Lun 16.05.2016
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MUSICA

The Bad Plus, la revolución inmanente

The Bad Plus nació con el milenio. Profundizando otras posibilidades para los cruces estilísticos, señaló numerosas pautas útiles para escuchar el sonido de lo que, por lo menos en la redondez de los números, se anunciaba como una nueva época. Joshua Redman no dudó en repetirlo varias veces a lo largo de la entrevista con Página/12: “Es el grupo más importante y original de los últimos quince años en el jazz”. De menor a mayor, la trayectoria del encuentro entre el pianista Ethan Iverson, el contrabajista Reid Anderson y el baterista David King comenzó en Minnesota, en locales pequeños y para un público reducido. Y un primer disco que, como corresponde, llevaba sencillamente el nombre de la banda. En 2002 The Bad Plus llegó al Village Vanguard de New York y al año siguiente grabó These are the Vistas, un segundo disco que sorprende sobre todo a partir de versiones de “Smells Like Teen Spirit”, de Nirvana, y “Flim” de Aphex Twin, llevadas con sutileza a un territorio propio, en el que la tradición del trío de jazz se expande sin sacrificar sus razones naturales. The Bad Plus movía así al Real Book del epicentro de la práctica del jazz y abría un horizonte que por distinto nunca pareció raro.

Después, a través de una discografía en la que cada número podría tomarse como un ensayo en sí mismo sin perder la relación de continuidad con el otro, The Bad Plus revisitó también temas de ABBA, Black Sabbath, Bjork, Led Zeppelín, Pixies, David Bowie, Pink Floyd, Wilco, Flaming Lips y Bee Gees, por ejemplo. Lo hizo además, por supuesto, con Ornette Coleman y Paul Motian. Y también, desde el otro lado de los repertorios pero abordados con la misma tenacidad, abordó músicas de Igor Stravinsky –de quien en 2014 publicó una curiosa versión de La consagración de la primavera–, Gyorgy Ligeti y Milton Babitt. Pero The Bad Plus es también un trío de compositores, por lo que las músicas originales participan también de esa revolución inmanente que tiene que ver con hablar un lenguaje, pero con otras palabras.

El último disco, The Bad Plus-Joshua Redman, está integrado en gran parte por músicas originales compuestas para la ocasión por los cuatro, además de versiones de dos clásicos de la banda, compuestos hace años por Anderson: “Dirty Blonde”, del álbum Give (2004), y “Silence is the Question”, de These are the Vistas (2003). En el encuentro a partir de ese repertorio, posiblemente ni The Bad Plus ni Joshua Redman se parezcan demasiado a lo que venían siendo. Sin embargo la música lleva, de alguna manera, sus marcas, ahora con un maravillosa pulsión de cuarteto, con sus diálogos ajustados y las individualidades al servicio de una respiración común. Y eso es lo mejor que se podía esperar.

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