CINE › CARMEN GUARINI HABLA DE SU DOCUMENTAL “HIJOS, EL ALMA EN DOS”, QUE SE ESTRENA EL PROXIMO JUEVES
“Hay un discurso de alegría y de esperanza”
La cineasta y antropóloga sigue las historias de vida de tres integrantes de la agrupación H.I.J.O.S. “Me parece importante lo que se dice, pero también cómo se lo dice”, afirma Guarini.
› Por Oscar Ranzani
Cuando se sancionaron las leyes de impunidad durante el gobierno de Raúl Alfonsín, que permitieron el regreso a sus casas de los militares que habían ejercido el terrorismo de Estado en la Argentina, los hijos de desaparecidos por la dictadura todavía eran muy chicos. Sin embargo, ese hecho los motorizó en la lucha que decidieron emprender más adelante. Pero antes de formarse como agrupación, sus vidas volvieron a sacudirse nuevamente: la firma que estampó Carlos Menem decretando los indultos a los militares sellaba definitivamente el pasaporte a la impunidad. Remontándose en la historia, empezaron como un grupo pequeño pero pronto las ganas de juntarse se multiplicaron y actualmente hay 18 delegaciones en todo el país. Desde entonces, H.I.J.O.S. es sinónimo de lucha “por la identidad y la justicia contra el olvido y el silencio” y proponen la condena social de los represores y asesinos de la generación que les dio la vida. Porque ya crecieron. Y saben lo que pasó.
La antropóloga y cineasta Carmen Guarini y el realizador Marcelo Céspedes tienen un conocimiento acabado de la historia de la agrupación. Ambos son los fundadores de la productora Cine Ojo y comenzaron a pensar en realizar una película sobre esta temática en 1998. Para ello, acudieron a diversas asambleas y estuvieron al tanto de las actividades de H.I.J.O.S. en distintos períodos. Como resultado, realizaron el documental H.I.J.O.S., el alma en dos, que se estrena este jueves en el Gaumont y a través del cual buscaron apartarse del clásico documental testimonial abordando determinadas historias que le dan personalidad a su estructura cinematográfica. “En realidad, no es una película sobre la organización, si bien la organización es la base sobre la cual yo pude construir mi relato”, explica Guarini en entrevista con Página/12. “Son tres historias paralelas de tres chicas acerca de cómo construyen su identidad como Hijas. Esa es la historia. No es cómo funciona la organización, porque desde esa perspectiva es una película incompleta, inacabada”, agrega.
Una de ellas es Vero, que busca a su hermano nacido en cautiverio. La historia de Vero es como la de tantos otros Hijos: su madre fue secuestrada mientras estaba embarazada de siete meses. Vero tenía 2 años y medio. No tiene ningún dato acerca de dónde nació su hermano o hermana, ya que ni siquiera conoce su identidad sexual. Pero Vero sabe que su madre llegó a dar a luz. La segunda historia tiene como protagonista a Lucila, que se dedicó a la fotografía por vocación, una actividad que resulta muy simbólica en su vida, ya que no tiene ninguna instantánea de su padre, que fue secuestrado antes de que ella naciera. María Laura y Silvina son dos hermanas que sufrieron la desaparición de su padre y el confinamiento de su madre, presa durante siete años. Una vez liberada, se exilió en Francia con las dos chicas. En la película se ve el regreso de Silvina –nacida en la cárcel– a la Argentina con motivo de una tesis pero también para interrogarse sobre la historia que le tocó vivir. Es en la cotidianidad de estas historias como en los diálogos y las charlas espontáneas de la agrupación donde el film logra su pico de autenticidad.
“También me interesó mostrar que H.I.J.O.S. era una red que había seguido un poco el exilio de los padres. Hubo hijos que se organizaron y fue algo que excedía la Argentina. Entonces, era interesante como dimensión porque ellos fueron de los primeros que aprovecharon todo el trabajo en red a nivel Internet y, enseguida, se organizaron en distintos países simultáneamente.” Para corroborar su comentario basta recordar que actualmente H.I.J.O.S. tiene filiales en Holanda, Francia, Alemania, España, México, Venezuela, Italia, Australia, Suecia y Suiza, entre otros países.
–Teniendo en cuenta la multiplicidad de historias de hijos de desaparecidos, ¿por qué se decidió por las de Vero, Lucila y Silvina? ¿En qué aspectos son representativas de la historia que quiso contar?
