Miércoles, 19 de mayo de 2010 | Hoy
CINE › SE PRESENTó COPIE CONFORME, LA NUEVA PELíCULA DE ABBAS KIAROSTAMI
Juliette Binoche, protagonista de la película, lloró en la conferencia de prensa en la que se reveló que Jafar Panahi, preso en su país, comenzó una huelga de hambre. El rumano Andrei Ujica mostró lo que puede considerarse la revelación del Festival.
Por Luciano Monteagudo
Desde Cannes
En la plaza que mira al puerto de Cannes, donde atracan los yates más lujosos de la Riviera francesa, a menos de dos cuadras del Palais des Festivals, medio centenar de sans papiers de la región Alpes-Maritimes, trabajadores marroquíes y argelinos, reclaman con banderas y pancartas la regularización de su situación migratoria e igualdad de oportunidades laborales. Reina la indiferencia. Ni siquiera se preocupa la policía, que se da una vuelta por el lugar e inmediatamente se retira, convencida de que la protesta es pacífica. Y que nadie le va a prestar atención. En la sala de conferencias del festival, en cambio, la prensa toma nota de las lágrimas de Juliette Binoche, la protagonista del nuevo film del iraní Abbas Kiarostami, Copie conforme, que no puede contener el llanto cuando se entera, allí mismo, que Jafar Panahi, otro gran cineasta iraní, preso en Teherán por su activismo opositor al régimen, ha decidido iniciar una huelga de hambre. “Las lágrimas de Juliette son las lágrimas del cine”, dice el cineasta africano Abderrehmane Sissako, uno de los firmantes de un petitorio internacional que pide por su liberación.
En Cannes, el cine sigue su curso, inalterable. Los argentinos Santiago Loza e Iván Fund presentan Los labios, el segundo film nacional en la sección Una Cierta Mirada, después del Carancho de Pablo Trapero, que está a la espera de las críticas de los medios internacionales y de las ventas al exterior. La competencia oficial, por su parte, sigue sin levantar el nivel, por más que los trade papers estadounidenses (Variety, The Hollywood Reporter) se entusiasmen con la nueva película del mexicano Alejandro González Iñárritu, Biutiful, otro calculado descenso a los infiernos del director de 21 gramos y Babel, que esta vez se solaza con la miseria de los barrios bajos de Barcelona, con sus yonquis y sus inmigrantes ilegales, a quienes el director les da un trato aún peor que el de la policía española: los mata, para inspirar piedad.
Y aunque no está a la altura de sus mejores trabajos, vale detenerse en Copie conforme, el primer film que Kiarostami rueda fuera de Irán y que también concursa por la Palma de Oro. Filmado en escenarios naturales de la Toscana, Copie conforme podría titularse A través de los cipreses, en referencia a su clásico A través de los olivos, en donde el paisaje era crucial, como lo es aquí. O también Viaggio in Italia (due), en alusión al legendario film de Roberto Rossellini, de 1954, donde Ingrid Bergman y George Sanders paseaban las ruinas de su amor por los restos de Pompeya. Es que el tema de la “copia auténtica” es la idea central de la nueva película de Kiarostami, que en su primera incursión fuera del cine de su país se anima a dialogar con las convenciones y los modos de relato del cine occidental.
Por debajo de su apariencia deliberadamente simple, que durante una tarde de verano narra la lenta disolución de una pareja (interpretada por Binoche y el cantante de ópera William Shimell, en su debut cinematográfico, de una teatralidad algo irritante), Copie conforme trabaja distintos niveles de lectura, que giran todos alrededor del tema del doble y de los ecos de otras historias en una nueva historia.
Como la pareja de Rossellini, la de Kiarostami también va errando por los pequeños museos de la región y, en uno de ellos, encuentran una “copia certificada”, un retrato del siglo XVIII que durante más de doscientos años fue dado por un original del período romano, pero cuya calidad es tal que es considerado, también, una obra de arte. ¿Lo es también el film de Kiarostami? No en el sentido de El sabor de la cereza, que en 1997 le valió aquí mismo en Cannes la Palma de Oro. Pero no hay que descartar el premio a la mejor actriz para Juliette Binoche, que lleva el peso mayor de la película y que permite que todo un arco iris de emociones contenidas atraviese su rostro durante los sostenidos primeros planos a los que la somete la cámara de Kiarostami, convencido de que allí también hay todo un paisaje para recorrer y explorar.
Por fuera de la competencia oficial, dos documentales dan mucho que hablar. En la sección Una Cierta Mirada está I Wish I Knew, el nuevo film del gran director chino Jia Zhang-ke, que está dividiendo a la crítica. Los incondicionales del autor de Platform y Still Life (León de Oro en Venecia 2006) siguen levantando sus banderas y sostienen que se trata de una nueva obra maestra. Sin embargo, I Wish I Knew, que narra la historia de Shanghai a través de una serie de entrevistas y de paneos por su horizonte plagado de rascacielos, no pasa de ser un institucional dedicado a promocionar a Shanghai, en ocasión de la Expo 2010 de la ciudad.
Filmada en CinemaScope, con una música sinfónica que le otorga un carácter épico y con “cabezas parlantes” filmadas con suntuosos travellings circulares, todo en I Wish I Knew ostenta un lujo que hace añorar la rugosa autenticidad de los primeros films del director. En este sentido, es útil la comparación con la monumental Heng Fengming, crónica de una mujer china, de su compatriota Wang Bing, un plano secuencia de casi tres horas que se conoció en el DocBsAs/07 y donde el austero relato de la vida de esa mujer recluida en las penubras de su habitación era capaz de dar cuenta de la historia de todo un país.
Fuera de competencia, Autobiografía de Nicolae Ceausescu, del rumano Andrei Ujica –coautor junto al alemán Harun Farocki de Videogramas de una revolución (1992), sobre la caída de Ceausescu–, debe ser considerado uno de los descubrimientos de Cannes 2010. Utilizando únicamente material de archivo correspondiente a fuentes oficiales (noticieros, documentales, programas de televisión y películas caseras filmadas por el propio Ceausescu y su familia), Ujica logra dar cuenta de un cuarto de siglo en la vida de su país a través del relato construido por el propio dictador.
Lo singular del caso es que sin manipular ninguna imagen y siguiendo un estricto orden cronológico, que va desde su llegada al poder en 1965 hasta su ejecución en 1989, Ujica consigue darle un nuevo sentido a todo ese material, que en su alucinada concatenación de rituales políticos y ceremonias sociales (congresos partidarios, celebraciones patrióticas) casi puede leerse como la improbable ficción sobre un imperio que jamás existió.
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