MUSICA › JOSHUA REDMAN VUELVE A BUENOS AIRES JUNTO A THE BAD PLUS
El saxofonista es de los más celebrados de las últimas generaciones de jazzistas, heredero de la línea Sonny Rollins y dueño de una personalidad versátil. Y su conexión con el trío, que nació por una invitación para tocar en el Blue Note, ya llegó a un disco y continúa.
› Por Santiago Giordano
Todo comenzó, como tantas cosas en el jazz de las últimas tres décadas, en el escenario del Blue Note. Era 2011 y The Bad Plus, uno de los grupos más creativos de jazz de entonces y ahora, invitó a Joshua Redman a compartir una serie de actuaciones en el acreditado club neoyorquino. La química hizo lo suyo enseguida, y a partir de entonces, las colaboraciones entre el trío y el saxofonista se tornaron cada vez más frecuentes, hasta llegar recientemente a un disco. Y a una gira internacional, que los trae a Buenos Aires para mostrarlo. The Bad Plus-Joshua Redman se llama el trabajo que presentarán el miércoles a las 21 en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125). “Cuando nos juntamos por primera vez ninguno de nosotros tenía idea de que este sería el comienzo de tan largo y profundo encuentro –comenta Redman en diálogo con Página/12–. Aquella vez, sólo fui y toqué, lo mejor que pude; lo tomé como un premio inesperado y me dediqué a disfrutarlo. Pero inmediatamente sentimos, tanto ellos como yo, que había algo allí. Alguna clase de conexión que teníamos que desarrollar. Entonces comenzamos, naturalmente, a tocar más y más seguido en los últimos cinco años. Llegó un punto en que dijimos: ‘Ok, sería hora de hacer un disco juntos’. Y bueno, aquí estamos, y así seguimos”.
Calidez e inmediatez podrían ser algunas de las características del sonido de Redman, saxofonista de los más celebrados de las últimas generaciones de jazzistas, heredero de la línea Sonny Rollins y dueño de una personalidad versátil, que le permitió pasar por las más variadas experiencias: probar distintas formaciones y fusionar tendencias sin moverse de su centro, que en el fondo delata una raíz bop y alrededores, sostenida por una técnica notable. En su discografía hay trabajos muy distintos unos de otros, como por ejemplo Wish (1993), en cuarteto con Pat Metheny, Charlie Haden y Bill Higgins; y Elastic (2002), con Sam Yahel en órgano Hammond, además de Bashiri Johnson en congas y Brian Blade en percusión. O, más acá en el tiempo, el sofisticado Walking Shadows (2013), con arreglos para cuerdas y la participación, entre otros, de Brad Mehldau; y el más caliente Trios Live (2014), que recoge tomas en vivo con dos tríos distintos en los que se alternan el baterista Hutchinson y los contrabajistas Matt Penman y Reuben Rogers. “Para mí es muy importante poder mantenerme en un estado de experimentación y búsqueda”, afirma el saxofonista que regresa a Buenos Aires.
–¿Qué conoce de la música argentina?
–No conozco mucho, me interesaría conocer más. Pero sí conozco un músico argentino que admiro, Guillermo Klein. Es un gran compositor.
Este encuentro con The Bad Plus inaugura para Redman otra etapa de su itinerario estético. El trío integrado por Ethan Iverson en piano, David King en batería y Reid Anderson en contrabajo, a su modo, también se caracteriza por cierta iconoclastia, por la particular manera a la que se asoman al rock, al pop e incluso a la música académica, sin dejar de resguardarse en la poderosa tradición del trío y en un sonido propio. “Para mí, definitivamente, The Bad Plus es el grupo más importante y original de los últimos quince años en el jazz”, asegura Redman.
–¿Qué fue, concretamente, lo que le atrajo de The Bad Plus para actuar con ellos?
– Varias cosas, pero fundamentalmente su sonido. La filosofía de The Bad Plus fue encontrar un sonido de grupo. Eso no es muy común en la escena del jazz actual. Y eso me atrajo mucho de ellos. Es un punto de partida diferente para aproximarse al jazz. El modo en que interactúan, el modo en que plantan el grupo, el modo en que exploran al máximo los talentos individuales siempre en función de ese sonido grupal, es algo superador. La atracción, sin dudas, pasó por ahí. Ellos tienen un sonido muy original. Desde el principio de la banda, se comprometieron para fijar ahí la identidad del grupo. Pusieron más en el colectivo que en el lucimiento personal. Y tratándose de grandes músicos, lo que han logrado es muy grande. Se conocen muy bien entre ellos, por eso han desarrollado un lenguaje tan único. Ellos están orgullosos de haber desarrollado este sonido particular, esa fuerte personalidad del grupo, este vocabulario como banda. Y ésa es su fuerza. En definitiva, cuando se piensa en grupo, todos se suben al escenario y están completamente comprometidos, completamente compenetrados en esa música que es la del grupo. Y para mí, compartir una situación como esa, es lo más distendido y lo más liberador.
–¿Cómo se insertó usted en ese sonido?
–La conexión inmediata que se dio entre nosotros tiene que ver con que ellos están muy influidos por el legado de Ornette Colemann, entre otros grupos experimentales, y también por mucha música de mi padre (Dewey Redman). Entonces, parte de mi propia herencia musical es en común con ellos, son influencias que nos identifican.
–Pero tanto en The Bad Plus como en usted, esa visión de las vanguardias históricas del jazz es muy personal...
