Viernes, 30 de noviembre de 2007 | Hoy
MUSICA › MARTIN BUSCAGLIA Y AXEL KRYGIER, ESTA NOCHE EN LA TRASTIENDA
El uruguayo sorprendió con El evangelio según mi jardinero; el argentino lanzó el año pasado Zorzal, su tercer disco. Entre ellos se produjo un encuentro que, más allá de lo estilístico, los hace coincidir en su forma de ver la composición y su lugar en la industria.
Por Mariano Blejman
Son dos especies de alter egos, ubicados en sendos lados del Río de la Plata. Por momentos parece que se hubiesen criado juntos. Dos “hombres orquesta” reunidos a la luz de una idea: hacer dos conciertos en una noche este viernes en La Trastienda. Ambos tienen, además, un mundo interior demasiado profundo, o –mejor– demasiado hondo; con muchos animales recorriendo el interior de sus cabezas, con una vasta capacidad creativa y con las canciones más cínicas (sobre todo en el caso de Buscaglia) y con los ambientes más sarcásticos (mayormente en Krygier) de los últimos tiempos. Krygier (que tiene origen suizo y alguna vez fue parte de La Portuaria) editó Echale semilla!, Secreto y Malibú, y el año pasado dio a luz Zorzal, además de tener una larga lista de colaboraciones en el panorama internacional. Buscaglia editó en Argentina El evangelio según mi jardinero, donde reúne una catarata de buenas canciones y una lisergia poética propia de alguien que creció escuchando a Leo Maslíah y haciendo un mix entre el candombe y la nueva trova uruguaya (si es que ésta existe, claro). Se encontraron en Cabo Polonio, aunque nunca se vieron allí. Krygier había dejado una copia de su primer disco solista en un bar, que Buscaglia oyó, y preguntó por él, y luego lo descubrió. Krygier lo “conoció” por una nota y se hizo “amigo” cuando Buscaglia editó su disco por el sello de Los Años Luz. Por lo cual, hoy habrá encuentro de dos mundos en La Trastienda.
–¿Cómo se encontraron?
Martín Buscaglia: –Por la música, más que por la carne y hueso. Música que conocí en un boliche de Cabo Polonio que no paraba de pasar temas de Echale semilla.
Axel Krygier: –... Sí, yo estuve en Cabo Polonio y le dejé un disco mío a un tipo de un bar.
M. B.: –Esa fue la primera noción y con el tiempo El evangelio según mi jardinero salió en el mismo sello que el de Axel.
A. K.: –Yo supe de él por una nota que hablaba las maravillas... Los Años Luz editó el disco y escuché El evangelio según... ¿mi jardinero? (le pregunta a Buscaglia).
M. B.: –... En realidad es mi jardinero, pero podemos decir que es como el tuyo también...
A. K.: –Y fue como “¿por qué no lo escuché antes?”, porque suena muy grosso.
–Hay un mundo interior muy grande en ambos, hay monstruos escondidos a la hora de la creación...
Ambos: –...
M. B.: –Cuando toco como hombre orquesta, que no es siempre, pasan cosas muy disímiles y diferentes de lo que pasa tocando con una banda, sea más standard o estrafalaria. Y eso que decía que adentro podía haber más seres pasa en una misma canción, tocar un mismo tema, hay temas diferentes en el repertorio, pero generan otras cosas.
–En el caso de Krygier hay una fuerte apuesta a la estructura, a los ambientes.
A. K.: –Manejando las texturas de forma rítmica y juguetona: me divierto haciendo ese set.
–¿Qué los unió para decir “quiero tocar con vos”, aunque suene cursi?
M. B.: –Es la misma manera en la que me coloco. Hay un lado experimental lúdico totalmente controlado por uno, el hecho de tocar sólo hace que pueda moldear realmente a mi antojo un tema sin dejar a nadie pagando. Pero en cada show hay temas, no es que sea todo una jam. En cada noche tengo momentos en que puedo retorcer la cosa para un lado o para otro. Sale de una cosa lúdica y eso te hace llegar a lugares buenos y además que son serios. Y en la música de Axel veo, en un disco, noto esa manera de entender la música. Es superabierta, peculiar y con esa cosa lúdica, pero sin ser un chiste: intenso y profundo.
A. K.: –Estoy de acuerdo en cuanto a la viceversa: la cuestión tímbrica y con algo que es un discurso no lineal.
M. B.: –A mí me gustaría tocar los vientos como él.
A. K.: –Yo no sé hacer canciones, pero escuchando los ritmos de Martín uno dice cuánto juego...
–También pareciera unirlos cierta ironía y sarcasmo.
M. B.: –Es la manera natural en que tiendo a ver las cosas, incluso en los momentos en los que puedo ser dramático. Así como otros ven todo con puñales en los ojos...
