Martes, 31 de marzo de 2009 | Hoy
CINE › SU FRIEDRICH, CINEASTA NEOYORQUINA DE COMBATE
Realizadora experimental y militante feminista, Friedrich hace cine sobre la situación de la mujer desde los años ’70 y advierte: “Ahora hay una sensación de que está todo bien, y entonces ¿por qué quejarse? Pero eso no es bueno”.
Por Suyay Benedetti
“En los años ’60 y ’70 las mujeres estaban saliendo de un tiempo muy opresivo y había mucho miedo de declararse en contra de ese statu quo. Pero, al mismo tiempo, había una gran necesidad de hablar de eso. Ahora sólo hay una sensación de que está todo bien. Hay algunas mujeres en puestos importantes, como en el gobierno, en las olimpíadas, y si las cosas van bien, ¿entonces por qué quejarse? Pero esta situación es peligrosa.” Quien habla es Su Friedrich, cineasta experimental estadounidense que llegó a Buenos Aires para presentar una retrospectiva completa de su obra en el Bafici. Realizadora, fotógrafa y docente universitaria, Friedrich participó en el movimiento feminista y luego en agrupaciones de lesbianas. Desde mediados de los ’70, filmó 18 películas –entre cortos y largometrajes– que se exhiben en el festival hasta el 5 de abril. Página/12 conversó con esta realizadora sobre su forma de hacer y ver el cine.
–¿Es la primera vez que viene a Buenos Aires? ¿Qué le pareció el festival?
–Es fantástico, la estoy pasando realmente bien. No conocía el festival. Vine porque mostré mi último film, From The Ground Up, en el Festival de Viena en el 2007. Eloísa Solaas (programadora del Bafici) lo vio y me dijo que quería traerlo para pasarlo en Buenos Aires. Luego subió la apuesta y me dijo que quería traer todos mis otros films. No he mostrado mi trabajo en muchos países de América del Sur. Hubo una vez una exhibición en México, pero aparte de eso no se había mostrado mi trabajo en el cono sur. Así que ésta es una oportunidad muy importante para mí.
–¿Cuál fue la respuesta del público durante los debates posteriores a las proyecciones?
–Hubo unas conversaciones muy interesantes con los espectadores, no sólo en las discusiones con el público en la sala, sino también fuera de la proyección. Me parece un público muy activo, mucha gente joven y vienen, incluso, a proyecciones que se dan a la noche muy tarde. Lo cual es realmente impresionante comparado con lo que estoy acostumbrada. En los Estados Unidos nunca tenemos proyecciones después de la medianoche.
–Usted era fotógrafa, ¿cómo comenzó a hacer películas?
–Hice un poco de fotografía durante la universidad. Una vez que terminé de estudiar, viajé por el oeste de Africa por seis meses. Cuando volví a Nueva York comencé a hacer algunos trabajos como reportera gráfica y al mismo tiempo hacía algunos proyectos propios de fotografía. Un día acompañé a un amigo a una charla sobre realización cinematográfica y eso fue todo. A partir de ese momento descubrí en el cine algo increíble. Me resultó muy atractivo poder trabajar con imágenes en movimiento y la posibilidad de editarlas. No quise ser cineasta desde que era chica, como es el caso de algunas personas, sino que decidí comenzar a hacerlo a los 24 años.
–En The Odds of Recovery y en otros films suyos usted es la protagonista. ¿Piensa que el género documental adquiere más validez de esta forma?
–Creo que es bueno que alguien haga un film mostrando sus propias experiencias: eso lo hace verdadero para el espectador. Pero también pienso que es interesante hacer films sobre otras personas o situaciones. En el caso de The Odds of Recovery podría haber tratado de encontrar otras mujeres que hubieran tenido problemas de salud y hablar con ellas. Pero creo que este tema en particular es realmente especial y hubiera sido más difícil hacerlo con la experiencia de otras personas.
–¿Cómo surgen sus ideas? ¿Tiene todo el tiempo una cámara a mano? En The Head of a Pin se podría pensar que la cámara es una compañera inseparable para usted.
