Viernes, 2 de septiembre de 2016 | Hoy
CINE › LOS PIBES, DE JORGE LEANDRO COLAS
Por Diego Brodersen
“No soy extremadamente futbolero, no juego bien al fútbol, ni siquiera soy hincha de Boca”, afirma Jorge Leandro Colás en las notas de prensa de su tercer largometraje. Y así como no fue necesario ser dueño de ninguna de esas características para abordar un relato con olor a transpiración, a pasto recién cortado y a vestuario, tampoco hace falta ser futbolero o xeneize para apreciar sus virtudes. El procedimiento narrativo de Los pibes es similar al de su primer documental, Parador Retiro, y por su énfasis en la descripción de las operaciones cotidianas de una institución podría pensarse en las enseñanzas del cineasta Frederick Wiseman. Sin embargo, a Colás no le interesa registrar todas y cada una de las instancias de una entidad deportiva de la envergadura y complejidad de Boca Juniors; por el contario, su mirada es mucho más concentrada, por momentos microscópica. Y definitivamente ajena a las luminarias: lejos de la Primera División y los contratos multimillonarios, el film detalla los procedimientos por los cuales el club selecciona, tamiza y “ficha” a los jugadores de más corta edad.
“No podemos probar mil chicos”, explica uno de los cazatalentos ante una multitud de jóvenes y padres enojados, detenidos por la frialdad de la reja de ingreso, enfrentados a la realidad: no hay lugar para todos. El film se regirá por esa tensión dialéctica entre la esperanza de muchos (“acá todos los papás se piensan que su pibe es el próximo Messi”) y la cruda materialidad de aquello apenas posible: de los aproximadamente 40.000 niños y adolescentes que son probados anualmente, sólo 40 ingresan al organismo. El veterano y legendario Ramón Maddoni —descubridor de Riquelme y Tévez, entre otros futbolistas de primer nivel— forma parte del equipo de seleccionadores que la cámara de Colás acompaña en diversos viajes por Buenos Aires y el interior del país, canteras de posibles talentos en edad de merecer una primera oportunidad.
Tanto Maddoni —quien en alguna entrevista periodística se jactó de saber si un jugador es “distinto” a los seis o siete años de edad— como el resto del equipo fueron registrados en charlas cotidianas donde se impone el fraseo pícaro, el comentario ingenioso y el anecdotario futbolero de bambalinas. Pero más allá de esa simpatía de barrio, de padre putativo y buen consejero, existe la demanda de cumplir objetivos, de formar y nutrir a un grupo de futuros jugadores.
Apoyado por un trabajo de cámara y de montaje preciso, el guión de Colás organiza el material de forma cronológica, de manera de cerrar el relato con la última prueba de ingreso de los mayores del grupo a las divisiones inferiores del club. En una típica situación motivacional, llega el comentario acerca de aquellos que ya lo lograron, los que pasaron por esa prueba y triunfaron. Luego, la medición de altura y peso, los chistes nerviosos de vestuario, la salida a la cancha, los pies en movimiento y la esperanza en los ojos. De allí puede salir la próxima estrella de Boca, parecen decir las últimas imágenes de Los pibes, mientras corren los títulos y el film cierra su aproximación a un universo desconocido cuyos resultados finales están a la vista de todo el mundo.
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