MUSICA › ENTREVISTA CON ALINA GANDINI
La hija de Gerardo Gandini acaba de editar un disco de covers de rock nacional, para el que convocó nada menos que a Charly García, Andrés Calamaro, Gustavo Cerati y Fito Páez. Cuenta que le dio miedo llamar a Spinetta, que el Indio Solari le dijo que estaba ocupado y que Vicentico la dejó plantada.
› Por Cristian Vitale
No es que Alina Gandini chasqueó los dedos y aparecieron todos de repente, pero parece. En apenas una semana, la hija rocker de Gerardo logró convocar a Charly García, Andrés Calamaro, Gustavo Cerati y Fito Páez para cantar en su disco de versiones, un mérito de producción complicadísimo de lograr. ¿Qué raro sortilegio llevó a estos cuatro grandes a sus pies? Ni siquiera ella sabe qué responder: “La verdad, no sé cómo pasó todo esto”. Pero pasó. El cuarteto de luxe, más la delicada voz de Alina, Marcelo Baraj, Quique Sinesi, Mariano Otero y Matías Mango entre los músicos, concretaron Hotelera. Catorce clásicos del rock argentino categoría ’80 revisitados en clave de jazz. Bajo una atmósfera chill out, la ex Acida dio nueva vida a “El rock es mi forma de ser” (Virus), “No te alejes tanto de mí” (Spinetta), “Jet set” (Soda Stereo), “Mi novia se cayó en un pozo ciego” (Cadillacs), “Polaroid de locura ordinaria” (Páez) y “La bestia pop” (Redondos), entre otros, emparentados por una voz sutil, callada, suave, como cantada al oído. “A Spinetta no lo llamé porque me dio miedito, el Indio me dijo que estaba ocupado y Vicentico prometió venir, pero me dejó plantada”, cuenta Gandini, sobre el faltante de próceres.
El origen del proyecto tiene sus años. Cuenta Alina que siempre, en los breaks de los ensayos, tenía la costumbre de sentarse al piano y tocar clásicos. “Pero no eran versiones jazzeadas sino hoteleras, tranquilas. De ahí el nombre del disco.” El punto de inflexión que convirtió el hobby en proyecto discográfico fue Charly García. Un domingo la invitaron a tocar en el Hotel Faena. Había no más de ocho personas y entre ellas estaba Mr. Say No More. “Pensé dos cosas: o me putea o me arruina el show. Arranqué el set con ‘No soy un extraño’ y Charly lo aprobó. Al segundo tema ya estábamos cantando juntos... era de esos días que él está brillante y hermoso. Me hizo coritos tranquilos durante toda la noche. Lo amo...”
–¿Es de las que le perdona todo?
–Sí, porque él me impactó desde la infancia. Fue una parte muy importante de mi educación... La verdad es que hubiese hecho el disco con todas canciones suyas.
–Pero no fue así. ¿Qué parámetros utilizó para elegir las otras?
–Obviamente, no es una lista de temas favoritos. Mis preferidas de Soda no son ni “Jet set” ni “Sobredosis de TV”. Pero me divertía mucho transformarlos en algo que me gustara. Además busqué canciones que pudiera convertir al jazz. Traté de que no fueran todas de Charly y descarté automáticamente las que tuvieran algo que ver con el género.
–Media discografía de Spinetta...
–Por ejemplo... o un cuarto de la de Fito. No tenía chiste hacerlas, porque las de ellos son más lindas.
Alina demeó 50 temas. Y el operativo descarte fue simple: “Cuando una canción se hacía difícil, chau. Recurríamos a otra”, cuenta. Resuelto el repertorio, grabó un ensayo y recurrió espontáneamente al productor Fernando Moya. “Le insistí para que lo escuche. Le conecté todo, se lo piqué y me dio el ok. En aquel momento, todavía no estaba en boga la cuestión de los tributos y yo ni sabía de los 40 años del rock nacional... Pero pasó tanto tiempo que quedó como oportunista, me van a recagar a puteadas... (risas).
–Hay una característica que engloba el sonido del disco, además del concepto jazzero: su voz y la de los invitados siempre suena “al oído”.
–Fue la única decisión fija. Un día estaba grabando las voces, porque a la mañana caía Charly y había que hacer todo rápido. Pero la voz salía como el orto, re mal, hasta que en un momento canté uno suavecito y me dijeron: “Ok, negra, está buenísimo... seguí así”, y canté todo en un día.
–¿Algún reparo de los invitados ante las versiones que eligió?
–Cerati entendió el chiste mejor que yo. Cuando estábamos probando los temas le mandé “Hoy ya no soy yo” y le había encantado. Pero después, cuando le dije que habían quedado “Sobredosis de TV” y “Jet set” me respondió: “Hija de puta, esos temas de mierda”. Igual se copó, vino y me hizo de galán. Alucinante. Cuando empezó a cantar, me empecé a descomponer de la risa. ¡Qué bueno que se pueda reír de sí mismo! También le copó que saqué algunas frases de “Jet set” porque me parecían feas.
–En “Mil horas” también faltan frases...
–Pero por una cuestión musical: algunas no iban con la cadencia jazzeada. Además, hubo un problema: Andrés lo grabó conmigo, pero el sello le autorizaba sólo una canción y ellos eligieron “Amor en Avellaneda”.
–La presencia de Spinetta hubiese sido un golazo...
–Pero me dio miedo llamarlo. Sé que no es muy amigo de las versiones de sus temas y dije: “Este me va a putear”. Cuando tramité la autorización de “No te alejes tanto de mí”, dijo: “Alina tiene todo autorizado, no me tiene que pedir nada”. Un amor.
–“Mi novia se cayó en un pozo ciego” es la versión más llamativa. No suena jazzera y el tono de voz es más grave.
–Vicentico me dijo: “No, hija de puta, ese tema no”. ¿Me habrá dejado plantada por eso? (risas). Acá toca mi viejo y fue tan volado lo que hizo que hicimos una excepción de género, porque al resto de los músicos le decíamos: “Tenés que tocar jazz cafón, como si fueras tu abuelo”.
–¿Qué fue Acida?
–Un camino áspero. Con Tweety –González– pensamos que iba a ser lo contrario, cuando Chris Allison, el productor de Coldplay, se interesó en nosotros. Vino, produjo el disco y quería venderlo por un millón de dólares ¡en el 2000! Fue insoportable la experiencia, y lo sigue siendo, porque Acida continúa atado al sello: ni nos liberan ni nos sacan el disco. Allison resultó una mierda. Como productor era un cero. Vino a casa y, en vez de ponerse a producir, se la pasó chateando en el living.
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