En Parque Patricios llueve y, encima, en la sala donde ensaya Arbolito no hay luz. La charla, entonces, asume un color gris, casi preindustrial: todos alrededor del fuego –que serían un mate y cuatro o cinco galletitas, en este caso–, más algunas sillas desvencijadas y un glamour que remite a la tapa de Aqualung, aquel maravilloso disco de Jethro Tull. Todo tiene que ver con todo, al cabo, porque hasta ahí hay que ir a buscar una de las referencias clave de la banda que revolucionó el folk(lore) rock argentino, en las primeras décadas del siglo XXI. Otras claves pueden rastrearse en un intenso devenir de giras hippies; en discos autogestionados o no; en ideales; en codeos con Osvaldo Bayer (cómo olvidar aquel viaje a Rauch, para cambiarle el nombre al pueblo por el del indio justiciero), con León Gieco o con la Orquesta Fernández Fierro; o en reminiscencias que también pendulan entre el Cuchi Leguizamón, Arco Iris y Los Redonditos de Ricota. “Arrancamos el año con la idea de hacer un disco a la manera tradicional”, es la primera frase seria que se escucha en la ronda crepuscular. Y le corresponde a uno de los fundadores, el cantante y guitarrista Ezequiel Jusid.

Lo tradicional no tiene que ver, en este caso, con un vuelco inesperado de la banda hacia el minué o la media caña, sino con el concepto de álbum. Por lo tanto, optaron por una vieja costumbre que está volviendo, obligada por las circunstancias: disquitos de tres temas (EPs) que irán sacando de a poco. El primero, recién salido del horno, se llama Simples Volumen 1 y contiene tres de las canciones que tocarán este sábado a las 21 en La Trastienda (Balcarce 460): “Engaño”, “Pará la mano” y “Que la tortilla se vuelva”. “La idea es ir sacando simples con diferentes productores artísticos, para jugar con varias sonoridades, estar más tranquilos y no tener que gastar bocha de plata en un disco”, prosigue el guitarrista, cantante y compositor. El círculo lo completan los mismos de siempre: Agustín Ronconi, Andrés Fariña, Pedro Borgobello, y el baterista, Diego Fariza, que ronda la ronda, pero sin hablar. “Básicamente, es mucho menor la cantidad de gente que compra discos y eso hace que cambie la funcionalidad del formato. Por eso, creemos que grabar por tandas optimiza un montón de situaciones en cuanto a la forma de distribución, a lo digital. A nosotros nos gusta el formato físico porque somos medio románticos, pero la realidad es que es muy difícil bancar financieramente un buen disco, con todo lo que ello implica”, desarrolla Fariña, bajista y cantante.

“Después, como decía Eze, está el tema de los productores. En veinte años, habíamos laburado sólo con dos: Dani Buira y Tito Fargo. En cambio, este EP lo produjeron Juan Subirá y Pepe Céspedes, y ahora estamos trabajando con Sebastián Schachtel, de Las Pelotas”, refiere el pelado Borgobello, encargado de clarinetes y ukeleles, en un intento por explicar que la causa comulga con buscar sonidos diferentes. “Si un productor elije solo tres canciones, estas van a tener mucho más tuco, más jugo”, completa. “Sí, porque cada encuentro, que es energía humana, te da más posibilidades de conectarte si te ocupás solo de tres temas –afirma Ronconi, el hombre que canta, compone y toca mil instrumentos–. La charla y el compartir van generando las ideas que después se vuelcan en la canciones. La experiencia inmediata con este simple es que la gente se devora las canciones, y quiere escuchar más”. Y Borgobello redondea: “Nosotros no somos una banda mediática, no prendés la radio y aparece Arbolito, entonces este soporte nos da la posibilidad de tocar más, de aparecer más durante el año. Es como barajar y dar las cartas de otra manera”.

–En un momento complejo, además…

Ezequiel Jusid: –Sí, porque las energías están raras. Hay mucha angustia por el tema guita, a menos que tengas una compañía que te banque.

–Igual, ustedes tienen una larga experiencia en la autogestión y por ahí capean mejor el temporal…

Pedro Borgobello: –En un montón de cosas, la realidad se está pareciendo a cuando arrancamos. En ese sentido, hay un camino recorrido, sí, una experiencia.

E. J.: –No vamos a caernos porque se caiga el mundo. No va a sorprendernos… Si tenemos que laburar de otra cosa, no vamos a morirnos.

Agustín Ronconi: –Igual, la música te rescata, te pone en eje, le da sentido a lo que sos. Que la gente se haya apropiado de las canciones de este EP es un gran aliciente, nos da pilas. Que lo que uno canta le haga bien a otro le da sentido a todo. Es como un alimento diferente, en un momento en que se han tomado decisiones bravas para los laburantes y para el país. Creo que es un año para resguardarse, para fortalecerse internamente. Para volver a lo que te hace caminar, que es el alimento del espíritu.

E. J.: –Por eso recuperamos “Que la tortilla se vuelva”, que es una canción de la guerra civil española, y que nosotros adaptamos a la época, en ritmo de cuarteto. Tomamos la original y le agregamos estrofas que tienen que ver con el glifosato, temas de hoy. Está bueno reflotar canciones viejas.

P. B.: –Otra canción, “Engaño”, habla de cómo te chamuyan y esas cosas, y musicalmente suena renovado, distinto.

A. R.: –Tiene un sonido medio disco que se aleja de lo folklórico-rockero. Y después está “Pará la mano”, un tema que escribió el compositor Orlando Miño en el verano y pensó en nosotros. Lo mandó y terminamos de hacerlo entre los dos. Creo que la canción, básicamente, surgió como una necesidad, igual que retomar temas que no tocábamos hace tiempo como “Estofado”, el “Huayno del desocupado” o la misma “Arbolito”.