gente de un partido y del otro. Los uruguayos discrepábamos en muchas cosas pero Zitarrosa era una unanimidad nacional”, le dice Jorge Drexler a Página/12, durante el ensayo general. “Además de eso, tuvo un peso muy grande en la región. En Córdoba es muy querido, en la Argentina en general y en el resto de Latinoamérica. También en los lugares donde vivió, como España y México. Era un compositor y un intérprete de una altura excepcional para el país. Murió muy joven, mucho antes de lo que tendría que haber muerto. Y la magnitud de la convocatoria de artistas en su homenaje te da un poco la pauta del nivel humano y artístico que representaba”, analiza Drexler.
La dirección musical del homenaje estuvo a cargo de Fernando Cabrera, un poeta y cantautor que en los últimos años logró un merecido reconocimiento en ambos lados del Río de la Plata. Para Cabrera, de perfil muy bajo, este evento significó un gran desafío. Se ocupó de los arreglos musicales, de designarles las canciones a los músicos y se lo vio firme en el escenario, acompañando con su guitarra durante casi todo el concierto y dirigiendo. Aunque trató de no ocupar el centro de la escena, en los baches entre tema y tema más de uno gritó su nombre desde la tribuna, “¡Cantate una vos, Fernando!” Es que su obra está a la altura de la de Zitarrosa, es de la misma especie musical. Cuando a Liliana Herrero le tocó interpretar “La desvelada”, no se aguantó las ganas y enseguida buscó complicidad con su amigo y admirado Cabrera. Se acercó hacia donde estaba él, inclinó su cuerpo y la guitarra y la voz entraron en diálogo. “Zitarrosa es un autor que está absolutamente presente y conversa con nosotros hoy. Está sumamente vigente, porque es una memoria musical, poética y política. Nosotros le cantamos a los problemas del mundo contemporáneo y en particular a la Argentina”, le dijo Herrero a Página/12.
El concierto se iba a realizar el jueves –el día del cumpleaños de Zitarrosa–, pero debido al alerta de tormentas debió postergarse para el viernes. Esta vez, el pronóstico estuvo en lo cierto: el jueves llovió todo el día con intensidad en Montevideo. Por este motivo, también, no pudieron reacomodar sus agendas Soledad Pastorutti y Hugo Fattoruso. Por suerte, la del viernes fue una noche templada y hermosa. Pese a algunos problemas de sonido y desperfectos en las pantallas, el homenaje cumplió las expectativas previstas y fue un hecho cultural histórico e irrepetible para la región. Difícilmente todos estos artistas vuelvan a coincidir en un mismo día y lugar.
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