Sábado, 4 de junio de 2011 | Hoy
CINE › LA LINTERNA MáGICA, ENCUENTROS DE CINE PARA LOS CHICOS
Hoy a las 15, Ciudad Cultural Konex se verá invadida otra vez de risas y aplausos: como otras ocho veces al año, los “socios” de este cineclub particular se reunirán –sin padres que expliquen– a ver una película que estimulará su imaginación y su creatividad.
Centenares de niños y niñas aplauden, se ríen y se ponen de pie apenas termina la proyección en pantalla gigante. Algunos susurran por lo bajo lo que acaban de ver y otros se apresuran por entablar una conversación con algún amigo esporádico. Pero ninguno es indiferente. En sus rostros se percibe la emoción. Eso es lo que sienten los pequeños espectadores que asisten una vez por mes –durante nueve meses al año– a las funciones de La Linterna Mágica, un cineclub que se nutre de la pedagogía y el juego para acercar a los niños “al arte, desde el arte”. Como sucede desde 2009, Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131) cobijará el próximo encuentro, que será hoy (sábado) a las 15. Y los únicos que saben qué película se proyectará son los chicos, quienes reciben en sus casas una publicación que contiene datos sobre la trama y el elenco, y les brinda herramientas sobre el lenguaje cinematográfico. “El objetivo es proponer una mirada crítica hacia el cine y después al resto de las artes”, apunta Ilan Brandenburg, uno de los coordinadores de la iniciativa, que nació en Suiza pero que se expandió por todo el mundo. “Queremos ofrecer una alternativa más amplia que lo que comúnmente se conoce como propuesta comercial. No queremos vender nada, sino promover la diversidad cultural. Y esto no se puede hacer sin brindar herramientas y sin una mirada crítica, es decir, sin generar una transformación en los chicos.”
Es que el fundamento principal de La Linterna Mágica descansa sobre una idea para nada superficial: “Si los niños se conectan con el arte, la creatividad y la imaginación, crecerán más sanos”. Por eso, los coordinadores realizan una fuerte tarea previa a la proyección de la película que haya sido seleccionada para la ocasión. Los films elegidos abarcan todas las épocas del cine y transitan por diversas lenguas y estéticas. Y cuentan con nombres que engrandecen al cine clásico: Charlie Chaplin, Jack Arnold, Yves Robert, Víctor Fleming o Buster Keaton. En esa mecánica, aparece una pata teatral y otra gráfica. Una vez por mes, un par de semanas antes de que asistan a la función, los pequeños “socios de club” –que tienen entre 6 y 12 años– reciben en sus hogares una colorida revista que los introduce en los valores que aparecen en la película, les cuenta datos sobre la producción –música, director, elenco– y les proporciona herramientas que los ayudarán a comprender mejor el lenguaje cinematográfico. Luego, ellos sacarán sus conclusiones. Fue así como en el último encuentro, el 14 de mayo, el público se enterneció y rió a carcajadas con las aventuras de Manolito Gafotas (Miguel Albaladejo, 1999), una película basada en un personaje creado por la periodista española Elvira Lindo. El inquieto, charlatán y muy inteligente niño de grandes anteojos que vive en Carabanchel Alto (Madrid) salió a la luz en 1987 en un programa radial y luego se popularizó en toda España por medio de una serie de libros que escribió su creadora.
Una vez en la sala, antes de la proyección, tres actores proponen un juego cuyo objetivo es motivar la imaginación, el ingenio y el poder de aprehensión de los niños y niñas. Esa vez, los elementos que trabajaron fueron la voz en off, la adaptación y el casting. Así, para ejemplificar el funcionamiento de la voz en off en el cine, la actriz relató un partido de fútbol donde uno de los actores (Mariano Kodner) fue el protagonista. A los pequeños no se les escapaban los ojos de la escena, siempre predispuestos para interactuar, con los sentidos bien despiertos, como suele suceder en las jornadas de La Linterna. “Siempre trabajamos con un juego de preguntas y respuestas con los chicos, en el que ellos contestan conceptos que ya saben por leer la revista y por cosas que ya vimos otros sábados, porque son socios y vienen todo el año. Con Tiempos modernos (de Charles Chaplin) trabajamos la pantomima. Los chicos pudieron ver que se puede hacer cine sin hablar. Lo interesante es que se llevan algo más que el solo hecho de ver la película: un concepto, algo nuevo, distinto, un aprendizaje. Y además, conocen a otros chicos”, se entusiasma la actriz Maia Menajovsky, quien se encarga de animar la velada e incentivar el costado creativo de los niños.
