Viernes, 2 de septiembre de 2016 | Hoy
MUSICA › LA JUSTICIA FALLO EN CONTRA DE MIGUEL CANTILO
Cantilo reclamó por los contratos leoninos firmados en sus comienzos, que le retienen el 25% de sus derechos de autor hasta 70 años después de su muerte. La Cámara de Apelaciones revocó un primer fallo favorable.
Por Cristian Vitale
“Trataré de ser lo más sintético posible”, advierte Miguel Cantilo desde algún lugar de su segundo hogar: España. No habla de un disco, de un libro o necesariamente de sí. Habla de algo diferente, que seguramente le está quitando el sueño. La Cámara de apelación, a través del voto de dos jueces contra uno, acaba de fallar en su contra, en una demanda que el músico le había iniciado a la Editorial Musical EMI Melograf, por contratos que le obligó a firmar el sello CBS (por entonces, 1970, asociado a tal editorial) para grabar el primer disco de Pedro y Pablo, el de “La marcha de la bronca”, “Che ciruja” y “Tiempo de guitarra”, entre otras canciones. “La justa decisión del juez Federico Güerri en abril de 2015 de anular la vigencia de los contratos leoninos en primera instancia fue apelada por la empresa y el 30 de junio de 2016 la Cámara de apelación, a través de los jueces Isabel Míguez y Alfredo Köliker Frers, a pesar de la disidencia de opinión de la jueza María Elsa Uzal, revocaron la sentencia y autorizaron la aplicación de los abusivos contratos, con argumentos que están a la vista en la sentencia publicada en la página del poder Judicial de la Nación (Expediente 002766/2012 Cantilo Miguel José c/EMI Melograf S.A)”, informa el músico sobre un veredicto que perjudica notablemente a él y a sus herederos.
Y explica por qué: “Hace algunos años observé que, a raíz de contratos que fui compulsivamente obligado a firmar como parte del compromiso que significaba grabar un disco a los 19 años para una compañía multinacional, la editorial EMI me descontaba, hacía cuatro décadas, el 25% de mis derechos de autor referidos a las obras del primer disco de Pedro y Pablo. Entonces decidí consultar a mis abogados”, encuadra el guitarrista, compositor y cantor, sobre el inicio de un camino cuyo aspecto temporal podría considerarse como futuro inesperado. “En efecto, al empezar a investigar, descubrimos que esos contratos eran totalmente leoninos y no tenían siquiera fecha de prescripción, algo que es totalmente ilegal, porque no puede haber contrato sin fecha de caducidad. También expuse que la editorial nunca había realizado contraprestación alguna en virtud de esos contratos, a no ser la edición de algunas partituras en papel, que en su momento fueron mal escritas y en años posteriores tuve que mandar a reescribir por el maestro Gustavo Gregorio”, se extiende Cantilo acerca de los motivos que lo habían llevado a iniciar la demanda.
Demanda que efectivamente tuvo un futuro inesperado. Le otorgó a EMI Melograf la libertad de “despojar” al cantautor de la cuarta parte de sus derechos, como lo viene haciendo hace cuarenta años, y hasta setenta años después de su muerte. “Las editoriales musicales, o de publishing para ser explícito, son empresas que en los países centrales cumplen la función de encontrar intérpretes a los autores, difundir y defender el material del cual son socios contractualmente, y promoverlo ganando dinero con las versiones de intérpretes consagrados. Pongamos como ejemplo las versiones de los numerosos covers que publicaron The Beatles en sus primeros álbumes. George Martin, como productor, acudía a los catálogos de las empresas editoriales y estas le proporcionaban una gran cantidad de material, del cual elegían los temas que más convenían al estilo de esos incipientes Beatles. Esto generaba una gran ganancia tripartita al autor, Chuck Berry, por caso; a la editorial como socia, y al grupo como intérprete”, se sigue descargando este cantautor que publicó veinticinco discos, y que sigue en busca de la justicia artística. “En cambio, EMI nunca consiguió un intérprete para ninguna de mis canciones. Según el libro Huellas luminosas, publicado recientemente por Alejandro Petruccelli, existen trece versiones de canciones de dicho catálogo, ninguna de ellas gestionada por la editorial. A pesar de mi requisitoria en años pasados, la editorial nunca promovió en el mercado de habla hispana mi repertorio. De modo que mi demanda ante la Justicia estaba fundamentada en su inoperancia. La única vez que recuerdo haber recibido una oferta de la empresa fue para negociar el permiso para que Fernet Branca utilizara “La marcha de la bronca” en un jingle publicitario, a lo que me negué de plano. En otra oportunidad Mauricio Macri utilizó en un acto de campaña a la intendencia mi canción “Yo vivo en esta ciudad” y me enteré por un comentario periodístico, pasando a encargarme yo, a través de Sadaic, de cobrar el arancel correspondiente a tal uso, que es misión de la editorial. Esto lo digo para ilustrar el nivel de inutilidad de una editorial que va a seguir cobrando la cuarta parte de los derechos de autor de mis primeras canciones hasta setenta años después de mi muerte”, refrenda uno de los músicos que iluminó almas de varias generaciones a través de su música. Un artista, honesto como pocos, que se ve en la obligación, a una edad en la que tendría que estar disfrutando de una vida plena, de meterse en feos líos judiciales por los derechos de autor, como también pasa con otro grande del rock argentino: Litto Nebbia. “Obviamente que mi reclamo obedece al interés por reducir el despojo de mis derechos más allá de mi desaparición, como quien pretende cuidar sus intereses sucesorios más que por los de los pocos años de vida que me restan este planeta”, plantea Cantilo, pensando, encima, en las siete décadas post mortem, que la empresa seguirá usufructuando por algo que no creó, ni defendió, según su creador y defensor.
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