–Por un lado, los casos de ellas me interesaron porque eran diversos, ya que también lo interesante en H.I.J.O.S. es la diversidad de historias, de procedencias y de posiciones ideológicas que tienen sus integrantes. No son un grupo homogéneo. Por supuesto que tienen objetivos comunes, pero dentro de un respeto por la diversidad. Es una hipótesis mía, pero creo que la fortaleza de H.I.J.O.S. estuvo dada en que ellos construyeron su organización en base a los relatos orales de las historias que cada uno vivió en su infancia. Y, entonces, lo interesante era esa comunicación que ellos entablaron y que les permitió solidificar una organización. Era el lugar donde podían reconocerse uno a través del otro, esa cosa de identificación e identidad. Entonces, éste era el núcleo que a mí me interesaba. Estas historias eran diversas: las tres hijas tenían historias muy interesantes y muy distintas. Silvina porque era alguien que había construido un núcleo en París junto con su hermana. Lucila, con el trabajo fotográfico que es muy impactante. Y Vero porque tenía otro camino, la búsqueda de un hermano.
–Un elemento distinto respecto de producciones anteriores sobre la misma temática es que no se trata de una película testimonial. No hay entrevistados mirando a cámara, sino que la cámara se mete en la intimidad de las asambleas y en los diálogos que se generan.
–Sí, claro. No hay testimonios. Son relatos, una construcción que, de algún modo, aparece hasta casi ficcional. Pero yo no puse en escena a esas situaciones. Se pusieron solas. Simplemente las seguí. Que Silvina estuviera haciendo su investigación no es una cosa que yo haya creado para la película sino que se dio. Era real: ella venía a hacer una investigación. Yo le dije simplemente que quería filmarla. Y, entonces, a través de esa cuestión se pudo dar ese relato. A mí me interesaba recuperar de H.I.J.O.S. los relatos hacia el interior, esa cosa que ellos se hablaban entre sí. Y no era hablándome a mí que yo lo iba a poder relevar sino hablándose entre ellos.
–El film plantea que a través de la búsqueda individual se llega a la búsqueda colectiva. De alguna manera está sustentado en la esencia de H.I.J.O.S., que comenzó como un pequeño grupo y hoy tiene 18 delegaciones en el país.
–Desde el punto de vista cinematográfico es muy difícil contar una historia a través del colectivo. Como a mí no me interesaba una línea testimonial, necesitaba construir ciertos personajes para que se pudiera seguir la historia a través de esos casos particulares y que pudiera entenderse una dimensión mayor a través de esas individualidades. Por eso, todo el tiempo la organización esta allí, de algún modo, como un espejo, donde uno va viendo que hay una construcción individual pero, que al mismo tiempo, esa construcción individual se nutre de una construcción colectiva.
–Antes que hundirse en el dolor, el film busca democratizar esa energía e incluso la alegría con la que H.I.J.O.S. lucha por la verdad. Eso se ve a través de los preparativos pintorescos de los escraches, por ejemplo. Y, a la vez, reflexiona sobre la esperanza por la justicia. ¿Esa energía fue también el motor de la película?
–Sí, sin duda. Porque la energía de una lucha que dura tantos años no se puede construir desde la depresión, ni siquiera desde un discurso de muerte. Se necesita un discurso de vida. El discurso de vida de sus padres ellos lo toman, lo reproducen y lo potencian. Por supuesto también hay una energía propia de una generación: es gente joven. Pero al mismo tiempo es algo que yo también lo vi en las Madres: hay una energía positiva y una alegría en esa construcción de la lucha que es la que permitió sostenerla durante tantos años. Yo creo que no se hubiera podido sostener desde un discurso de depresión, de lamento. Todo el tiempo es un discurso de construcción y de esperanza que las cosas tienen que modificarse.
–En los ’70 había una discusión sobre el cine social y político: en pos de una herramienta de transformación a veces se dejaba de lado laestética. ¿De qué manera se pueden combinar la expresión y el compromiso en una misma película?
–Con H.I.J.O.S., el alma en dos intenté hacer algo. No sé si lo logré. Nosotros trabajamos un soporte fílmico, hay un lenguaje para dar cuenta de ciertas cosas y hay que tratar de sacar de ese lenguaje sus mayores y mejores posibilidades. Por eso, me parece importante lo que se dice pero también cómo se dice. En H.I.J.O.S., el alma en dos hay un camino que está en esa dirección y que está bastante logrado, sobre todo desde el punto de vista del montaje: se trabajó con tres historias paralelas que se entrecruzan todo el tiempo y hay una búsqueda formal donde a mí no me interesaba la entrevista. Porque al mismo tiempo se permite acercar al espectador como en una ficción y ponerlo en contacto con la historia.
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