–Ni ellos ni yo le tememos a la simplicidad. A ambos nos preocupa buscar las maneras de establecer siempre una conexión interesante con el público. The Bad Plus tiene un acercamiento musical muy generoso, especialmente respecto del público. Aun cuando toquen música muy exigente, que podríamos llamar más abstracta, la tocan con una especie de mentalidad de servicio. Quiero decir, ellos quieren decir algo, y valoran a su público, valoran la comunicación con su público. Y eso es algo que yo también valoro. Ahí se da otro gran punto de conexión entre nosotros. Digo esto porque creo que hoy en día hay mucha música de jazz que suma complejidad a la complejidad, y ahí hay un problema para comunicarse con el que te está escuchando. ¿Estás tocando realmente para ese otro, o estás tocando para superar lo que se presenta complejo, sentir que lo lograste y escucharte vos mismo?
–¿Qué cree que su sonido le aportó a The Bad Plus?
–No lo sé, ¡eso pregúnteselo a ellos! (risas).
–¿No han conversado sobre eso?
–No, nosotros solo tocamos. Pero bueno, evidentemente si han querido seguir tocando conmigo, es que sienten que algo les aporto. Pero en definitiva supongo que se trata de lo mismo que siento yo hacia ellos: nos encontramos en una manera común de entender y sentir la música.
–¿Siente que este trabajo conjunto es el de un trío más un saxofonista o es un cuarteto?
– Creo que es un cuarteto, ahora es un grupo. Tal vez cuando comenzamos tocando cada tanto era más un esquema en el que yo me sumaba a ellos, pero ahora, especialmente después de que hicimos este disco, con música nueva, pensada y compuesta para esta ocasión, realmente lo siento como un grupo. Y cada vez más.
–Ha nombrado a su padre, Dewey Redman, un saxofonista tenor fundamental en el desarrollo del jazz moderno. ¿Qué le transmitió él musicalmente?
– Yo no crecí con él. Yo me crié con mi madre (la bailarina y bibliotecaria Renee Shedroff). Pero crecí con la música de mi padre, con sus discos, entre los de otros que también admiro. Entonces sí, fue una influencia para mí como músico. No como padre, porque no llegué a conocerlo bien. Lo veía muy cada tanto, él vivía en Nueva York y yo crecí en California. Luego, ya grande, me mudé a Nueva York y empecé a establecer alguna relación con él. Para entonces, claro, yo ya tocaba el saxofón. Y toqué en su banda un par de años cuando llegué allí. Esa fue una gran oportunidad de tocar música con él, porque era tomar clases magistrales continuamente. Y también de conocerlo un poco más.
– En algún momento de su vida usted tuvo que elegir entre estudiar abogacía o música. ¿Qué lo llevó a elegir la música?
–Cuando terminé la escuela, tenía la idea de seguir la carrera de Derecho. No diría que sentía pasión por las leyes, pero en ese momento había que elegir una carrera académica, no tenía muy claro qué hacer y ese fue un camino posible. Pero ocurrió que durante ese año, luego de terminar el colegio, comencé a tocar y tocar música. Por primera vez en mi vida estaba tocando como cosa prioritaria en mi vida, toqué mucho. Me fui a Nueva York, en ese entonces por seis meses, y tuve la oportunidad de conocer mucha gente, tocar en muchos lugares, y tocar con algunos de los más grandes músicos. Estaba tocando con mis héroes y también con músicos de mi generación, y estaba viendo que era capaz de hacerlo, y que me hacía feliz hacerlo. Con lo cual la elección al final resultó natural. Porque entonces me enamoré de la música. La música entró en mi vida, y fue para siempre.
–¿Cómo fue su formación musical? ¿Se formó más en las escuelas, en los escenarios o en los estudios de grabación?
–Nunca estudié música formalmente, no fui a una escuela, no tuve maestros. Pero considero mis maestros a los músicos que escuché. Todos los grandes músicos del pasado me inspiraron, así como todos los grandes músicos con los que tuve la oportunidad de tocar. Los músicos con los que sigo tocando, todos los días, son mis maestros. Los muchachos de The Bad Plus son mis maestros. Estoy siempre aprendiendo y siempre dispuesto a aprender.
–Más allá de este encuentro con The Bad Plus y sus múltiples experiencias, ¿cuál es la formación con la que se siente su música, que su saxo funciona mejor?
–The Bad Plus es obviamente para mí un gran grupo para tocar, pero he estado en muchos otros grupos y formaciones: mi propio cuarteto, con tríos, con muchos músicos fantásticos. Con Brad Mehldau tenemos un disco por salir, por ejemplo. Lo hicimos hace algunos meses y estará para mediados de este año. Fue una colaboración fantástica, un gran momento para mi música, una gran oportunidad de expandir formas. Siempre estoy haciendo diferentes cosas, con diferentes músicos, y disfruto cada situación musical. Trato de encontrar la forma de contribuir a cada situación musical, a cada posibilidad. La mayoría de las situaciones musicales de las que participo, son para mí grandes canales de expresión y creatividad. Cada una es diferente, no hay una mejor que la otra.
–¿Qué futuro imagina para la música artística en un mundo como el de hoy?
–Oh, no lo sé. La música artística siempre nos circunda, los músicos siempre han estado alrededor de ella. Siempre habrá un público para eso. Creo que los músicos en general, y los de jazz en particular, tenemos grandes desafíos hoy. Algunos de esos desafíos tienen que ver con cambios en el negocio de la música, especialmente en la industria del disco. Otros desafíos tienen que ver con la manera en que la gente recibe información hoy, el lugar que ocupa hoy el entretenimiento, el lugar que ocupa el arte y la música. Vivimos en una cultura de superficie, de lo instantáneo, en la que es fácil que se nos pasen las cosas importantes aunque las tengamos al lado, porque estamos muy fácilmente ocupados en otras cosas. Todos estos son desafíos. Pero, al mismo tiempo, siempre habrá música artística, siempre habrá grandes músicos, y siempre habrá público para ellos.
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