Domingo, 4 de diciembre de 2011 | Hoy
CINE › HABLAN LOS REPRESENTANTES DE FESTIVALES INTERNACIONALES EN VENTANA SUR
El mercado cinematográfico organizado por el Incaa y el Marché Du Film del Festival de Cannes dejó claro que el nuevo siglo reserva un lugar destacado para el cine de la región. En ese panorama, la producción argentina tiene brillo propio.
Por Ezequiel Boetti
Quinientas películas. Veinte países. Una región. Por tercer año consecutivo, Ventana Sur, el mercado cinematográfico organizado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) y el Marché Du Film del Festival de Cannes, que comenzó el viernes y se extenderá hasta mañana en Puerto Madero, pone casi todas las producciones latinoamericanas fechadas en los últimos doce meses al servicio de los ojos más importantes de la industria mundial. “Estos encuentros sirven para hacer negocios y empezar a seguir distintos proyectos que pueden resultarnos interesantes a futuro. Son eventos fundamentales para el cine como arte e industria”, resume el director del Festival de San Sebastián, José Luis Rebordinos. Cumplimentado lo segundo, resulta pertinente preguntarse sobre lo primero. ¿Cuál es el estado de salud de las cinematografías regionales? ¿Hay un crecimiento cualitativo que explica la mayor presencia en festivales? ¿Existe una estética en común que permita englobarlas bajo el rótulo de “cine latinoamericano”? ¿Cómo se ubica la industria nacional en ese contexto? Página/12 recorrió las instalaciones ubicadas en el coqueto edificio San José de la Universidad Católica Argentina y consultó a distintos programadores y directivos de festivales con el fin de delinear la coyuntura actual. “Si generalizáramos por bloques espaciales, probablemente la latinoamericana sea una de las cinematografías más importantes del mundo. En este momento tiene una pujanza extraordinaria”, opina el español.
“En Latinoamérica hay distintos niveles de realizadores y diversos tipos de producciones, algunas más localistas que otras. Hay documentales, ficciones, películas entre ambos géneros. Una diversidad que provoca una riqueza muy amplia de puntos de vista que hace que esta región se refleje en el mundo”, opina el director del Festival Internacional de Cine de Santiago de Chile (Sanfic), Carlos Núñez. El mapa productivo muestra un crecimiento constante en gran parte de los países del sur del continente. Quizá junto con la industria colombiana, que desde la sanción de la ley de cine en 2003 y la puesta en marcha de programas de estímulo económico por parte de Estado pasó de cuatro películas anuales durante los ’90 a las más de quince actuales, la trasandina es un paradigma de esa tendencia. Núñez estima que el número de producciones creció hasta llegar a treinta, el doble de un lustro atrás. “Que se hagan más películas en distintos países, y que varios realizadores encuentren rasgos estilísticos interesantes nos permite generar un bloque muy fuerte que empuja a nuestro cine a otras pantallas. Si no se hubiera incrementado la producción sería distinto. Menos cantidad trae menos calidad”, teoriza.
Difícil atribuirle a la casualidad, entonces, la presencia constante en los festivales del mundo de films chilenos como La nana, de Sebastián Silva, o el díptico de Pablo Larraín, Tony Manero y Post Mortem. “Hay una atención renovada de los festivales que coincide con una nueva generación de directores haciendo cosas muy interesantes. A medida que pasaron los años el cine latinoamericano ocupó un rol más protagónico en los eventos más importantes. Hace algunos años la presencia de esas películas en las secciones oficiales era menos frecuente y ahora están en competencias y en secciones paralelas. Hoy hay presencia regional con producciones de muy buena factura técnica, calidad artística y con un sello de directores que hablan no sólo de temáticas locales sino también universales. En este cine se encuentran varios de los episodios creativos más representativos de la contemporaneidad cinematográfica”, afirma Paolo Moretti, consultor artístico del Festival de Venecia. Para Rebordinos, “hay cinematografías que cíclicamente tienen una explosión de calidad”. Según él, las razones del crecimiento están en la adecuación técnica y artística de cada producción a las condiciones extra cinematográficas. “El cine latinoamericano tuvo que sortear circunstancias económicas difíciles, generando que los artistas locales se acostumbren a trabajar con pocos medios e imaginando fórmulas para expresarse. Esa búsqueda ha hecho que se encuentren soluciones y surjan películas importantes”, arriesga.
Más allá de la coyuntura favorable, uno de los problemas endémicos del cine latinoamericano es su falta de circulación puertas adentro. En la Argentina no se vio ninguna de las más de cien producciones brasileñas estrenadas durante 2011. “Hay películas más frágiles a las que les cuesta tener pantalla cuando no hay una red de salas de arte. Pero no es un problema regional. En Francia la red es mucho más grande e igual pasa algo parecido. Con la actual crisis y el crecimiento de partidos de extrema derecha, los europeos se interesan sólo en sus problemas. Hay una cuestión artística vinculada con una mirada política y social que se transfiere al consumo”, observa el director artístico de la Quincena de Realizadores de Cannes, Edouard Waintrop, quien destaca al cine carioca ya que “crece en todas las direcciones, con varias películas para el gran público y otras más vanguardistas”.