–El antitango.
M. B.: –Siempre recuerdo la frase de Charly “todo se construye y se destruye tan rápidamente, que no puedo dejar de sonreír”. Eso se traduce en las letras. Ninguna de las canciones que hago es en joda, por más que en algún momento alguna cosa puede causar gracia, pero sin hacer un chiste. No es mi intención. Toda la vida sentí mucha admiración y afinidad con los surrealistas o los movimientos franceses, aunque hago canciones y candombe, con su discurso poético absurdo musical.
–Pareciera que Axel lleva a la música esa ironía.
A. K.: –Aquí vuelvo a acordar al collage: hay antecedentes de este modo de llegar a algo que son los surrealistas, o los dadaístas o lo que fuera. Pero si esa fuerza viene de uno también y uno está haciendo música, la descontextualización de los elementos produce lo mismo que en un collage surrealista que una cabeza de pájaro con un hombre con corbata. El uso de elementos produce algo. Son iluminaciones.
M. B.: –Es un momento hermoso en el que ellos te dominan un poco a vos, te encontrás llegando al lugar que tenías en la mente, pero no recorriste un sendero transitado.
–Pero hay una cierta necesidad de materializar ese transcurrir, algo parecido a temas que empiezan y terminan. ¿Dónde está el corte, dónde el surrealismo o el dadaísmo se convierte en obra u objeto?
A. K.: –Es que sólo puede ser obra.
–¿Pero dónde está la canción?
A. K.: –Cuando no te aburre.
M. B.: –Es difícil, pero no tiene una ley rígida, dos acordes con dos palabras y ya está, pero también se puede estar dos años buscando algo.
–Y a la hora de llevar eso a la producción industrial, ¿es una molestia?
A. K.: –En mi vida cotidiana hago música y de repente se me puede ocurrir grabar algo y, si me gusta lo suficiente, lo sigo trabajando en el tiempo, y cuando van tomando forma, tal vez es hora de sacar un disco. Cuando decido eso, empiezo a pensar en la tapa o el orden de los temas. Tampoco me pasó tantas veces: saqué apenas tres discos...
M. B.: –Me gusta también grabar y dejar todo dentro de un disco, por más que un disco sea una impresión de un momento que suenan así. Las canciones continúan su vida también, algunas suenan parecidas al disco y otras no. En lo personal me da pena de la desaparición del disco, el concepto beatle de Sgt. Pepper. Me gusta mucho la colección de canciones en objetos. De poner a Joni Mitchell, que ella grabó cuando estaba enroscada en tales cosas. Y ahora que está desapareciendo el formato, me encanta conocer cosas así, pero me gusta la obra.
–¿Les preocupan los nuevos formatos? Es curioso porque tiene que ver con cómo componen ustedes.
A. K.: –Estoy feliz tocando en vivo y debería hacer un disco con lo que estoy tocando en vivo. Hay temas inéditos o que nunca serán editados. Hay muchas músicas que no edito jamás y quedan como obra privada. Yo tengo muchos entretemas: la base es la comunicación con el público. En realidad, lo fui aprendiendo muy de a poco. Tuve bandas que me costaba tanto hacerlas ensayar que en vivo era un director abocado, que estaba con un látigo tratando de que los músicos fueran para el lado correcto, que cambiaran de parte. De a poco fui encontrando mi espacio y ahora estoy bastante a pleno. También tengo una banda que funciona. Está en un buen momento, el hombre orquesta funciona sólo o con banda, es un repertorio parecido, y eso ayuda a que esté bien estructurado.
–¿Cómo van a encontrarse estos dos mundos?
M. B.: –En España me habían agitado bastante con que tenía que hacer algo con Axel, o sea que es una cosa que estoy realmente deseoso de concretar. Haremos unos solos y unos siameses también. El Uruguay está divino, pero es muy chiquitito, es bueno venir. Acá hay una efusividad desacatada que cuando está a favor tuyo está buenísima, te da ganas de tocar más.
A. K.: –Siempre nos han influido muchísimo, desde Maslíah; para mí en su momento me dieron la idea de que la intuición era correcta.
M. B.: –A Maslíah lo venía escuchando en el barco, es un maestro.
–¿Hay conexión con el resto del mundo también?
A. K.: –Tengo algunos proyectos... primero vamos a ir a Texas. Todo es muy under todavía.
M. B.: –Un disparador a este tipo de cosas es MySpace. Grabé cosas para Venezuela, para unos japoneses. Es una manera de estar en sintonía, y que puede ser generadora de cosas.
–Eso contradice su preocupación por la obra.
M. B.: –Me chupa un huevo la industria, es una cosa mía. Pero la movida internauta genera cosas maravillosas.
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