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Miércoles, 9 de junio de 2010

CINE › ZUHAIR JURY HABLA DE EL PIANO MUDO, SU FILM SOBRE MIGUEL ANGEL ESTRELLA

“Es legítimo que un artista tome una posición política”

Guionista de su hermano Leonardo Favio, Jury rompió un silencio de nueve años para una historia que lleva el adecuado subtítulo de “Las manos que rompieron el poder”, que sirve como ejemplo del doble compromiso de Estrella con la música y los derechos humanos.

 Por Oscar Ranzani

Bastó que un cineasta leyera su biografía para que surgiera la idea de realizar un largometraje sobre el notable pianista Miguel Angel Estrella, cuya vida es realmente de película. Es que este entrañable tucumano que solía subir su piano a un camión y dirigirse hasta los lugares más inhóspitos para interpretar música frente a los indígenas y obreros, también defendió los derechos humanos cuando su vida corría peligro. En épocas en que la dictadura argentina era dueña de la vida y de la muerte de las personas, debió huir a Uruguay. Pero allí no terminó el tormento: fue secuestrado, detenido clandestinamente y sometido a todo tipo de torturas. Y salvó su vida por la presión internacional que se generó cuando se conoció el destino que le había otorgado la Operación Cóndor. Sobre la etapa de sus dos años de cautiverio posó su mirada el cineasta Zuhair Jury, hermano de Leonardo Favio y guionista de casi todas sus películas. Jury elaboró una ficción titulada El piano mudo que filmó en Tucumán, donde recreó la penosa estadía de Estrella en el Penal Libertad (vaya paradoja) de Uruguay. Su film, que se estrena mañana en Buenos Aires, contiene saltos temporales que permiten conocer acontecimientos del pasado de la vida del artista y que funcionan como viajes oníricos del personaje interpretado por el actor Sebastián Blanco Leis.

Luego de interiorizarse sobre la vida de Estrella, Jury notó que “tiene algo que ver conmigo”. “Nunca es mi costumbre trabajar sobre biografías y menos de gente viva. Siempre he trabajado de acuerdo a mi creación, a mi entidad sensorial de la existencia. Pero advertí que tenía mucho emparentamiento con lo que me es grato a la creación. Su mística, su origen campesino y todo el suceso de su existencia”, relata Jury sobre los motivos que lo llevaron a dirigir una película sobre Estrella. Aunque aclara que no pensó a su film como un homenaje porque la vida de Estrella “es suficiente para que se valorice a sí misma. No necesita la palabra ‘homenaje’ para que intermedie en este asunto”.

–¿Por qué decidió realizar una ficción y no un documental?

–La propuesta era ficcionar pero, en realidad, lo documental está dentro del film, en el supuesto de que he tratado de ser fiel a los momentos que originaron su infancia y su vibración ante la existencia, ante la pobreza, ante la justicia. Y todo eso fue conformando una obra que en ese sentido tiene mucho de documental.

–¿Por qué decidió centralizar el relato en los dos años de cautiverio durante las dictaduras latinoamericanas?

–Porque su existencia en ese instante fue lastimada en una forma que marcó su vida muy fuertemente. Y además advertimos que, quizá si él no hubiese sido detenido y torturado como un activista de la guerrilla, no hubiésemos contado su historia. El hubiese seguido transitando su vida y terminado haciendo la Fundación Música Esperanza, por los derechos humanos, y hubiera sido un benefactor de la humanidad como tantos otros. Entonces, el suceso de su prisión, de su posible muerte, hace que su existencia tenga un valor agregado para ser narrado. Y aprovechamos también para que sepamos entre quiénes vivimos.

–Si bien el film está centrado prácticamente en su cautiverio, metafóricamente hablando la cámara trasciende el espacio público del presidio para registrar su sensibilidad y sus valores inquebrantables. ¿Fue pensado con este objetivo?

–Yo soy enemigo del racconto en medio de un film, pero era necesario ampliar su vida en un momento especial. Y desde la cárcel es donde hago un racconto para ampliar el espectro de lo vivido y que aquello que experimentó también nos muestre otro tipo de riquezas e incluso de conflictos.

–El film se subtitula “Las manos que rompieron el poder”. ¿Cómo surgió esa frase y qué busca representar?

–Es una frase que surgió en una charla con mi hermano Horacio. El giro de la frase hay que buscarlo en que la dignidad no está sola. En realidad, Miguel Angel rompe el poder de esa estructura presidiaria, férrea y castrense, a través de lo que significaron sus manos, que lo llevaron a un reconocimiento internacional sumamente importante y respetable. Y esos seres que en todo el mundo le dieron un valor como persona, como creador, como artista y como humanista, hicieron también que se creara un frente de defensa sobre su persona para no ser desaparecido. Entonces, esa existencia más otras existencias de la misma calidad ética y humana, rompieron el poder de la muerte.

