Sábado, 13 de enero de 2007 | Hoy
MUSICA › UN GENERO QUE SE MUESTRA SALUDABLE EN TERMINOS ARTISTICOS, CADA VEZ CON MAYOR EXPOSICION
Los Pericos, Los Cafres, Nonpalidece, Satélite Kingston, Riddim, Dancing Mood son sólo algunos nombres de una movida que abandonó hace tiempo el under para ganar espacios masivos como el Luna Park y Obras Sanitarias.
Por Javier Aguirre
No es temerario afirmar que 2006 fue el año más importante en la historia del reggae argentino, al menos en términos de masividad. Este género de origen jamaiquino, inscripto siempre en la familia del rock –por lazos afectivos y por vínculos de consanguinidad musical–, consiguió destacarse en cuanto a convocatoria al punto de ser la vedette de los festivales rockeros del año pasado. La “jornada reggae” del Pepsi Music fue la de mayor afluencia de público (con la excepción del doble cierre de Andrés Calamaro, presentado como bonus track). Y aquel éxito de convocatoria no debe leerse sólo por la atracción internacional que significó, esa noche, la presentación de Ziggy Marley (hijo del máximo referente del género, aquel muchacho llamado Bob). Tampoco por las recurrentes –y redituables– visitas de otros artistas extranjeros de reggae, como Israel Vibration y, especialmente, los Wailers; ni por eventos más lejanos, como el festival Sunsplash o aquel show de UB40 en Vélez (el mismo escenario de su regreso, el próximo 8 de febrero).
Esa convocatoria es consecuencia de la sólida escena reggae argentina, que construyó una verdadera base local para el género y hoy experimenta un crecimiento y una fertilidad que son atípicas en otros circuitos del rock. Lo del festival Pepsi no fue un hecho aislado, ya que otros ciclos similares (Gesell Rock, Chascomús Rock) también apelan a la oferta jamaiquina. Las bandas del género hoy cuentan con un respaldo de público tal que les permite tocar en escenarios grandes, como el Luna Park (Los Cafres) o el estadio Obras (Nonpalidece). La tendencia sigue: El Cosquín Rock de este año (del 9 al 11 de febrero) tendrá su escenario reggae, y el Oye reggae cordobés mutará en el Reggae punkie party, el 19 y 20 en Capilla del Monte. Con Los Cafres como principales exponentes, la escena argentina dispone de una oferta amplia, con bandas en plena actividad como Satélite Kingston, Resistencia Suburbana, Riddim, Nonpalidece o Dancing Mood. “Esto tendría que haber pasado hace mucho tiempo, o al menos hace cinco años; cuando pasó en toda Latinoamérica”, reflexiona Guillermo Bonetto, voz y líder de Los Cafres. “En México, Colombia o Brasil el reggae ya era muy convocante hace rato; tarde o temprano iba a detonar también acá”, coincide Fabián Leroux, bajista de Resistencia Suburbana. Para rastrear los orígenes del fenómeno habrá que remontarse a los principios de la década del ’80, cuando un entonces Abuelo de la Nada –que no era ni Miguel Abuelo ni Andrés Calamaro, sino Daniel Melingo– compuso el hit “Chalamán”, primer tema reggae oficial del rock argentino y uno de los tantos clásicos de la banda. O cuando poco después, en el efervescente under porteño del alfonsinismo, Sumo empezó a dar cátedra sobre el difícil arte de hacer reggae con identidad argentina. Y, sin dudas, a la segunda mitad de esa década, cuando la irrupción de Los Pericos y su re-ggae-pop-rock sacó al ritmo jamaiquino de la oscuridad de los géneros “para entendidos”. “Los Pericos trascendieron al reggae y también son responsables de lo que hoy vive el género”, evalúa Leroux, de Resistencia Suburbana: “Hoy, un taxista que quizá ni siquiera conoce la palabra reggae, seguro que de todos modos sabe quiénes son Los Pericos y conoce varias de sus canciones”.
Las razones del impacto del re-ggae, según los artistas, son múltiples; y van desde las motivaciones espirituales intrínsecas del género hasta las nuevas búsquedas del público consumidor de música, la calidad de las bandas locales y las jugadas del marketing. “Al reggae no hay oro bancándolo desde atrás, sino mensaje y fuerza”, asegura Bonetto. “Además, acaso con la excepción que significamos Los Cafres, que somos los más antiguos de las bandas argentinas de reggae roots, muchas de las bandas que están explotando ahora en realidad son muy nuevas”, agrega. “El furor es explicable e inexplicable a la vez”, conviene Leroux. “Es el momento de mayor impacto del reggae argentino, y todavía puede crecer mucho más. Hay que ver qué pasa con las nuevas camadas de músicos, chicos que están creciendo y que el primer acorde que tocan en una guitarra ya no es de rock nacional, sino de reggae nacional.”
