Viernes, 30 de marzo de 2007 | Hoy
MUSICA › EL “CAPRICHO”, DE PEQUEÑA ORQUESTA REINCIDENTES
El grupo presenta en La Trastienda un disco donde repasa temas de Talking Heads, The Cure, The Police y hasta León Gieco. “No es un homenaje. ¿Quién es uno para homenajear?”, dicen.
Por Cristian Vitale
“Cosa probada, cosa superada.” Para cuando Pequeña Orquesta Reincidentes esté ajustando los últimos detalles del noveno disco –aún sin nombre–, Capricho será apenas un paso más. Otro peldaño en una búsqueda que lleva ya 16 años y un compromiso con la creación no muy común por estos días. Impensable pensarlo distinto si se atiende el lema tácito del quinteto. “No nos quedamos quietos, porque el secreto es que todo se renueve. Si no, sería muy aburrido”, sostiene Rodrigo Guerra, el hombre que agregó –en 1999– serruchos, tubas y trombones al de por sí suculento stock instrumental del grupo. El y Guillermo Pesoa, cantante y pianista original, asisten a la nota con Página/12 en representación del resto. La idea es explicar una paradoja: por qué un grupo que ha basado su estética en la originalidad compositiva se tomó el tiempo de editar un disco con covers. Capricho es, precisamente, lo que su nombre significa: un conglomerado de canciones de otros –mechado con algunas propias y la banda de sonido de Whisky– que distiende y se desentiende del habitual esfuerzo compositivo. En otras palabras: un alto en la batalla. ¿Un alto en la batalla?: “Yo diría que trajimos estos frascos con conservas para compartir con nuestro público, antes de la comilona. Es como esperar el asado con unas ricas aceitunas traídas de La Rioja”, simboliza Guerra.
Los aderezos que pueblan Capricho –que la Pequeña Orquesta presenta hoy en La Trastienda Club– son bandas y solistas que han tenido algo que ver con el motor inicial del grupo. “Nos pasamos horas y horas de ensayo escuchando temas de nuestra adolescencia y todo resultó en un rejunte de rarezas, grabaciones encontradas, covers, temas para películas y canciones viejas nuestras que nos dan un poco de risa”, cuenta Pesoa. El quinteto recrea, con sus propios condimentos, platos de diferentes gustos. Entre ellos, una versión de “Invisible sun” (The Police), “Heaven” (Talking Heads), “A night like this” (The Cure) ¡con acordeón!, “Panis et circenses”, (Caetano Veloso-Gilberto Gil), “Nyigo nygo” (Pascal Comelade) y “La colina de la vida” (León Gieco), tal vez la más heterodoxa. “Lo digo simple: estamos más encaprichados que encasillados y éste es un disco de apertura, tal vez porque incluimos el capricho como forma de búsqueda. Quedó un trabajo muy personal, más allá de hacer temas de otros”, define Guerra.
–¿Las versiones recalan necesariamente en grupos que los influyeron? En su discografía, esta sensación aparece poco o de manera muy indirecta.
Rodrigo Guerra: –A esta altura, ya no hay influencias palpablemente asociables. Hay un universo que nos nutrió durante años, que se licua y llega a ser casi espiritual. Digo: uno puede sentir la presencia de Joe Strummer, pero estar cantando otra cosa, con otros instrumentos. Ahora, para nosotros, como personas, los grupos que elegimos sí tienen una participación muy activa.
Guillermo Pesoa: –Porque fueron parte del entusiasmo que nos llevó a hacer música. Es cierto que no se escuchan en nuestra música influencias directas de The Police, Gieco o Talking Heads... pero sí estuvieron en los orígenes. Aunque hay algo de The Cure que nos atrae mucho: las melodías. Empieza una, otra se mete por abajo... en fin, nosotros trabajamos mucho eso y, aunque el resultado sea otra estética, pensamos la canción igual.
–¿Y Talking Heads por dónde se cuela? Si se quiere, ustedes son como ellos pero argentinos.
G. P.: –Trajeron algo de una simpleza lejana al punk... un rock con un peso no tan explícito pero rompiendo un montón de cosas. Una puerta de entrada al arte por la que nosotros entramos con gusto.
–¿Se enojan si se toman las versiones como un “homenaje a”?
R. G.: –Sí. ¿Homenaje?, ¿tributo?, ¿monotributo? (risas). ¿Quién es uno para homenajear? Más bien, la idea fue visitar trabajos de artistas que nos han conmovido y que aún lo logran. Obras en las que todavía dan ganas de meterse, porque uno siempre sale enriquecido.
–Dieciséis años y ocho discos no es cosa de todos los días. ¿Hay una fórmula para durar tanto?
G. P.: –Creo que hay un nivel de horizontalidad en el grupo que hace que todos compongamos y esto, si bien origina mucho conflicto interno, conlleva la solución: ser conscientes de que siempre va a haber un nivel de rotación y relevo que hay que aceptar. Hay épocas en que uno trae 20 temas y otras, nada, y viceversa.
–Muchos dudan de que la horizontalidad grupal sea posible. ¿Cómo lo rebaten?
G. P.: –En el caso de POR, creo que tenemos un sentido de obra, porque uno siente que está construyendo algo. Vamos por un carril distinto al de la música como negocio. El punto de trabajo está en otro lado. Y precisamente se sostiene porque hay una confianza en la obra... si dos o tres temas pegan, nosotros vamos para otro lado. No sirve estar en un lugar que ya estuviste.
R. G.: –Además, Reincidentes es un lugar en el que nos interesa seguir trabajando. Mutamos en personalidades distintas. Huimos porque, como dije antes, “cosa probada, cosa superada”.
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