Sábado, 25 de febrero de 2006 | Hoy
CINE › “EL DESCENSO”, UNA DE TERROR CLASE B
Media docena de chicas se interna en una gruta desconocida y descubre que está mucho más habitada de lo que ellas suponían.
Por Horacio Bernades
Cada tanto, el espionaje industrial en el terreno del cine reedita lo que podría llamarse “El extraño caso de las películas mellizas”. Sucedió cuando las fantasías con insectos Antz y Bichos salieron casi al mismo tiempo y ocurrió hace poco (en menor medida) con las películas de secuestros aéreos Vuelo nocturno y Plan de vuelo. El estreno de El descenso completa ahora el rubro “Terror en cuevas”, inaugurado meses atrás con La cueva. Como en aquélla, en El descenso un grupo humano se interna en una gruta desconocida, encontrando que está mucho más habitada de lo que suponían. Quienes la habitan no son criaturas conocidas, mucho menos amigables. En verdad, alimentarse de seres humanos parecería su principal hobby, más allá de las diferencias entre unos monstruos y otros.
De aquí en más, las diferencias. Mucho más marcada por el modelo de Alien, en la producción estadounidense La cueva el grupo protagónico estaba integrado por buzos profesionales y científicos, que debían vérselas con cierta especie tan dientuda y poco humana como la del clásico de fines de los ’70. Buena parte de la acción transcurría, por lo demás, en un río subterráneo, mientras que la de la británica El descenso es una cueva seca. Las que descienden son media docena de amigas, a quienes une su pasión por el turismo de aventuras. Y lo que encuentran es una especie de homínidos, rama desviada de la evolución biológica que comparten, sí, ciertas particularidades con sus primos de La cueva. No sólo la voracidad (y su preferencia por la carne humana), sino también la ceguera, producto de la supervivencia en ambientes donde no entra la luz. Así como el desarrollo del mecanismo de radar que caracteriza a los murciélagos y que los convierten en temibles cazadores a oscuras.
Popularizado entre los fans del género gracias a la anterior Dog Soldiers (film del 2002 donde el entrenamiento de un grupo de soldados era interrumpido por una manada de hombres lobo) y decidido a ingresar en Hollywood, el británico Neil Marshall –director y guionista– coloca a un elenco de connacionales en medio de los Montes Apalaches. El clásico juego de rivalidades y solidaridades tensiona a la media docena de chicas, entre las que hay una viuda reciente, una pareja lesbiana y algún secreto que saldrá paradójicamente a la luz cuando más oscuro se ponga todo. Es justamente la oscuridad uno de los elementos que mejor explota Marshall. No sólo como recurso para dar miedo, sino también como modo de resolver el par mostrar/no mostrar, que es clave en el género.
Si hay un plan Marshall, éste parecería apuntar a lo concreto, limitando la caracterización de personajes a lo estrictamente funcional y concentrándose en las batallas cuerpo a cuerpo. Resueltas con gran cantidad de cortes y procesados de imagen, éstas no posibilitan entender demasiado qué está pasando, más allá de los planos detalle, en los que picos y ganchos se hunden en la carne. O la goma, para ser más precisos. Las restricciones, estéticas y económicas, mantienen en tal caso a El descenso dentro de los límites de una clase B tensa y efectiva –aunque no necesariamente brillante–, cuya repercusión en distintos mercados del exterior confirma la bonanza por la que atraviesa el género.
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