Jueves, 13 de septiembre de 2007 | Hoy
DISCOS › “MAR DULCE”, DE BAJOFONDO
El nuevo disco del grupo que lidera Gustavo Santaolalla suelta amarras respecto del origen del tango electrónico.
Por Karina Micheletto
Mar dulce, el segundo disco de Bajofondo (así, a secas, se llama ahora la banda) tiene una primera característica que salta en la escucha: está cuidado hasta el último detalle, con oído y olfato preciosistas desde la producción. Y esta producción elige recostarse –el mayor acierto, lo más disfrutable– en todo el jugo que logra sacarle a una larga lista de invitados: Gustavo Cerati, la española Mala Rodríguez, Lágrima Ríos (su última grabación en vida), Nelly Furtado, Juan Subirá de la Bersuit, el ex Peyote Asesino Fernando Santullo, el bandoneonista japonés Ryota Komatsu y hasta Elvis Costello, fan de Santaolalla que pidió participar. Un mapa musical tan global como pretende ser la propuesta de la banda.
Más allá del marketing, el achicamiento del nombre parece responder a cierto rumbo asumido por este “colectivo”: abandonar el tango como presencia concreta en la cual hacer pie, para que pase a ser una más de tantas influencias de esta “forma cósmica” –adjetivo preferido de Gustavo Santaolalla– a la que apunta su música. O uno de los guiños posibles para el público milonguero, como los juegos con frases de un par de tangos que circulan en las pistas de hoy, o las referencias al estilo de D’Arienzo en “Pa’ bailar” (que introduce a Komatsu), resaltando con la batería el carácter marcial del que se ha acusado a esta orquesta.
Bajofondo es hoy una banda de ocho miembros: Santaolalla (guitarra y voz), Luciano Supervielle (teclados, piano y DJ), Javier Casalla (violín), Martín Ferres (bandoneón), Gabriel Casacuberta (contrabajo), Adrián Sosa (batería) y la VJ Verónica Loza. Desde su primer disco de 2001 no sólo pasaron los Oscar de Santaolalla: el tango electrónico se expandió con la fuerza de lo nuevo, pasó a ser un subgénero con batea propia. Hoy no hay festival de world music que no tenga alguna propuesta, y lo que en la Argentina es un mercado cruzado por el turismo, o música para territorios marcados por lo moderno, en el mundo es un fenómeno que vende millones.
Los comienzos tuvieron su declaración de principios: llegaba para mostrar cuál es el tango de hoy, ya no como música de una región sino como género seguido –y bailado– por fanáticos de todo el mundo. Como puede ocurrir luego del gesto trasgresor de todo hito fundacional, lo que nació como ruptura o experimentación necesita encontrar un cauce una vez establecido. ¿Qué hacer pasada la sorpresa? Los dos grupos que se disputaban la paternidad de la criatura siguieron caminos antagónicos y se tomaron su tiempo para hacerlo. Gotan Project, con base en Europa, mostró en su segundo disco, el año pasado, más tango y menos electrónica. Bajofondo opta por abrir el juego por los caminos del mundo.
Santaolalla y Juan Campodónico, los productores, proponen llevar esta música alrededor del globo: desde Gran Bretaña, con Costello (en uno de los mejores temas del disco), hasta el Uruguay, con “Zitarrosa”, con una guitarra milonguera y una sentencia sampleada del homenajeado (“la milonga es hija del candombe, así como el tango es hijo de la milonga”), mientras es presentado en inglés. También hay temas con destino de hits: “El mareo”, de inspiración house, donde Cerati entona unos versos pegadizos; “El andén”, con el pulso hip hop de la Mala. Un combo planetario que, en sintonía con los tiempos, lleva el pulso del retumbe maquinal.
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