–En realidad, en ese caso en particular se dio una situación especial. Había terminado de filmar From the Ground Up, en diciembre de 2004, y tenía muchísimo material para editar. Así que tomé una cámara y en sólo tres días grabé The Head of a Pin, como una forma de escapar de ese proyecto tan grande que tenía en ese momento. En realidad, el momento entre películas nunca es un momento de descanso. Soy el tipo de persona que tiene que tener un trabajo, además del de realizar películas. A veces tengo suerte y recibo alguna beca para hacer un film, como pasó con Hide and Seek, pero la mayoría de las veces tengo que tener un trabajo normal para poder costear las películas. Hacer cine lleva mucho tiempo y el trabajo lleva mucho tiempo también. Pero las ideas vienen de diferentes formas. A veces tengo una idea general, como hacer un film sobre una mujer que nunca tuvo un hogar, como en The Ties That Bind. Luego me di cuenta, esa persona era mi madre. Entonces inmediatamente la idea cambió y se volvió más específica. En Dammed If You Don’t estaba en Berlín sola, hablando con un amigo por teléfono, tomando un trago, y simplemente pensé: “Voy a hacer una película sobre una mujer que se enamora de una monja”.
–¿Por qué hace cine? ¿Qué la impulsa?
–Por un lado, hay una situación puramente personal que tiene que ver con hacer arte. Para mí hay un interés especial en la manera de hacer o encontrar imágenes, la forma de editarlas o la forma en que el sonido acompaña la imagen. Eso es algo que realmente amo hacer y sobre lo que disfruto pensar. Esa es la parte placentera, que es como un placer privado. Por el otro lado, siempre digo que mi trabajo es para otras personas, para quienes lo reciben. Hay un placer en hacer films, pero el resultado final es realmente para el público. Muchas de mis películas se basan en historias personales. Veamos un ejemplo: Sink or Swim es acerca de la relación con mi padre. Entonces, por un lado soy yo y mi padre, pero realmente es acerca de la relación entre padres e hijos. Tuve mi experiencia particular con mi padre, pero muchas otras personas tuvieron una relación similar con sus padres. Eso es lo que me lleva a creer que si yo puedo describir esa experiencia, entonces alguien que pasó por lo mismo puede llegar a verse identificado con la situación y saber que hay otras historias parecidas. Sería como decir: “Si tenés un problema, esto quizá te pueda ayudar”. Otras veces trato solamente de hacer algo que sea divertido, porque eso también es importante. Debería aclarar también que crecí durante los años ’70, cuando las mujeres comenzaban a actuar. Movimientos feministas, movimientos de lesbianas. Entonces, en mis veinte pude ver el comienzo de un nuevo cine hecho por mujeres y era realmente importante para mí compartir mis experiencias sumándome a este movimiento. Siempre pensé que con las películas que hacía, como mujer y como lesbiana, podía decirles algo a las mujeres más jóvenes que yo.
–¿Cree que ahora ese movimiento de mujeres haciendo cine, o mujeres cineastas, se ha detenido? ¿Cree que en el siglo XXI estamos otra vez en un momento en que todo está hecho por hombres?
–Sí, casi todo. Es verdad porque, digamos, desde el final de los ’70 hasta el principio de los ’90 había muchas mujeres haciendo cine y muchos festivales de cine de mujeres. Ahora, a partir de mediados de los ’90 comenzó a haber muchos festivales de gays y lesbianas. Creo que lo que pasó es que muchas lesbianas, que habrían mostrado sus trabajos en los festivales de cine de mujeres, se volcaron a participar de los festivales específicos y todo el resto de los festivales desapareció. En este momento sólo quedan uno en Francia y uno en Alemania, nada más. Sé que esto, además, abarca todo el espectro cultural, pasa también en literatura y en otros ambientes artísticos. Pero creo que después de la gran explosión que se dio hasta los ’90 ya no hubo más iniciativas de ese tipo. Da la sensación de que ahora ya está bien, no hacen falta. Pero en realidad eso no es verdad. La estadística de mujeres en el cine es muy baja. Eso me enoja, hago lo que puedo por hablar sobre el tema en distintos lugares y creo que hay otras personas que lo hacen también. Pero creo que es un problema importante. Por ejemplo, el festival de cine de Nueva York tiene una sección de cine avant-garde, programada por dos hombres, que se compone de cine experimental. Usualmente el programa incluía los trabajos de varias mujeres –hay muchas mujeres en cine experimental y documental, ya que es de bajo presupuesto–, pero el año pasado tenían seis programas, cuatro retrospectivas de realizadores hombres y sólo había cuatro films hechos por mujeres. Estaba tan enojada que les escribí un correo electrónico haciendo una lista de cada una de las realizadoras que conozco. Su respuesta fue una disculpa, pero no creo que eso dé una solución al gran problema que está sucediendo.
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