Miércoles, 18 de julio de 2007 | Hoy
MUSICA › ROBERTO “KANO” ALONSO, MAS ALLA DE LA ERA DE LOS SESENTA
Hace tiempo protagonizó con Kano y los Bulldogs un desembarco charrúa en Buenos Aires. En Estación sur, su disco junto a Medio y Medio, intenta una síntesis de su amplio mapa musical.
Por Cristian Vitale
Ayer. Mitad de los sesenta. Primera estrategia para promover a Kano y los Bulldogs en Buenos Aires: no había perros de esa raza, pero los protocráneos del marketing consiguieron seis boxer y pusieron a caminar a los músicos por plena peatonal Florida, paseándolos. Un collar de puntas asesinas cada uno, botas taco alto, cadena paseaperros, el pelo largo e impacto consumado. “Era una locura completa. Te decían maricón, te querían cagar a trompadas”, se ríe Roberto “Kano” Alonso, el perro líder. Después, llegó cierto éxito con “Sobre un vidrio mojado”, especie de correlato uruguayo de “La balsa”. “Tuvimos que luchar bastante para que nos grabaran en español..., nos decían grasas. Nadie sabía música, pero era terrible el estado de creación en que estábamos”, describe, ¿exagerado? Hoy, 40 años después, Kano reseña una mítica actuación con La Unión en el primer BA Rock, el grupo Mestizo –contemporáneo candombero de Raíces–, sesiones con Alfredo Zitarrosa, Los Olimareños, Leonardo Favio, Virgilio Expósito, Chico Novarro, y la suma de todas esas experiencias sintetizada en su nuevo grupo –Medio y Medio– más un disco de flamante edición: Estación sur (Barca).
Imposible escapar a su uruguayismo. Medio y Medio –que completan Daniel Seminario, Juan Palavicino y Gustavo López– responde a varios frentes. Es bebida típica de Colonia a Rivera –mitad caña mitad Cinzano antes; 50 y 50 de vino blanco y sidra hoy–, pero también el estigma irresoluble del uruguayo trasplantado. “Nos pasa a todos: al poquito de estar en Buenos Aires vas y te dicen ‘che, qué aporteñado estás’. Y acá, te dicen ‘mirá, ahí va el uruguayo’. Sos uruguayo en Buenos Aires y porteño en Montevideo”, resuelve el multiinstrumentista. La dicotomía reencarna en el tema clave del disco, “Uruguayo en Buenos Aires”, una fusión de sones rioplatenses dominado, claro, por el candombe. El resto es simplemente una reproducción estética del charco: milonga, murga, rock y tango, con su nivel de dramatismo eclipsado por cortes beat “a lo bulldog”. “Cuando tomo un tango, siempre trato de respetar la poesía, pero musicalmente lo rearmo de la manera que yo lo siento, si no me estaría mintiendo. Me muero con Rubén Juárez, con Goyeneche... pero si tengo que componer o arreglar un tango, me acuerdo de The Beatles”, reconoce Kano.
El operativo antiortodoxia –aplicado en Medio y Medio– fue aplicado a fondo con “Mano a mano”, la desgarrada historia nacida de la pluma de Celedonio Flores, ahora convertida al candombe; también con “Los mareados”, la pieza de Cobián y Cadícamo, rara y encendida pero no como la original. “Está bueno provocar y salirse de las formas. En uno de mis tangos (“Suena un tango”) metemos el riff de “Smoke on The Water”, de Deep Purple..., para nosotros es reforzar una identidad que no obedece a formas puras”, define.
–Una pregunta arqueológica: ¿qué rescata de los Bulldogs, además de esa caminata bizarra por la peatonal Florida?
–Bueno, creo que fuimos los primeros en reinterpretar a The Byrds en el Río de la Plata. Y eso nos jugaba en contra..., cuando vinimos a Buenos Aires por primera vez, nos contrataron para actuar en el medio de las performances de Nélida Roca. Nosotros nos plantábamos en el escenario y tocábamos, pero uno de los productores quería show: se paró delante del escenario y dijo: “Son seis estatuas, una cagada... que se vayan”.
–¿Por eso duraron poco?
–(Risas.) No... otro productor nos rescató y empezamos a laburar. Cuando nos separamos en 1970, teníamos tres discos y unos 30 simples editados, que era bastante. Después me fui, porque trataba de evolucionar y el grupo me ponía un límite. Formé el trío La Unión, que abrió el primer BA Rock, después me pintó el viejazo y me indagué: “¿Qué vas a hacer cuando te crezca la panza y tengas que vivir?”. Entonces me puse a estudiar música y pegué trabajos con Zitarrosa, Expósito, Los Olimareños, Chico Novarro. También formé Mestizo con Cacho Tejera, un grupo de candombe-rock, y fuimos contemporáneos de Raíces, de Beto Satragni. La tocata en el barco que cruzó el río cuando las primeras elecciones post dictadura fue una epopeya.
–Del origen del rock uruguayo siempre se rescata a los Shakers o, a lo sumo, a El Kinto, el grupo de Rada y Mateo. ¿No hay otra, o es una revisión incompleta?
–Cuando los Shakers se pusieron a hacer rock nos mataron a todos. Los Fattoruso eran dioses. Eran de los pocos que sabían música en los sesenta. Me acuerdo que, cuando tocaban en un boliche de Carrasco como músicos de la casa, hasta la una se ataban el pelo, hacían jazz y parecían nenes buenos... pero después iban al baño, se soltaban el pelo y verdaderamente rompían todo. Eran unos animales.
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