–¿Cómo trabajó con el actor Sebastián Blanco Leis el humanismo que requería el personaje?

–No le dije muchas palabras, porque es muy sensible y captador. Le señalé en muy pocas expresiones el contenido humanista del personaje que estábamos por encarar y cuál era su entidad sensorial, su mística y su actitud. Y no tardó mucho en comprenderlo, pero además es un estudioso, así que leyó todo el libro sobre la vida de Miguel Angel.

–¿Cómo surgió la idea de filmar en el penal de Villa Urquiza, en Tucumán, con los propios internos y guardiacárceles? ¿Cómo recuerda esa experiencia?

–Fue una propuesta un poco alucinada que me trajo Horacio. Dentro de las necesidades de la producción, para ver si podía ser útil ese suceso que era novedoso, me trajo esa idea. Cualquier otro hubiese desistido de eso y creado un penal artificial, o hubiese utilizado lugares que tuvieran la apariencia de un penal con extras y actores. Nosotros trabajamos con presos e inclusive los guardiacárceles de Villa Urquiza trabajaron como tales en el penal uruguayo en la ficción. Yo tengo cierta empatía con lo lumpen. Y sabía que los presos eran mis conocidos y que iba a tener un diálogo de hermandad. Y así fue. Eramos como una sola familia. Y ellos se olvidaron por un tiempo del suceso terrible de la privación de la libertad. Vivieron dos meses en una euforia de creación novedosa. Incluso, cuando yo mandaba un corte en una escena, alguno se permitió decirme: “No, negro. A eso le falta realismo”. Y yo me puse a pensar lo que había ocurrido en la escena y deduje que tenía razón. Así que la repetí y salió como correspondía. Si no, hubiese sido una escena mentirosa.

–En determinado momento de la trama se produce un salto temporal cuando pasa de los años de cautiverio en Uruguay a la época de la dictadura de Juan Carlos Onganía. Allí, su mujer Marta le pide a Miguel Angel que no olvide sus ideales, cuando se aprestaba a realizar un concierto ante el dictador. ¿Por qué incluyó este hecho?

–Es muy puntual: eso nos demuestra que Miguel Angel Estrella es un hombre con todas las letras, porque pudo no haber manifestado el suceso porque es un ripio. Pero un ripio que lo muestra a él débil en un instante de su vida. Y yo digo, a contramano de su dignidad y de su concepción de la vida. Somos falibles y podemos caer en el desvío de lo que nos corresponde en determinado momento. Puede sonar exagerado, pero en mi relación con él, lo que más rescato es esa confesión.

–Estrella no sólo dio cátedra como músico, sino que también fue genuino educador popular de los derechos de los pueblos. ¿El comienzo del film busca reflejar este aspecto?

–Sí, porque además es verdad y me parece muy conmovedor. Si él hubiese sido un concertista de guitarra... pero trasladar un piano bajo un algarrobo en esos cañaverales y andar con un camión destartalado me parece un suceso heroico y bellísimo. Y así lo usamos, porque además es como fueron sus orígenes en relación con los dirigentes cañeros y obreros.

–¿Considera que Miguel Angel Estrella ha trascendido el universo de la música?

–Sí, pero lo ha trascendido desde el comienzo. Primero, por su dedicación a la organización de los pobres para que dejen de ser tan pobres y para que, además, tengan voz, y sepan que tienen voz. Y que la pueden exponer. Inclusive, la voz no debe ser nada más que voz: debe llegar a ser grito para conmover a una sociedad estructurada.

–¿Y cómo analiza la relación entre arte y política en la vida de Estrella?

–La actitud del artista que toma una posición política es legítima. El es peronista de lo más hermoso que tiene el peronismo: la zona cristalina de la justicia social, de la dignidad del hombre, de la elevación de las personas y de las sociedades. Y sobre todo, como fundamento principal de los más necesitados. Esta es la verdadera actitud revolucionaria. En las sociedades argentinas es muy difícil vivir sin apostar a la idea del justicialismo social de izquierda. Quien no piense así es porque tiene ripios en el alma. Esta es mi consideración.

–¿Estrella es un genuino ejemplo de que es posible promover los derechos humanos a través del arte?

–Sí, porque en su obra caminan paralelos el arte y la docencia de este suceso que él viene trayendo desde hace tantos años. Su obra llega a Asia, Africa, a los países árabes, Europa, América. En estos momentos es embajador de la Unesco en París...

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“Trasladar un piano en esos cañaverales y andar con un camión destartalado me parece un suceso heroico y bellísimo.”
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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