Según Brandenburg, usar el cine como canal es uno de los pilares del proyecto: “Nos parece que el lenguaje cinematográfico tiene mucha potencia, es el arte más masivo. Entonces, queremos capitalizar un poco esa potencia que tiene, a partir de la sensibilidad. Por eso trabajamos con emociones previamente a la película y no después. En ese punto, que usemos el cine también es el fin, no sólo el medio”. Esa metodología rompe con la idea del cine debate, donde el análisis y la discusión se desprenden del audiovisual. “Si después de la película –argumenta– le pedimos al chico que nos entregue conceptos acerca de lo que vio, seguramente nos iremos contentos al oír lo que queremos. Pero en algún punto, de esa forma estamos cerrando la emoción. Aunque no es que pensemos que la emoción no puede abrir caminos para entender conceptos, creemos que es mejor prepararlos antes y que después la emoción trabaje en cada uno de ellos. Eso es propio del cine.”
Es que la propuesta busca formarlos “como espectadores dentro de un marco didáctico y entretenido que favorece a la socialización entre pares”. Por eso, otro rasgo fundamental es que los espectadores asisten solos al hecho artístico, sin la presencia de sus padres en la sala. “De alguna manera –sostiene Menajovsky– es como la fantasía de los chicos que vienen solos al teatro o al cine, y las mamás se quedan afuera o se van. Entonces, ellos se apropian del espacio. Disfrutar solos y no con alguien que les esté explicando todo el tiempo lleva a que su imaginación vuele por donde quieran ellos. Y les encanta, porque ven teatro y cine al mismo tiempo, como un gran cuarto oscuro.” Para hacerse “socios” del cineclub, los padres pagan una cuota por única vez –que equivale al precio de apenas cuatro entradas de cine convencional– y sus hijos tienen derecho a participar de las nueve funciones anuales y a recibir una revista antes de cada encuentro. La Linterna (www.linterna magica.org) tiene también una faceta integradora: cuenta con un programa de becas avalado por Arte en Red (una iniciativa de Red Solidaria y Casa de la Cultura de la Calle) que trabaja en la inclusión social de niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad de derechos a través del arte. De esa forma, se fueron sumando a los encuentros chicos y chicas de la Escuela 54 del Barrio Las Tunas y de los hogares Querubines y Santa Rafaela.
Si bien la idea original se forjó hace veinte años en Suiza, pronto se expandió por toda Europa, Asia y Africa. La versión argentina es la primera de América y nació a raíz de su hermana española: Andy Feldman, un amante del séptimo arte, se cruzó con una puesta de La Linterna en el país ibérico y fue tanta la seducción que le causó que decidió replicar la propuesta en estas pampas. “Andy se contactó primero con la gente de España y luego con la de Suiza para ver cómo podía hacer para traer el proyecto acá. Accedieron y nos empezaron a mandar los contenidos para poder armar los ciclos. Sobre todo, trabajamos con España por un tema idiomático”, explica Brandenburg. La iniciativa cultural se dio a conocer hace cuatro años en el Museo de los Niños del Abasto, pero como creció demasiado rápido tuvo que mudarse a un espacio más amplio. Fue entonces cuando desembarcó en el Konex. Más tarde, en 2009, se abrió un club en Mar del Plata y los organizadores hasta pudieron concretar otros proyectos relacionados con el cine y la niñez en otros puntos del país.
Informe: Sergio Sánchez.
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