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Sábado, 18 de febrero de 2012

CINE › LA COMPETENCIA TERMINO CON CSAK A SZEL Y REBELLE

Hora de esperar a los Osos

La película del húngaro Bence Fliegauf está inspirada en ataques a la minoría gitana, la del canadiense Kim Nguyen habla de una chica subsahariana secuestrada para unirse a una milicia. Pero en Berlín se vieron films más valiosos y menos efectistas.

 Por Luciano Monteagudo

Desde Berlín

Angelina Jolie, Meryl Streep, Salma Hayek y Antonio Banderas ya quedaron atrás, en el recuerdo. Las tapas de los principales diarios de Berlín abandonaron ayer las fotos de las estrellas en la alfombra roja para desplegar en titulares catástrofe el escándalo político que tiene en vilo a toda Alemania. Der Tagespiegel, por ejemplo, reemplazó su clásica cobertura del roter teppich del Berlinale Palast por una inmensa foto a cuatro columnas de otro palacio, más señorial, el hermoso Bellevue, ubicado en el corazón del Tiergarten, donde ayer el presidente Christian Wulff finalmente –en un hecho inédito en la historia de Alemania– debió renunciar a su puesto, investigado por cargos de corrupción.

Aunque el asunto no guarda, en principio, ninguna relación con la Berlinale, el affaire Wulff tiene sin embargo su costado cinematográfico. Y no sólo porque hace menos de una semana el palacio Bellevue fue sede de una recepción oficial para los invitados del festival. Sucede que el ahora ex presidente Wulff habría aceptado –según investiga la fiscalía federal–- un préstamo blando por la friolera de medio millón de euros, de manos de un conocido productor cinematográfico alemán, David Groenewold, que en su catálogo incluye títulos como Las flores del cerezo (2008), de Doris Dörrie. No se probó todavía el tráfico de influencias, pero teniendo en cuenta que el rol principal de la presidencia en Alemania es el de servir como autoridad moral (la autoridad política corresponde al primer ministro, que actualmente ejerce Angela Merkel), Wulff consideró en el texto de su renuncia que había perdido la confianza del país para ejercer su cargo.

Mientras tanto, el último tramo de la competencia de la Berlinale también pareció alimentarse de los titulares de los diarios. La película húngara Csak a Szél (Sólo es el viento) está inspirada en una serie de brutales ataques de los que fue víctima la minoría rom (o gitana) en Hungría, a manos de grupos de extrema derecha. Entre 2008 y 2009, dieciséis casas fueron atacadas con bombas molotov y disparos de rifles y escopetas. Seis personas murieron y un número considerable resultó herido. Todavía se investiga la responsabilidad de aquellos hechos, pero –aunque la película no lo dice– la situación actual en Hungría, gobernada por una agresiva coalición nacionalista que tiene preocupada a buena parte de Europa, no hace sino pensar que ataques similares eventualmente puedan volver a producirse.

En su segundo largometraje, el director Bence Fliegauf (Budapest, 1974) decide concentrar todo el tema en las cruciales veinticuatro horas que precedieron al ataque. Y ubica la narración bajo el punto de vista de las víctimas, una familia rom constituida por una madre, dos hijos adolescentes y un abuelo enfermo, todos a la espera de poder unirse al padre, que logró emigrar a Canadá y los está esperando en Toronto. Sin embargo, no parece que ese viaje sea posible. Las condiciones de pobreza en las que vive esa familia son extremas, empezando por su hábitat, una suerte de pogrom en las afueras de alguna ciudad de provincia. Desde allí, al alba, sale la madre para ir a trabajar como empleada de limpieza, primero como parte de una cuadrilla a cargo del mantenimiento de una autopista y, luego, para fregar pisos y baños en la escuela local. Su hija mayor se esmera en ir al colegio, pero el menor prefiere vagabundear por los alrededores, creando en un refugio en el bosque su propio mundo de fantasía. El será el primero en descubrir que esos ruidos que escuchan una noche a las afueras de la casa no son solamente producto del viento.

Adolescentes en situación de violencia son también los protagonistas de Rebelle, cuarto largometraje del canadiense Kim Nguyen (Montreal, 1974), que ayer cerró la competencia oficial. Y el punto de vista también, como en la película húngara, es el de esos chicos de-samparados. Particularmente el de Komona, una chica de 12 años, habitante de un paupérrima población subsahariana, que un día es secuestrada y reclutada por un bando armado rebelde que lucha contra el ejército regular de un país africano, cualquiera de los que se desangran en infinitas guerras civiles.

Catálogo inmisericorde de todos los horrores que pueda atravesar una chica de su edad en una situación semejante, Rebelle expone el impensado ascenso de Komona, que pasa de ser una simple recluta a convertirse en la hechicera personal del comandante del grupo, por su extraña capacidad de prevenir la presencia del ejército enemigo cuando bebe la “leche mágica”, una savia que los rebeldes consumen en la selva. El único punto de apoyo de Komona, además de su instinto de supervivencia, es un chico de su misma edad, también guerrillero como ella, con quien vivirá un amor tan ingenuo como condenado.

Hasta qué punto el jurado presidido por el cineasta británico Mike Leigh e integrado, entre otros, por la actriz francesa Charlotte Gainsbourg y el videasta holandés Anton Corbjin, será sensible al despliegue de padecimientos de estos chicos húngaros y africanos será algo que se sabrá esta noche, cuando se anuncien los premios y se conozca la película ganadora del Oso de Oro. La competencia oficial tuvo, por cierto, films menos efectistas y mucho más valiosos, como Tabú, del portugués Miguel Gomes, o L’enfant d’en haut, de la suiza Ursula Meier, que junto con Barbara, del alemán Christian Petzold, lideran todas la encuestas de los críticos acreditados en la Berlinale. También pesa en el recuerdo uno de los primeros films que pasaron por el concurso, Cesare deve morire, una sorpresa de los veteranos Paolo y Vittorio Taviani. Pero es el jurado quien tiene la última palabra. Lo único seguro es que esta noche el ex presidente alemán Christian Wulff no estará en la gala de cierre.

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Csak a Szél se concentra en el día previo a un ataque a familias gitanas.
 
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