Gaspar, vocalista de Los Umbanda de la Turka, subraya que “la música de Jamaica ya forma parte –al igual que, por ejemplo, el hip hop– de la paleta de géneros que utilizan muchos artistas que no son de reggae, pero que lo incluyen en su música; lo que lo vuelve más popular”. Y agrega: “Su crecimiento en la Argentina tiene que ver con las características del género, que sintetiza muchas cosas y sensaciones”. “Pero el marketing también está”, advierte Huevo, voz de Aztecas Tupro. “Hay un público que va a los festivales pero que después, durante el resto del año, no sigue a las bandas por el under”. Aunque no todos ven con recelo el “factor marketing”, ya que Locura, guitarrista y compositor de Satélite Kingston, observa que “es muy bueno el criterio de los organizadores de armar un Día Jamaiquino en cada festival”. Y Juani, cantante de Andando Descalzo, aporta: “Las fechas reggae o las fiestas de género son muy importantes para los artistas; aunque el elemento fundamental que explica el éxito del reggae es que hay muy buenas bandas, que interpretan muy bien el reggae, como Riddim, Resistencia Suburbana, Nonpalidece o Los Cafres. Suenan como loco, hicieron muy bien las cosas, con mucha seriedad. Y gracias a eso el género se volvió muy popular. Antes, sólo los que se ponían a buscar mucho encontraban algo de reggae; hoy es muy distinto”. Leroux, de Resistencia Suburbana, retoma para resaltar el particular clima relajado que envuelve a la escena reggae: “Es un género que conmueve y que transmite un mensaje de paz, de buena onda; muy diferente de la idea futbolera del aguante y las bengalas. Hay un público, cada vez más importante, al que no le gusta eso; chicos que quieren relajarse, fumar, estar tranquilos y escuchar música que no daña el oído. El reggae es muy distinto de esa idea de escuchar punk a las cuatro de la mañana, con todos –público y músicos– agotados, cansadísimos. Yo prefiero tocar para un público más fresco, más sereno”.
Aquel disco de Los Pericos, Pampas reggae, hoy titula también cierto debate interno que el género enfrenta: el de la búsqueda de identidad del reggae argentino. Guillermo Bonetto, de Los Cafres, reflexiona que “en comparación con las movidas de otros países, el reggae argentino tiene un mensaje muy adulto, y es una escena con muy poco mensaje hueco. Quizá por su origen vinculado a lo rasta, a los negros, es muy honesto, natural, amplio. No veo que los músicos argentinos de reggae se disfracen a la hora de escribir una canción; ni tampoco percibo falta de valentía. Artísticamente es muy fuerte, y la clave es el impulso que tiene en tanto búsqueda compositiva de la verdad, de lo básico. Eso lo diferencia bastante de otras formas de música popular, que suenan prefabricadas”.
“A mí me gusta cuando el reggae se acerca a la identidad heredada del rock nacional, sobre todo en las letras”, dice Juani, de Andando Descalzo. “No me gustan las canciones de religión, sino las que permiten una identificación más allá de los argumentos religiosos”. Aunque, según Bonetto, “el mensaje del reggae es cotidiano, aunque tenga o no elementos religiosos; porque decir ‘Jah’ en lugar de decir ‘Dios’ no implica en sí que esté lejos de la realidad del público argentino”. Pero Huevo, de Aztecas Tupro, tiene una visión menos optimista: “Hay letras que suenan medio alejadas de la gente, muy pegadas a algo místico que no resulta fácilmente trasladable a lo que viven los chicos. Algunos cantantes hasta parecen pastores evangelistas. Y en cuanto a la identidad sonora, hay mucha copia de las bandas jamaiquinas, del reggae clásico. Salvo Resistencia Suburbana, creo que falta una mayor impronta argentina, en sonido y en letras. Por ejemplo: en Inglaterra, las bandas que tomaron el ska jamaiquino, como Madness o The Specials, le dieron identidad propia: no sonaban como bandas jamaiquinas, sino como bandas inglesas. Eso acá no se logró del todo”.
Huevo sostiene que, a pesar de su auge en parámetros de convocatoria, a nivel artístico el reggae argentino es “muy sectario”: “Las bandas que se animan a fusionar no son las más populares; tal vez todavía hay cierta estrechez en el mensaje. Las bandas a la cabeza de la movida reggae bajan una línea muy ortodoxa tanto en las letras como en el look”. ¿Es que acaso, en paralelo al crecimiento en el número de tickets vendidos, empieza a gestarse la figura de lo “reggaemente incorrecto”? Gaspar, de Los Umbanda de la Turka, calma las aguas: “No es casual que el mensaje del reggae crezca en este momento; es un mensaje relacionado con la evolución de la gente; hace hincapié en la unión, en la lucha, en la vida sana. Y con el tiempo va a variar y se va a abrir más. La familia del reggae es muy grande”.
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