El panorama explicitado por el francés muestra que difícilmente una cinematografía pueda sostenerse por sí sola, sin la ayuda de una estrategia a largo plazo. “Hay varias líneas para trabajar: por un lado, un trabajo con la audiencia para que se acerque más a sus cinematografías y se acostumbren a que no todo pasa por el cine norteamericano. Eso se hace con un trabajo de difusión fuerte y constante en los medios. Por otro lado, se requiere una labor en conjunto con la esfera privada. También tiene que existir un trabajo muy importante de los festivales ayudando a acercar y promocionar nuestro cine. En la medida en que todos trabajemos en eso vamos a hacer que el público acompañe películas regionales”, sugiere Núñez. De esa forma, se lograría que “todos los actores de la sociedad entiendan que el cine es un producto que refleja la cultura de cada país”. Quizá una de las soluciones para el mejoramiento de la circulación interna radique en la estimulación económica a distribuidores dispuestos a invertir. “En nuestro caso tratamos de ayudar con noventa mil euros a la empresa que distribuya la ganadora del premio a la ópera prima. Hace dos años fue la coproducción colombiano-panameña Los colores de la montaña, y al tener ese dinero se vendió rápidamente en España. Lo mismo pasa con la ganadora de Cine en Construcción, que tiene asegurada la distribución en nuestro país gracias a Vértigo Films. Intentamos trabajar ese aspecto porque el cine no es solo arte y cultura, también es industria. Todos los festivales tenemos que ocuparnos de las dos líneas”, opina el ejecutivo de San Sebastián.
La Cámara de Oro a Las acacias en Cannes, el Leopardo de Oro a Abrir puertas y ventanas en Locarno y los innumerables premios de El estudiante configuran una de las cosechas más redituables de los últimos años. “En los últimos años el cine argentino se posicionó como una de las tendencias más importantes de la región y una de las más atractivas del mundo. Argentina es una de los potencias cinematográficas de Latinoamérica”, afirma Núñez. La validación internacional junto con más de 160 películas disponibles para su adquisición internacional en el catálogo de Ventana Sur son síntomas de una industria pujante y variopinta.
“El desarrollo de los últimos años generó diversas corrientes artísticas. Hay directores muy importantes e interesantes a los que invitan a Cannes, a Venecia o Berlín. Y lo que es más interesante es que la mayoría tiene entre 30 y 45 años, muy jóvenes en comparación a otras partes del mundo. Eso genera una confluencia de las corrientes sociales y culturales que ascendieron en los últimos veinte años. Los nuevos cineastas hablan como la gente de hoy y logran hacerse entender aquí, en Francia o Italia”, observa Waintrop. Javier Angulo Barturen, director de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), afirma que esa reputación es consecuencia de una variedad generada por la madurez estilística y técnica: “El Nuevo Cine Argentino se consolidó en tiempos de crisis, que es cuando más hay que apelar a la imaginación. Luego le ocurrió algo similar al cine español. Pasó de ser un realista a incursionar en todo tipo de géneros. Ahora uno puede encontrarse con dramas, comedias o thrillers. Incluso films de época con buen presupuesto”.
El trayecto descripto por el español marca el amplio recorrido desde un método de producción disruptivo y urgente encabezado por Pablo Trapero y Adrián Caetano en los ’90, hasta la diversidad artística y técnica actual. ¿Qué es hoy el NCA? ¿La efusividad dialéctica de De Caravana? ¿El laconismo introspectivo de Un mundo misterioso? ¿Ambas? ¿Ninguna? O aún mejor: ¿Es posible rotular de esa forma el caudal de producción actual? “Creo que no se puede hablar de Nuevo Cine Argentino. Los cineastas surgidos de ese movimiento tienen su marca, pero fuera de ellos hay nuevos directores que no tienen las mismas referencias que esos ‘viejos’ de 40 años”, opina el francés. “La inspiración actual es diferente. De lo que tenemos plena conciencia es de que en la Argentina se hace un cine vivo. Aquí hay directores con miradas y rumbos artísticos diferentes pero marcados.”
Para Carlos Núñez, aquella etiqueta sirvió para catalogar un momento particular del devenir audiovisual. “Hoy hay un abanico muy amplio en la Argentina, como el que se desarrolla en Córdoba. A mí me resulta muy difícil pensar en un Nuevo Cine Argentino porque debería producirse un quiebre muy fuerte y revolucionario, un quiebre total que nos permita decir que lo que se da es algo novedoso, tal como pasó en los ’90 con Martín Rejtman y una serie de directores. Ellos empezaron a trabajar un cine específico con un modo de producción muy precario, pero de alta calidad artística. Eso no ocurre hoy, más allá de que los directores plantean nuevos lenguajes con distintos elementos.”
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