Viernes, 10 de junio de 2016 | Hoy
MUSICA › SUSY SHOCK SE PRESENTA HOY EN EL ESPACIO TUCUMAN COMO PARTE DE BAGUALER
En el ciclo organizado por la Representación Oficial del Gobierno de Tucumán, la cantante y actriz hará coplas y bagualas acompañada por su caja. “Discuto que se nos piense en ese cajoncito de la diversidad, de cerrar mesas y actos del colectivo Lgbti”, se planta.
Por María Zentner
“Si los discursos del arte no nos interpelan, es nuestro deber crear nuevos, habilitar nuevas resonancias. ¡Aprendamos el oficio del arte, hagámoslo propio y hagámoslo bello! La poesía te obliga a romper y a jugar. ¿No existe? Inventalo. ¿Así no se dice? Así digámoslo”. Cada palabra que sale de la boca de Susy Shock sale también de lo más profundo de sus ojos. Y cada una de las partes de cada oración es, en realidad, una minúscula pieza de ese inmenso manifiesto que es ella misma. “Soy arte”, resume en el poema “Soy”, de su Poemario Transpirado. Cruda y femenina, masculina a ratos, género colibrí. Son tantas las etiquetas que le caben en su diversidad que terminó por definirse “arte”. En una época en la que el arte está puesto permanentemente en discusión, no tiene ningún prurito en señalarse a sí misma como su gran obra. “El primer objeto de arte es el cuerpo”, dijo la psicóloga social y activista trans Marlene Wayar. Y Susy Shock es un fiel reflejo de ese concepto. Actriz, cantora, poeta, docente, escritora, militante, artista trans sudaca, llega hoy con su cuerpo, su voz, su caja y los puños llenos de coplas y bagualas para presentarse a las 19 en el Espacio Tucumán (Suipacha 140), junto a Ema Pérez y Los Soneros del Calamaní. Será en el ciclo Bagualer@s, que organiza la Representación Oficial del Gobierno de Tucumán, en el marco del Proyecto Bicentenario: Somos nuestra historia, que incluye, además, conferencias y encuentros literarios.
Hija de un pampeano y una tucumana, Susy nació en 1968 en el barrio de Balvanera y sus papás le pusieron nombre de varón. Porque, claro, tenía pito. En la adolescencia, un poco como juego, un poco por necesidad, nació, primero como personaje, esa Susy en la que finalmente se convertiría. Esa obra/manifiesto del yo. “Siempre digo que sin arte, yo sería como una plantita seca. Mis privilegios como persona trans tienen que ver, primero, con esa mamá y ese papá que me han abrazado, y que no solamente no les molestaba y no violentaban lo que iba eligiendo, sino que lo amaban. Después, con haber estado siempre en contacto con el arte. Este colectivo está todo el tiempo buscando tapar ese agujero primero con el que te fundan: con violencia, desapego, odio… Mis viejos laburantes tuvieron la sabiduría cotidiana de acercarnos al arte y dejarme empezar a los 14 años a ser parte niñita de un mundo de soñadores que creía que estar en una obra o cantar una canción era cambiar algo. Si no hubiera sido por eso, hoy sería una más parada en la esquina, viviendo de la prostitución”, asegura.
El arte como salvación, como privilegio y como herramienta militante es su hecho germinal. Indiscernible de su persona. Una figura que atraviesa su decir y su hacer: “Como artista, me paro desde lo discursivo a discutir este mundo que lo único que hace es dejar humanidades afuera –explica–. Yo canto una zamba como se canta una zamba. No le voy a cambiar la forma. Sí creo que hay una discusión de los discursos dentro de ese folklore en la que me siento en activa batalla. Es desde ese lugar que me enfrento, por ejemplo, a un ciclo hermoso como Bagualer@s, del que estoy orgullosa de participar”.
Para ella, el objetivo es, poco a poco, ir encontrando cada vez más espacios donde amplificar ese discurso de la diversidad que muchas veces queda reducido a ámbitos muy específicos: “Siempre estuve mezclada. Yo no hago teatro trans. Hago teatro. Soy actriz y cantora. No soy una performer por ser trans. Discuto que se nos piense en ese cajoncito de la diversidad, de cerrar mesas y actos del colectivo LGBTI. Se trata justamente de eso: de que nos mezclemos discutiéndole a esa hegemonía. Por ejemplo, este ciclo propone ‘lo anónimo’. Ese es un privilegio de la heterosexualidad. Nosotras no podemos darnos el lujo de ir a no decir quiénes somos. Porque somos las que no estamos. Yo voy a ir a cantar con nombre y apellido textos de mis compañeras y mis hermanas travas. Tenemos que nombrarnos todo el tiempo”, subraya.
La hegemonía de las instituciones, de la ciencia, de los medios de comunicación es, para ella, el ancla de un pasado que subsiste a pesar de todas las evoluciones que se dan en otros ámbitos. Habla de la actual como una etapa de tránsito entre lo muerto que aún late y lo nuevo que recién está naciendo. En ese sentido, insiste en la necesidad de nuevas maneras de decirse y de verse para empezar a tener una voz, y se coloca a ella y al colectivo como seres de transición: “Todas nosotras hicimos un aprendizaje estético de robarle a esa hegemonía eso que queríamos ser. Porque nosotras no teníamos modelos travas. Yo me miré en mi mamá, los 70, Farrah Fawcett, le pedí prestado a la mujer biológica para armarme. Quizá, las nuevas generaciones ya tengan links a artistas y conceptos trans que les permitan verse a sí mismas con una imagen propia”. En ese camino, considera que es tarea de cada persona que se suba a un escenario, grabe un disco o escriba un libro actualizar los discursos de manera de no reproducir todo aquello que fue haciendo surco en las mentalidades y en la sociedad a través de la cultura y del arte: “En el caso específico de la copla, por ejemplo, tengo un libro que recopila como mil. Casi el ochenta por ciento incita al asesinato de la mujer. Es ahí que tenemos esa responsabilidad enorme de decir ‘no, amigo, eso no da’. El arte es absolutamente político, aunque estemos hablando de amor romántico. Es una postura, un discurso que dice que así es cómo se ama. Y cómo se sufre de amor. Entonces, hay que revisar qué es lo que se dice y se canta”. El discurso por sobre la forma y cada plataforma viva como trampolín de ideas nuevas.
“¡Que otros sean lo normal!”, grita en su “Reivindico mi derecho a ser monstruo”. ¿Normal? ¿Qué es normal? ¿Es bueno o es malo? “Se nos quiere encajonar adentro de un sistema que para mí ya fue, está roto, es viejo y a ustedes les hace mal. No siempre está bueno querer entrar a ese modo de ser varón, de ser mujer. Debemos disparar nuevas lecturas para las nuevas generaciones. Somos un colectivo que, por el ansia de pertenecer, no discutió qué es pertenecer. ¿Pertenecer a qué? ¿Entrar a la mesa de conceptos e instituciones que nos dejaron afuera? ¿Seguir abonando que esa institución se haga la abierta y te deje pasar? ¿No es mejor discutir todo como cuerpos/ vidas disidentes? Discutir familias, paternidades, maternidades, discutir qué es eso de casarse… Entiendo que necesitemos cierto formato legal que sostenga nuestras relaciones, pero tenemos que enseñarle al mundo que hay un montón de modos en que amamos, en que nos vinculamos”, responde sin titubear, sin dudar ni un segundo: la palabra en ella es carne y la carne es discurso y el discurso es obra y la obra es Susy Shock.
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