MUSICA › DAVID BOWIE CUMPLE HOY 60 AÑOS
Padre de familia y budista activo, poco parece quedar de sus personajes de los años ’70. Salvo su talento, claro.
› Por Thomas Burmeister
Desde Londres
Es el maestro de la versatilidad. Nadie interpretó hasta el momento tantos papeles diferentes en el mundo de la música como David Bowie. Ninguna pose resultó demasiado excéntrica para él, ningún disfraz fue lo suficientemente loco, con tal de llamar la atención del público. Su capacidad de transformación le hizo ganar el apodo de “camaleón”. Hoy, el londinense de múltiples talentos cumple 60 años y algo es seguro: Bowie interpreta el papel de señor mayor del pop y del rock a la perfección.
La fuente de energía interior que hace que Bowie siga siendo Bowie en medio de su versatilidad fue traída, según parece, de Asia. Desde hace años, este hombre, uno de los artistas británicos más ricos, que vive la mayor parte del tiempo en Nueva York, es un budista activo. A partir de sus creencias, el Duque Blanco se compromete a menudo con obras de beneficencia. Pero también porque aprendió, a través de su mujer, Imán, una hermosa modelo proveniente de Somalia, que muchas personas en el mundo viven una realidad muy distinta de la suya.
“Todo cambió”, reconoció Bowie en el año 2000. Pocos meses antes, en agosto, Imán dio a luz a su hija Alexandra. Para el artista fue motivo suficiente para reflexionar sobre sus amores y la vida. El resultado fue el álbum Heathen, un regreso maravilloso tras un período de introspección. Y fue además una aparición sorprendente: textos reflexivos y ritmos crudos, que fueron, no obstante, bien recibidos por el público. Claro que, al escuchar este disco, muchos se preguntaron dónde habían quedado los tiempos en los que Bowie superaba en escena el show erótico de Mick Jagger. Dónde habían quedado sucesivos alter ego de Bowie en su plan artista de ciencia ficción o crooner impecable. El entrañable Ziggy de The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, el pálido Thin With Duke o el hombre que decía admirar el estilo interpretativo de Frank Sinatra.
Las drogas, especialmente la heroína, fueron ingredientes de una larga fase de excentricidad en la vida y la obra de Bowie. Esta excentricidad lo acercó al abismo, aunque sin perder jamás la distinción. Además justificó y consolidó su fama de “camaleón” en la escena del rock. En la segunda mitad de los años ’70, Berlín apareció en la vida del británico. La atmósfera de la metrópolis lo ayudó a vencer a la heroína. De allí surgió Heroes, que para muchos es uno de sus mejores discos.
Lo que llegó en los ’80 estuvo más vinculado con el pop, libre de fantasmas sombríos, pero igualmente atravesado por un gran sentido del profesionalismo. Comercialmente fue la etapa más exitosa de todas, con hits mundiales como “Let’s Dance” y “China Girl”. A pesar de todo, continuó siendo fiel a su umbral de exigencia creativa. Ofreció un pop tan pegadizo como sugerente, que no lo corrió de su lugar, ganado mucho tiempo antes, de músico vanguardista.
En 2004 Bowie logró un nuevo éxito con Reality, aunque no tan celebrado como su regreso con Heathen. Reality resultó ser una declaración de amor a Nueva York, pero sin el entusiasmo que muchas veces afecta a los visitantes de la “Gran Manzana”. La advertencia llegó en forma de un ataque cardíaco. Hace dos años y medio Bowie debió ser operado en Hamburgo por una afección al corazón. Poco después estaba de pie sobre un escenario. Lo suficientemente pronto como para recibir en febrero del año pasado el Grammy honorario por su obra musical. En cuarenta años de carrera, Bowie hizo suficientes méritos para obtener de la industria y del público todos los honores.
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