Lunes, 1 de agosto de 2016 | Hoy
MUSICA › JULIáN OROZ Y FACUNDO GALLI, CANTAUTORES
Por Sergio Sánchez
Se cae el cielo, pero Julián Oroz no se acobarda y se toma el Roca hasta Lomas de Zamora. Se viene desde Villa Crespo. “A ustedes les cuesta bocha venirse para el sur, nosotros estamos acostumbrados a ir para allá”, le dice el cronista. “Sí, pero hay que venir más para esta zona”, reconoce Oroz y busca complicidad con su amigo y colega Facundo Galli, cantautor nacido en Mar del Plata, criado en Chapadmalal y ahora afincado en Temperley. Ambos llevan adelante proyectos solistas, acaban de publicar discos nuevos, pero comparten canciones en un espectáculo conjunto que denominaron La liebre y el caracol. “Queremos que sea un concierto de ida y vuelta, inclusivo. Es muy importante para nosotros el permanente intercambio visual con el público, no perder de vista que hay alguien ahí. La idea es romper con la cuarta pared. Creemos que de ése modo se transmite mejor lo que queremos decir”, entiende Galli. “Lo que nos importa es que pase algo, no sabemos bien qué, pero algo tiene que pasar”, suma Oroz. Después de haber llenado la sala porteña de Salta y Resto, llevarán el concierto a Córdoba capital el 1 de septiembre en Gondwana, el 2 en el Centro Cultural Embalse (Embalse) y el 3 en Hora Libre (Alta Gracia), en compañía del músico Leandro Tornello. El 12 octubre, en tanto, Oroz tocará en el ciclo Radar que organiza el Centro Cultural Recoleta.
Galli acaba de lanzar su segundo disco, Liebre (2016), editado por el Club del Disco. Un trabajo con un pulso más alto que el anterior (Last Pamperito, 2012), más maduro compositivamente, variado en ritmos (foxtrot, aires de jazz, bossa, folk) y con canciones que invitan a “cambiar el aire, mover la arena y dejar que pase lo que te gusta”. Oroz, en tanto, lanzó su tercer disco, Centellas (2016), grabado con tomas en vivo en los estudios ION. También hay un registro fílmico. “Me gusta lo del niño interno, aunque sea trillado, porque creo que nunca dejamos de ser niños y actuamos a ser adultos. El arte me conecta con esa idea”, cuenta Oroz, en relación al espíritu de sus canciones, que tienen una dosis de humor, ingenuidad y hablan de horneros y caracoles.
Además de una cuestión generacional –ambos pisan los 30 años– y un sonido predominantemente acústico, hay varios puntos en común entre ellos. El contexto histórico, por ejemplo. “La idea de la canción inclusiva, la inmediatez y la cercanía con el público viene de las casas culturales. En un bar tenés mesas y está separado por secciones; en cambio, en las casas culturales no tenés asignado un lugar, te podés sentar en el piso, al lado del músico o incluso en el escenario encima de un cajón peruano. Es difuso el límite entre el músico y el espectador”, enmarca Oroz, también clown. “Es interesante hasta qué nivel influye este momento histórico de la música y se relaciona con los decibeles bajos y los instrumentos acústicos. Nos servimos de otros recursos que no tienen tanto que ver con un despliegue escénico o de volumen, sino con las pequeñas cosas”, aporta Galli. “Podés ser un buen guitarrista o cantante, pero cuando queda la canción expuesta lo importante es conectar con el momento y respirar con el público”, coinciden.
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