MUSICA
En los pasillos del estadio Centenario, se ve a dos mujeres ir y venir con una mezcla de ansiedad y alegría. Son dos de las protagonistas del homenaje: Moriana y Serena Zitarrosa, las hijas de Alfredo. “Lo extrañamos todos los días. Es una cosa muy rara, porque es como si estuviera presente todavía en la vida cotidiana, en la calle, en todos lados”, dice Moriana. “Era una persona súper cálida, muy cariñosa. Era serio, pero tenía mucho sentido del humor. Para nosotras siempre estuvo muy presente”, suma Serena, quienes mantuvieron una relación a distancia durante los reiterados exilios que el músico tuvo que enfrentar. “Cuando él estaba en España y nosotros en Montevideo, por medio de la correspondencia nos mandaba juegos, tarjetas con animales y después en la carta siguiente nos hacía preguntas”, cuenta Serena con una sonrisa, aunque las cartas demoraran dos o tres meses en regresar. “El eligió la Argentina para exiliarse y vivir porque siempre lo sintió un país hermano. Es como estar acá”, coinciden ambas. “Cuando vamos a la Argentina a eventos en relación con papá, a veces siento más emoción allá que acá”, dice Moriana. “Cuando volvió del exilio lo esperaba el mundo entero en la calle, en la rambla, en el recorrido que se hizo desde el aeropuerto hasta la ciudad vieja.
No se esperaba la magnitud del recibimiento. Demoró siete horas para llegar desde el aeropuerto hasta el centro de Montevideo”, recuerdan. “Era un hombre sumamente ético, profundo, nunca panfletario”, sentencian.
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