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Jueves, 13 de septiembre de 2007

MUSICA › ESTEBAN MORGADO Y HORACIO MOLINA PRESENTAN “MILONGUEROS”

Canciones para gastar las pistas

El bailarín y el músico interpretarán esta noche en La Viruta desde clásicos de Troilo hasta versiones de Queen.

 Por Cristian Vitale

Esteban le clava el ojo a un flan con dulce de leche magistral y se obsesiona. “Quiero uno de ésos para mí”, dice. Horacio, después de deglutir un salamín trozado en tres, prefiere una lágrima “no tan maricona” y con mucha espuma. Son como dos nenes. El guitarrista y arreglador –Esteban Morgado– alterna pedazos de flan con un deseo: “Cuando venga Sting, me voy a parar en la puerta del hotel como un fana y le voy a dar el disco a ver qué opina”. El profesor de baile –Horacio Molina– da clases de barman, en un bar abierto al mediodía. “A veces pedís una lágrima y le ponen una gotita invisible de café; no, hermano, no es así.” De a poco, entre literalidades, gags y comentarios al paso, le van entrando al tema: el disco que el cuarteto del músico grabó para que el compadrito baile a conciencia. Se llama Milongueros y tiene 16 piezas, salpicadas entre tangos, milongas y versiones incluidas. Una es un mix de Queen traspasado al tango, que incluye “Bohemian Rapsody” y “Love of my life”. Y la otra explica la ilusión de Morgado: “Every breath you take”, de The Police. “Ambas son yumbeadas, muy a lo Pugliese”, describe el músico, mientras tararea el ritmo con la boca. “Cuando se lo propuse a Horacio me dijo ‘tirémonos a la pileta’”.

–¿Por qué, Horacio?

H. M.: –Porque veo que hoy el tango es como una isla. Mucha gente viene a hacer turismo con el género, pero no pasa de ahí. Por eso, hacer covers de temas que la gente puede tararear y reconocer es como tender un puente entre esa isla que habitamos y el continente que habitan los demás.

Milongueros, entonces, puede resumirse en un concepto: un puente tanguero que bailarín y músico unirán este jueves y el próximo en La Viruta (Armenia 366), donde Molina da clases y Morgado recibe. “Empezamos a pasar las dos versiones antes de que saliera el disco, y fue un éxito. La gente que todavía está indecisa con el tango salió a comprar el disco. Había 500 personas y se vendieron 105. Digo que es interesante esto de tender puentes, siempre que se mantenga una fidelidad. El tema es no llegar al híbrido”, sostiene Morgado y se justifica: “Yo tengo una práctica en esto de versionar a Piazzolla, imaginate el respeto. Es como ser un cirujano..., nada de poner todo en función del instrumento”.

–¿Siempre tuvo lazos con el rock?

H. M.: –De pendejo rompí mil púas tratando de sacar “Pictures at an exhibition”, de Emerson, Lake and Palmer.

Otra justificación del trabajo hecho son las dos milongas ya grabadas por Morgado que el Dj de La Viruta puso en boga: “Cinema paradiso”, traslación acompasada del clásico de Ennio Morricone, y “Morena”, del propio Morgado, que desmitifican la impronta seria del cuarteto. “Cuando las tomaron los milongueros, me voló la cabeza. No hay nada más lindo para un músico, al menos para mí, que ver bailar a la gente con la música que hago. Es una relación única”, señala Morgado. “Creo que a la hora de tocar, uno elige lo que le llega al corazón. No me cabe el fascismo de decir esto es lo que debe hacerse, esto no”, argumenta y le deja el campo libre a su amigo, el bailarín. “Uno de los factores que nos llevó a esta pequeña isla –sostiene Molina– es precisamente la radicalización de milongueros y tangueros. Eso de decir esto es tango, esto no, hizo que nos quedáramos solos.”

–¿Cómo proyectan la presentación formal del disco en la milonga?

H. M.: –El show dura una hora y nosotros bailamos cuatro piezas: “Cinema Paradiso”, “La trampera” (de Troilo), “Morena” y un playback de “Viejo ciego”, que Esteban grabó con Agri y Goyeneche en 1994.

–Pavada de recuerdo. ¿Cómo fue esa secuencia?

E. M.: –Inolvidable. Fue la última canción que Goyeneche grabó solo. Se registró en vivo, de toma uno, y cuenta una historia terrible, la de un violinista ciego que vuelve al boliche todas las noches, acompañado por un lazarillo. Cuando la escuchamos, el Polaco nos besó las manos y terminamos todos llorando: Agri, Litto Nebbia y yo. En el show opera como el tributo al Polaco; Cecilia (García) y Horacio bailan su muerte.

–Sus composiciones, pese a ciertas excepciones, escapan a las reglas propias del baile. ¿Le costó adaptarse?

E. M.: –Cuando me encontré con Horacio para mostrarle los temas, noté que movía los piecitos pero apenas. Están muy buenas, pero duran mucho, me dijo. Claro, las milongas no pueden durar más de dos minutos y medio.

–Y duraban seis...

E. M. (riéndose): –Es que yo ponía solos de cada instrumento, variaciones, arreglitos y, sí, llegaban a los seis. Pero como no se podían bailar, hubo que diagramarlas a medida.

H. M.: –Es imposible bailarlas, porque la milonga demanda otra energía que el tango, donde podés detenerte y hacer una pausa. La milonga no permite eso.

–Un proceso complejo: hubo que condensar milongas, que además ya estaban grabadas...

E. M.: –Tal cual. Fue muy complejo decidir qué dejar y qué no. Hay cachos de temas que no fueron... temas que quedaron en el archivo de ideas.

–También hay Piazzolla...

E. M.: –Es que me puede, viste. Es uno de los autores que me vuela la cabeza y por eso le planteé a la gente de La Viruta versionar “Oblivión”, una milonga que se transforma en tango, y “Milonga de la anunciación”, de María de Buenos Aires. Dos bellezas que no podían faltar.

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Molina y Morgado definen a su trabajo compartido como “un puente tanguero”.
 
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